«Es una historia trágica, pero ya es historia», declaró el presidente de la Conferencia Episcopal, arzobispo Wilton Gregory al presentar el estudio.
La Conferencia Episcopal de EEUU encargó el informe a raíz del escándalo provocado hace dos años al hacerse públicas las denuncias de las víctimas de los abusos. Su objetivo es cerrar el capítulo más sórdido de su historia, y abrir uno nuevo de transparencia.
El informe, del que ya se había divulgado un avance la semana pasada, reparte la culpa entre los obispos, por proteger a los culpables de los abusos, los abogados que les aconsejaron a mantenerlo en secreto en vez de denunciarlo a las autoridades civiles, y los siquiatras y sicólogos que trataron a los curas pederastas. En el futuro, dijo ayer Gregory, la situación será muy distinta porque las diócesis cuentan ahora con los medios para abordar este problema. La política de tolerancia cero, aprobada hace año y medio por los prelados de la Iglesia de EEUU, «establece los cauces para investigar las acusaciones, asistir a las víctimas y suspender o expulsar a los pederastas».
El informe se divide en dos partes, una que detalla los hechos y otra que analiza las posibles causas. De todas las denuncias, 6.700 estuvieron fundadas, 1.000 infundadas y el resto nunca fueron investigadas porque fueron interpuestas cuando los supuestos pederastas ya habían fallecido. Las edades de las víctimas estaban comprendidas entre 11 y 17 años en el 78% de los casos; entre ocho y diez en el 16% de las denuncias y el resto eran menores de siete años.
Las organizaciones de víctimas consideran que las cifras no responden a la realidad. «Miles de víctimas no han denunciado los abusos y los obispos no están diciendo todo lo que saben, porque no tienen ningún incentivo para hacerlo», afirmó David Clohessy, director de la Red de Supervivientes de Abusos del Clero.
La Iglesia ha respondido a esos comentarios subrayando que «ninguna institución, pública o privada, religiosa o política, ha sido objeto de un escrutinio similar», a pesar de que la pederastia y los abusos sexuales suceden en todas las esferas sociales.
Un alarmante número de curas abusó reiteradamente. Hay 149 que fueron acusados 10 o más veces y abusaron de 2.960 menores; 578 fueron denunciados hasta nueve veces; la mayoría de los curas, un 56%, sólo fue acusado en una ocasión.
Más del 80% de los abusos fueron de naturaleza homosexual. El número de casos se fue incrementando de un 64% en la década de los cincuenta, a un 76 % en la de los sesenta y un 86% en la década de los ochenta.
El informe del John Jay College no vincula la orientación sexual de los perpetradores con los delitos, al resaltar que el abuso es un delito «oportunista» ya que por lo general los curas tienen más relación y acceso con chicos que con chicas. El coordinador del estudio, James Levine equiparó la situación con la que se vive en las cárceles, donde en la mayoría de los casos los hombres mantienen relaciones sexuales con otros hombres no porque sean homosexuales sino porque es la única posibilidad que tienen.
«No culpamos a la homosexualidad entre el clero del abuso sexual, dado que muchos sacerdotes homosexuales son fieles al votos de celibato, sin embargo, llamamos la atención sobre la conducta homosexual que caracteriza a la mayoría de los casos de abuso ocurridos en décadas recientes», subraya el texto centrado en las causas.
Para realizar el informe, el centro universitario John Jay College de Justicia Criminal ha revisado los archivos de las 195 diócesis de EE UU y 142 comunidades religiosas y entrevistado a cientos de miembros del clero.