En las últimas semanas se han estado proyectando dos películas en España, Amén y El pianista, cuya conexión con la historia de este país ha sido, en general, olvidada por los medios de comunicación españoles.
Una, Amén, documenta la tolerancia del papa Pío XII al nazismo y a sus horribles crímenes, incluyendo el genocidio étnico contra judíos, gitanos y personas con discapacidades (mostrado también en la película El pianista) y el ideológico (en contra principalmente de socialistas, comunistas y anarquistas). Discutiendo con la gente joven sobre estas dos películas me sorprendió encontrar de nuevo el gran desconocimiento del papel importante que la Alemania nazi tuvo en la victoria del golpe militar en contra de la democracia española que se produjo en 1936 y en la configuración del Estado dictatorial que estableció, incluyendo sus aparatos represivos. No sabían, por ejemplo, que la Gestapo y la SS habían desempeñado un papel clave en el desarrollo de la policía política del Estado franquista. Ya en 1937, el general Franco había pedido ayuda (que fue concedida) al Gobierno alemán para que la Gestapo y la SS le ayudaran a establecer la policía política a semejanza de tales instituciones nazis. En reconocimiento a esta labor, Himmler, jefe de tales agencias de represión nazi (definidas por los tribunales de Núremberg como las «agencias más perversas, crueles y represivas conocidas en el siglo XX»), fue condecorado en 1939 con la Gran Cruz de la Orden Imperial del Yugo y las Flechas, y visitó España en 1940 (entre el 19 y el 22 de octubre). Su visita fue celebrada con especial afecto por las personalidades franquistas más próximas ideológicamente al régimen nazi, entre las cuales las más prominentes, según Ros Aguado («La Gestapo en España», en su libro La guerra secreta de Franco), eran Pilar y Miguel Primo de Rivera, García-Valdecasas, Manuel Aznar y Enrique Jiménez Arnau, quienes junto con otras 58 personalidades de aquel régimen patrocinaron una fiesta en su honor, el 20 de octubre de 1940, en el palacio que había sido el Senado durante la República. Himmler visitó también Barcelona, cuyo Ayuntamiento franquista le recibió con todos los honores, y visitó horas más tarde el monasterio de Montserrat, donde también fue recibido por el abad y la comunidad monástica en pleno.
El objetivo principal de la visita de Himmler a las autoridades políticas del régimen franquista fue la de firmar un convenio de colaboración que reforzara así la que había existido desde el año 1937 entre la Gestapo española y el régimen franquista. La Gestapo colaboró, por ejemplo, en el establecimiento de los campos de concentración franquistas, donde supervisó experimentos encaminados -según el director médico que dirigió tales experimentos, el doctor Vallejo-Nájera- a purificar la raza española eliminando el gen rojo. Tal personaje, director de los Servicios Psiquiátricos del Ejército franquista, había sido educado en la Alemania nazi. Escribió extensamente (en libros titulados Eugenesia de la Hispanidad y regeneración de la raza, Política racial del nuevo Estado, y otros) sobre la degeneración de la raza española, que según él había ocurrido durante la República, postura, por cierto, también adoptada por López Ibor, quien había sostenido que el prototipo hispano estaba genéticamente definido. A juicio de Vallejo-Nájera se necesitaba en la España franquista una regeneración racial, debido al incremento de «tarados» y «enfermos» (términos que él utilizó para definir a las personas con discapacidades y a las personas enfermas, incluyendo como enfermedad también cualquier postura crítica al régimen franquista). Llegó incluso a criticar a la profesión médica por conservar la vida de los «degenerados» (tal como señala Michael Richards en el capítulo «Purificar España», en su excelente libro Un tiempo de silencio). Vallejo-Nájera promovió así las ideas racistas y prácticas genocidas nazis indicando que la «regeneración de la raza impone una política de eliminación de todos los agentes físicos, psicológicos y morales que degeneren la raza», y consideró la eliminación física, a través de asesinatos políticos, como parte de esta purificación de la raza. Instruyó también a las mujeres jóvenes a no leer libros excepto los religiosos, y definió a las mujeres republicanas como la forma más extrema de degeneración de la raza. En realidad, muchos de los experimentos realizados en los campos de concentración nazis en Alemania fueron realizados antes por la Gestapo en los campos de concentración franquistas. Es más, muchas de las víctimas de tales experimentos en los campos de concentración nazis fueron españoles republicanos residentes en Francia que fueron deportados por la Gestapo a tales campos. Esos republicanos españoles fueron el mayor grupo de deportados (después de los judíos) que la Gestapo llevó desde Francia a los campos de concentración nazis. En tales campos se les conocía por su triángulo azul en sus uniformes. El 64% de ellos murió en esos campos. Otros muchos que no fueron deportados a los campos de concentración fueron enviados por la Gestapo a Alemania, donde trabajaron como esclavos, mientras que otros fueron detenidos y llevados por la Gestapo a España -como el presidente de la Generalitat, Lluís Companys-, donde fueron fusilados.
En cuanto a la película Amén, Constantin Costa-Gavras, su director, presenta a un papa Pío XII tolerante con el nazismo a fin de salvar los intereses corporativos de la Iglesia, pero lo muestra, sin embargo, con una cierta ambivalencia hacia el régimen de Hitler. Pío XII no tuvo, sin embargo, ninguna ambivalencia hacia el alzamiento fascista español y el establecimiento de la dictadura española (responsable de lo que Paul Preston ha definido correctamente como el Holocausto español), a la que bendijo como obra de Dios, aprobó su definición como Cruzada, condecoró al general Franco con la Orden Suprema de Cristo, la más alta institución vaticana, condecoración que le impuso el nuncio apostólico Antonicetti, ex delegado apostólico en la zona franquista durante el alzamiento militar. Pío XII, el Vaticano y la Iglesia española eran conocedores de las enormes atrocidades realizadas por el régimen español, del cual la Iglesia española formó parte esencial y contribuyó a su represión. Es una lástima que la cinematografía española no haya mostrado la actitud del Vaticano y de la Iglesia española hacia el franquismo.
Vicenç Navarro es catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad Pompeu Fabra.