El pasado 14 de agosto fue inaugurada por el alcalde, Juan Ignacio Zoido, y el arzobispo, Juan José Asenjo, la estatua a Karol Wojtila, para los católicos papa peregrino Juan Pablo II. Veinte metros cuadrados del espacio público y cuatro metros de altura, o sea, ochenta metros cúbicos, albergarán el ya cotidiano homenaje en bronce a este personaje. La iniciativa ha sido promovida por la asociación Pro Monumento a Juan Pablo II en Sevilla, que curiosamente se autodefine “apolítica y aconfesional”. En la placa reza “Sevilla a Juan Pablo II”, como si toda la ciudadanía sevillana perteneciera a esa asociación.
¿Y qué hizo Wojtila por la Humanidad para ser canonizado por la Iglesia, y para que en Sevilla, además de ser homenajeado con una avenida también lo sea con una estatua en pleno centro monumental? Recordemos que sucedió a Albino Luciani, autonombrado Juan Pablo I por su deseo de continuar la política iniciada por sus antecesores Juan XXIII y Pablo VI. Este propósito y su enfrentamiento con el todopoderoso arzobispo norteamericano Paul Marzinkus, el “banquero de dios”, no parecen ser ajenos a su prematura y sospechosa muerte.
La época de la guerra fría tocaba a su fin. El Pacto de Varsovia se descomponía y el imperialismo norteamericano veía nuevos mercados en él, y para conseguirlos qué mejor aliada que la Iglesia Católica encabezada por un papa polaco anticomunista. Comienza el acoso al Pacto de Varsovia en Polonia, con la financiación ilegal del sindicato Solidaridad a través del Banco Vaticano, una vez restituido Marzinkus al frente de éste. Más tarde será Yugoslavia, donde el Vaticano no dudará en alentar una guerra, guerra que se inició por parte de los católicos independentistas de Eslovenia y Croacia, que desataron la limpieza étnica frente a los ortodoxos serbios y los musulmanes bosnios.
Enseguida el tándem Ronald Reagan-Margaret Thatcher-Juan Pablo II procederán a instaurar el Nuevo Orden neoliberal. Juan Pablo II bendecirá la economía de mercado en su encíclica Centesimus annus; del Padre Nuestro cambiará la frase “perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores” por “perdónanos nuestras ofensas como nosotros personamos a quienes nos ofenden”, quitándoles así de la cabeza a los países tercermundistas que les condonaran la deuda.
En América Latina el papado de Juan Pablo II se caracterizó por la podredumbre y la indecencia. La relación del narcotráfico con la Iglesia Católica fue poco menos que evidente. Con el consentimiento de Juan Pablo II, las jerarquías eclesiásticas de Chile y Argentina apoyaron la represión ejercida por las dictaduras militares. Martillo de la Teología de la Liberación, hasta tres veces fue monseñor Romero a Roma a pedirle protección. Juan Pablo II ni siquiera lo recibió. Romero sería asesinado poco después, al igual que el español Ignacio Ellacuría y muchos otros. Sin embargo protegió y encubrió a Marcial Maciel, abusador sexual de menores y fundador de los Legionarios de Cristo.
Nos enseñaron en el bachillerato que los gases tienden a expandirse, ocupando el máximo volumen del recipiente que los contiene, adoptando la forma de éste. Y aquella Ley de Boyle-Mariotte nos demostraba que en los gases había una relación inversamente proporcional entre volumen y presión: a mayor presión, menor volumen ocupa el gas. La Iglesia Católica, cual gas innoble, también tiende a ocuparlo todo: las mentes de los niños, el aparato reproductor de las mujeres, la vía pública…Y como la presión del Estado sobre la Iglesia es cero, esta vuelve a ocuparlo todo, como en los mejores tiempos del nacionalcatolicismo. ¡Qué contenta la sevillanía! De seguir así, tendremos que salir a la calle con una máscara antigás.
Leído en Sintonía Laica 83 17/08/12 (http://sintonialaica.blogspot.com.es)