Desde hoy, y hasta el 8 de marzo, los obispos españoles rinden visita a Roma. Una visita Ad Limina, normalmente rutinaria, pero que en esta ocasión se convierte en programática, pues apenas tres días después de la misa, la Conferencia Episcopal elegirá al sucesor de Antonio María Rouco Varela.
Se cierra una etapa en la Iglesia española, marcada por la lucha por el poder, la ligazón con una opción política muy determinada y una cierta obsesión por la moral sexual y familiar. Un año después de la llegada al solio pontificio de Francisco, España sigue siendo esa pequeña aldea gala, donde apenas han llegado brotes verdes de la tan ansiada primavera. Ya es hora de que llegue al fin la primavera. Y eso es lo que Francisco dirá a los obispos españoles desde hoy.
No habrá "lectura de cartilla". Hasta en eso ha cambiado este Pontificado. Bergoglio no quiere -no necesita- abroncar a nuestros obispos. Sabe desde hace tiempo que las cosas no funcionan, que echar la culpa al gobierno de turno, a la secularización, al laicismo, al Concilio… no sirve de nada. Que hay que ponerse manos a la obra. Y que necesitamos obispos "con olor a oveja". Y un gobierno eclesial sin tanta obsesión por la condena del pensamiento diferente.
Sabe también Francisco -porque ha preguntado, y no sólo a través del Arzobispado de Madrid o de la Nunciatura- que España cuenta con un Episcopado demasiado "fiel" a Rouco Varela, y un cuerpo sacerdotal -y de seminaristas- formado desde hace casi dos décadas en una teología de la resistencia. Esto es lo que más preocupa al Papa: que el relevo es más de dogmáticos que de pastores. Así, una de las cosas que primero cambiará será la formación en los seminarios. Teología, sí. Patrística también. Pero sobre todo pastoral.
Francisco conoce muy bien el modelo de seminarios que impulsó, entre otros, Juan Martín Velasco. Ése será el modelo, contando con instituciones como el Instituto de Pastoral (Upsa) o Comillas, casi defenestradas durante el imperio de Rouco Varela. También se respetarán los Redemptoris Mater del Camino Neocatecumenal, pues bien sabe Bergoglio que la mies es mucha, y ambos modelos son compatibles. Siempre y cuando no comprometan la comunión.
Ésta, la comunión, será otro de los ejes del discurso de Francisco a los obispos españoles. Afrontamos un cambio de época, y hay que saber hacerlo entre todos. Una Iglesia del "nosotros" en el que las comisiones episcopales sean autónomas -frente al nepotismo del anterior portavoz, que generó algunos clichés, y mucho miedo, que aún no ha sido superado, pese al nuevo talante mostrado, y demostrado por José María Gil Tamayo-, donde el presidencialismo deje paso a una mayor colegialidad y con mayor peso para las provincias eclesiásticas.
La familia y la defensa de la vida continuarán siendo prioritarias para el episcopado español. Pero como ya se está viendo, con varios cambios de actitud. El primero, el de dar primacía a la defensa de "todas las vidas". Defensa pública, pues, de los no nacidos, pero también de los ya nacidos: de los pobres, los inmigrantes, los enfermos, los discapacitados, los ancianos.
En una pastoral propositiva y abierta al debate y a "publicitar" el ingente compromiso de la Iglesia española -a través de Cáritas, de las congregaciones religiosas (protagonistas en esta nueva etapa) y de distintas formas de asociacionismo, católico o con la base del Evangelio).
La educación, y el ecumenismo, dos de los "debe" principales de la anterior etapa, también serán ámbitos en los que el Papa hará hincapié. Una Iglesia que se compromete, que escucha y que está dispuesta a dialogar. También con los poderes públicos, con los que en la actualidad están rotos todos los puentes. Mariano Rajoy ya ha anunciado a Roma que recibirá de inmediato al nuevo presidente del Episcopado. Rouco se irá sin encontrarse con el presidente del Gobierno.
Aunque Francisco no lo dirá explícitamente, todo parece indicar que el presidente del Episcopado no será el futuro arzobispo de Madrid. Entre otras cosas porque el candidato, hoy por hoy, no es obispo residencial. Y tampoco estará, salvo invitación expresa de Francisco, que marcaría definitivamente el proceso de relevo, en la reunión del próximo 3 de marzo.
Respecto a Rouco Varela, Francisco está siendo especialmente cuidadoso, pese a los desplantes del todavía arzobispo de Madrid. La última de ellas, la semana pasada, cuando el cardenal de Madrid no quiso aparecer por la reunión de cardenales en la que se debatió el futuro de la pastoral familiar. Una pastoral, y un estilo de Iglesia, que no es el de Rouco Varela. Pero Francisco no ha querido hacer sangre, y permitirá al cardenal de Madrid una despedida honrosa. Siempre y cuando el purpurado no siga quemando la tierra bajo sus pies, como intentó en la pasada Plenaria, cuando su intento de imponer un secretario general de su cuerda fracasó con estrépito.
¿Quiénes son los hombres de Francisco en España? Muchos, y muy buenos. No todos obispos, ni mucho menos. El más evidente, el actual portavoz, José María Gil, con quien le une una cercanía expresa. En los próximos años, Francisco habrá de cambiar la cara del episcopado español. Ya tiene medio centenar de nombres sobre la mesa: casi todos ellos formadores y pastoralistas, incluyendo a algún misionero que podría retornar en breve a nuestro país.
Entre los que ya forman parte del Episcopado, varios hombres, que bien podrían servir para hacer la transición a una Iglesia más moderada y abierta, y que no se han "quemado" durante los últimos años de poder y lucha. ¿Quién puede ser el nuevo presidente de la CEE? Suenan varios nombres.
El más sensato sería Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid y que se encontrará con el Papa esta misma semana. Blázquez ya fue presidente del Episcopado, y los obispos le "deben una".
En la recámara, otros prelados, llamados a grandes destinos en el futuro. Juan del Río, actual arzobispo castrense, y Carlos Osoro, arzobispo de Valencia, cuyos nombres también suenan para la terna a suceder a Rouco en Madrid, donde sigue mandando -ahora desde un prudente silencio- el cardenal Cañizares, el único presidente de dicasterio que no ha sido explícitamente renovado. Otro que podría ser llamado en breve a España es el franciscano Santiago Agrelo, junto a otras sorpresas que ya pastorean en Iberoamérica y África.
Francisco quiere una Iglesia española que sea madre y maestra, y que no se olvide de su tarea de pastorear. De ir delante, detrás y con el rebaño. Un rebaño que en los últimos tiempos se ha demostrado muy callado en sus bases, y demasiado obediente y reaccionario a través de algunos movimientos que, en la nueva situación, deberán seguir trabajando en su línea, pero afrontando la nueva realidad: que ya no pueden ser los únicos que se arroguen la palabra "Iglesia en España".
En este punto, la recuperación de la juventud y de los profesionales católicos pero alejados se antoja primordial para el futuro.
En suma: más obispos pastores, una pastoral más propositiva, una defensa de todos los sufrimientos y saber estar abiertos al diálogo y la participación pública. Estas serán las bases de la "hoja de ruta" de un Papa que sabe que España, pese a todo, sigue siendo un país clave para entender a la Iglesia y sus relaciones en el mundo. El primer papa que habla español no quiere que la gran nación hispana deje de hablar "en católico". En universal.
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