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Cardenal John Ribat, arzobispo de Port Moresby (Papúa Nueva Guinea)

La Iglesia católica en Papúa Nueva Guinea rechaza que su país se vuelva un estado confesional cristiano evangélico

La medida está impulsada por sectores protestantes evangélicos

La Iglesia católica de Papúa Nueva Guinea considera «anacrónica y disruptiva» la creación de un Estado confesional por medio de una serie de enmiendas, propuestas por pastores evangélicos, que pretenden afirmar la identidad cristiana del país en la Constitución.

Precisamente en el país que se prepara para recibir al Papa Francisco en septiembre, la Conferencia Episcopal ha dirigido en estos días una carta oficial al presidente de la Comisión Parlamentaria para las Reformas Constitucionales sobre un tema que está relacionado con la manera de enfocar la religión en la sociedad.

El texto – firmado por el cardenal John Ribat, arzobispo de Port Moresby (quien también es presidente del Consejo de Iglesias del país), por Mons. Otto Separy (obispo de Bereina y presidente de la Conferencia Episcopal) y el abogado Paul Harricknen (presidente de la Unión de Profesionales Católicos) – expresa de manera puntual las objeciones de la Iglesia católica a las propuestas de modificación de algunos artículos de la Constitución que se han presentado en las últimas semanas. Variaciones que, ya desde el preámbulo, invocan incluso a la Trinidad (en realidad con una gramática poco correcta) como fuente de autoridad política. También pretenden cambiar el nombre del país a «Estado independiente y cristiano de Papúa Nueva Guinea» e imponer como «deber social» el «respeto, la observancia y la promoción de los principios cristianos».

Papúa Nueva Guinea es un país de gran mayoría cristiana, pero formado por un variado mosaico de confesiones y con una compleja relación con las tradiciones y culturas originarias de Melanesia. Los que impulsan esta fuerte afirmación de la identidad cristiana son los mismos círculos vinculados al mundo evangélico estadounidense y la llamada «teología de la prosperidad», que ya en 2015 obtuvo la entronización en el Parlamento de Port Moresby de la Biblia de King James (una versión protestante de la Escritura que tiene cuatro siglos y que además no es la traducción de la Biblia que utiliza la mayoría de las comunidades cristianas del país). Ahora estos mismos pastores – denuncian los obispos – están induciendo a los políticos locales a llevar adelante estos cambios en la Constitución de 1975, sin siquiera consultar formalmente a las Iglesias locales, a pesar de que, por ejemplo, la Iglesia católica representa el 27% de la población.

En la carta, la Conferencia Episcopal explica que los nuevos artículos conducirían «a una alteración de la naturaleza del Estado, haciendo de Papúa Nueva Guinea un país confesional; esto significa que una versión del cristianismo será la religión oficial reconocida por el Estado y tendrá prioridad sobre todas las demás religiones, credos y prácticas, incluidos nuestros valores culturales y formas de vida tradicionales».

La inclusión de la expresión «principios cristianos» en el Objetivo número 5 (el relativo a la identidad de Papúa Nueva Guinea), en particular, se define como «un hecho peligroso y preocupante». «Oscurece e incluso elimina» dicen los obispos, «nuestra identidad melanesia específica (con sus valores) en vez de reconocerla, celebrarla y perfeccionarla a través del Evangelio de Cristo. Los cambios propuestos parecen negar nuestra identidad primordial. Nosotros, en cambio, estamos orgullosos de ser étnica y culturalmente melanesios que hemos abrazado libremente el Evangelio de Cristo y lo hemos hecho nuestro».

«Papua Nueva Guinea – continúa el texto – es una nación ya unida en su diversidad. Ésta es nuestra fuerza, nuestra bendición y el corazón de nuestra identidad nacional. Somos una nación de mil tribus, culturas, lenguas, tradiciones y creencias con una variedad de denominaciones cristianas. El artículo 45 de la Constitución protege esta diversidad. Cualquier otro camino sería contrario a la Constitución, no cristiano y antidemocrático». 

La carta recuerda además que «las cuestiones de fe y de moral no pueden ser impuestas por la ley», sino que se afirman «sólo a través de la vida de las personas». Papúa Nueva Guinea ya tiene la Biblia King James en su Parlamento desde 2015 y se jacta de ser más del 90% cristiana – observa la Iglesia católica – «pero no vemos ninguna reducción de la corrupción, la violencia, la ilegalidad y la conducta ofensiva en el debate parlamentario»:

«Toda la reforma que ha sido impulsada por un grupo de pastores y profesionales sin ningún tipo de representatividad, sin una consulta amplia y transparente entre las Iglesias se basa en una visión teológica minoritaria que ofrece una falsa promesa y una esperanza vacía de bendiciones y riquezas por tener la Biblia de King James en el Parlamento, alinearse con Israel abriendo la embajada en Jerusalén y ahora proponiendo declarar a Papúa Nueva Guinea un Estado cristiano. Ésta no es la forma de sacar a la gente de la pobreza y el desempleo, de proporcionarles mejores servicios de salud y educación y de consolidar el orden público».

Al afirmar su rechazo a la aprobación de las enmiendas constitucionales propuestas, la Iglesia católica de Papúa Nueva Guinea reconoce la necesidad de reflexionar sobre «la cohesión social y la identidad nacional en una época de cambios dramáticos y de incertidumbre sobre el futuro. Pero la solución no reside en el rechazo de nuestras tradiciones, en la transformación en un Estado confesional, en la promoción del fundamentalismo religioso, del nacionalismo cristiano o de cualquier ideología de este tipo. Lo que se requiere es más bien un laborioso proceso de educación y discernimiento, en armonía y unidad nacional, de lo mejor de las culturas de nuestros antepasados, de los valores cristianos introducidos por los misioneros y de la positividad que el mundo moderno puede ofrecer, para construir el sólido perfil social, cultural y espiritual del habitante de Papua Nueva Guinea del tercer milenio; una persona que actúe con libertad y responsabilidad personal, no dentro de los dictados de un marco ideológico preestablecido. Cualquier otro camino es engañoso y sectario, y en última instancia, inútil».

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