Uno de los aspirantes, el influyente cardenal Bergoglio, defendió la decisión de Ratzinger. Sus 76 años le juegan en contra.
La sorpresiva renuncia del Papa Benedicto XVI, que se concretará el próximo 28 de febrero, cosechó distintas y dispares reacciones al interior de la Iglesia Católica Argentina. La Conferencia Episcopal (CEA), a cargo la representación política de la curia, no apoyó ni cuestionó la decisión del Sumo Pontífice. Sólo se limitó "a dar gracias a Dios por el don tan grande del ministerio del Santo Padre en estos ocho años". El tono equidistante del organismo presidido por monseñor José María Arancedo no fue acompañado por el arzobispo de Buenos Aires. El cardenal Jorge Bergoglio salió a defender a Joseph Ratzinger y consideró la renuncia como "un gesto revolucionario, un cambio en 600 años de historia". Las declaraciones resultaron inusuales para el cardenal jesuita que nunca habla con la prensa, pero que esta vez eligió contestar a las consultas de la sede romana de la agencia ANSA. "Creo que se trata de una decisión muy pensada delante de Dios y muy responsable por parte de un hombre que no quiere equivocarse él, o dejar la decisión en manos de otros", evaluó el cardenal primado, que en abril de 2005 salió segundo durante el cónclave en Roma para elegir al remplazante de Juan Pablo II.
Bergoglio, el papable que anticipó la partida
Jorge Mario Bergoglio está cada día más cerca de dejar el arzobispado de Buenos Aires. Apenas cumplió los 75, presentó su renuncia al Papa, y ya está a un paso de jubilarse. Pero nunca dejará de ser cardenal, el título que recibió de Juan Pablo II en febrero de 2001. Desde entonces, el primado de la Argentina quedó habilitado para suceder a Carol Wojtila. Casi lo hizo en 2005, cuando quedó segundo en las votaciones vaticanas, después de su amigo Joseph Ratzinger. Ahora que su viejo compañero de estudios en Alemania presentó la renuncia, el jesuita ha quedado, inevitablemente, entre los que podrían remplazarlo. Conserva el mismo prestigio y poder. Aunque ahora tiene 76 años, una edad que podría alejarlo del sumo pontificado, especialmente en una Iglesia Católica que, esta vez, se estaría preparando para elegir un Papa alejado de la ancianidad. Con ese enigma a cuestas, Bergoglio volverá a Roma para encerrarse en la Capilla Sixtina y votar otra vez junto a sus pares. El proceso no será ninguna novedad. No sólo porque ya lo vivió, sino porque, tal como lo anticipó este diario en su edición del 25 de febrero del año pasado, Bergoglio sabe desde el verano 2012 que su amigo Benedicto podría renunciar. Lo supo cuando viajó a Roma para sugerir a sus posibles sucesores al frente del Arzobispado de Buenos Aires. Esa fue la percepción del jesuita, luego de recorrer los secretos del poder romano. No se equivocó.
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