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La Iglesia del mundo del revés

Estoy revisando centenares de noticias viejas de ACI Prensa para un pequeño proyecto del que pronto hablaré, y me encontré con algo que casi me hace atragantarme de risa y de indignación al mismo tiempo. El titular:

titular rezar contra violencia mujer

¿“Católicos en India rezan con el Papa para poner fin a violencia contra mujeres”? ¿Los mismos católicos que dejan morir a las mujeres con tal de no permitirles abortar? ¿Los mismos que consideran que la violación dentro del matrimonio no es una verdadera violación? ¿Rezan para poner fin a la violencia? ¿Esperan que rezar sirva para algo? (Claro que lo esperan, seguro, pero bien estaría recordar aquello de “A Dios rogando y con el mazo dando”, incluso si el Papa suma su apoyo al ruego.) Seguí leyendo un poco más y encontré el párrafo que me hizo carcajear. Estaba entre comillas pero no quedaba muy claro si eran las palabras reales del citado arzobispo de Bombay, el cardenal Oswald Gracias. La fuente era la agencia Fides, uno de los más antiguos órganos de autobombo de la Iglesia Católica. Lo busqué y allí estaba:

titular rezar contra violencia mujer

“La Iglesia católica está a la vanguardia en la promoción de la igualdad de género.” No, no leíste mal. A la vanguardia. De la igualdad de género.

Y hay más:

“Sin embargo, el camino por recorrer aún es largo: la mentalidad patriarcal tiene que cambiar, tenemos que acabar con la discriminación de género y dar igualdad de dignidad a las mujeres.”

No sé en qué plano de la realidad habita el cardenal Gracias o cómo se conectan sus neuronas para producir en él la idea de que “acabar con la discriminación de género” es compatible con la manera en que el catolicismo predica incesantemente contra la igualdad entre las mujeres y los hombres desde siempre, antes condenando a la mujer sin más trámite a la sumisión y el silencio, hoy mucho más políticamente dedicándole alabanzas cuando elige ser virgen o madre, de ser posible prolífica, y mejor aún si lo es siendo pobre, ignorante, enferma o las tres cosas; elevándola a los altares cuando se deja morir por no abortar, aunque deje atrás y desamparada a una familia numerosa; y haciendo todo lo posible para que el lugar de la mujer no salga de las famosas tres K que la propaganda imperial alemana recomendaba a fines del siglo XIX: Kinder, Küche, Kirche — los niños, la cocina y la iglesia.

Claro está que en la India la discriminación a las mujeres no es culpa del catolicismo. Allí una religión mucho más antigua que el cristianismo ya se encargó hace milenios del trabajo de deshumanizar a las mujeres, y una algo más nueva que el cristianismo, pero surgida de la misma raíz misógina, compite con aquélla para ver cuál las esclaviza más. Cada una canaliza y promueve el odio a la mujer de una forma diferente, aunque en el fondo los detalles se confunden. Sólo en un lugar como la India puede considerarse al catolicismo como beneficioso para las mujeres, aunque más no sea porque ni el sati ni los “crímenes de honor” son prácticas aceptadas o promovidas por la Iglesia Católica.

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