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La Escuela en llamas

Los hechos ocurridos la semana pasada en Nueva Jerusalén, perteneciente al marginado municipio de Turicato nos recordaron los terribles efectos de la incontinencia de una de las más bajas pasiones humanas: el fanatismo, al ser incendiadas aulas de clases debido a la atávica pretensión de aniquilar la educación laica, por resultarles a algunos luciferina, pretendiendo en cambio instaurar sacerdotes del culto local como docentes.

Una vez más, la reducción al absurdo exhibe los conflictos del sector educativo michoacano, ya que las citadas acciones irracionales hicieron ostensible una larga cadena de ilícitos, laxitud y omisiones que merecen una minuciosa investigación y la irrestricta aplicación de la ley sobre todos aquellos que resulten responsables.

Lo lamentable es que solamente hasta que se convirtió del dominio público tal situación, apareció la autoridad. Pero los atropellos al derecho a la educación por parte de los pirómanos no son nuevos, ya que impidieron la apertura de escuelas durante 30 años. Durante todo este ciclo escolar, bloquearon el acceso a las aulas, por lo que más de 200 niños neojerusalenses debieron terminar sus estudios en casas particulares.

En esta comunidad, el laicismo, tanto a nivel educativo como intrapersonal –visto como la capacidad de tomar decisiones racionales desapegadas de nuestro propio fanatismo- está completamente en el olvido. Esto se manifestó con las acciones de los autodenominados “Guardias de Jesús y María”, quienes derrumbaron e incendiaron unas modestas aulas en uno de los más paupérrimos municipios de nuestra entidad.

Dimensionado con indicadores, Turicato es sinónimo de pobreza: 86.4% de los habitantes no tienen casa propia, ubicándose en el lugar 112 de 113 municipios. En cuanto a pobreza de capacidades, el 70.7% de los habitantes del municipio viven en esta situación, también ubicándolo en penúltimo lugar estatal, pero respecto a pobreza alimentaria, el 62.6% de la población municipal la padece, es decir, cinco de cada ocho turicatenses no tienen acceso a una alimentación adecuada. Por este porcentaje, este municipio es el último lugar estatal. Su Índice de Desarrollo Humano Municipal es de 0.6279, valor inferior al que poseen países como Bostwana, Guyana o Siria.

El municipio posee 5.89 años de escolaridad promedio, por debajo de los 7.42 estatales. Pero aún podemos descender mas: en Nueva Jerusalén se tiene un grado de escolaridad promedio de 2.5 años: 2.59 de escolaridad para los varones y 2.49 para las féminas. Esto en términos de ingreso significa que están purgando una condena de nunca ganar más de dos salarios mínimos mensuales en su vida. En Nueva Jerusalén el 26.88% de los habitantes es analfabeta. Dos de cada siete habitantes trabajan y solamente una de cada trece mujeres es económicamente activa.

En suma, Turicato es uno de los municipios más inhóspitos de nuestra geografía, en donde indicadores como la esperanza de vida, de ingresos y de educación son mucho menores al promedio estatal. Por lo complejo del fenómeno, una investigación de los sucesos lamentables de la semana pasada, además de las razones religiosas, habrá de deslindar motivaciones ideológicas, políticas, económicas, de pobreza, delincuenciales e incluso sindicales.

Los hechos de Turicato merecen repudio total, denigran al género humano y exhiben un Michoacán bronco, ignorante, sumido en el pensamiento mágico, que ha quedado sin seguimiento ni incorporación a la modernidad y sin posibilidad práctica alguna de progreso, por cuestiones de rentabilidad económica y costo político.

No aplicar escrupulosamente la ley ante la quema de aulas implica que se habrá sentado un precedente válido e impune para dirimir las diferencias en el ámbito educativo. Es totalmente inaceptable la extrapolación de esta barbarie a alguna más de las 12 mil escuelas en la entidad.

Para los feligreses de aquella localidad es pertinente recordarles que la bíblica Nueva Jerusalén no habrá de construirse quemando escuelas. El paraíso terrenal que pretenden es totalmente inconsistente con el analfabetismo y su respectiva condena a la miseria. El tema de que las escuelas son del demonio debe ser enviado al más oscuro rincón de nuestra historia.

Es válido que los padres de familia exijan se reconstruyan las aulas, pero no por mayoría ni por consenso. Así fuera un solo niño debería de atendérsele, debiendo prevalecer la Constitución por encima de todo alegato o porcentaje poblacional.

Esperemos que el 20 de agosto, como es el compromiso gubernamental, el jardín de niños, primaria y telesecundaria estén operando, en un clima de gobernabilidad, de estado de Derecho y con las mejores condiciones para los trabajadores de la educación.

Por ningún motivo, la autoridad deberá desatender las ingentes necesidades de la Nueva Jerusalén, sumergida en el más oscuro realismo trágico. No olvidemos de que a semejanza de la obra de Rulfo, en Turicato ya incendiaron a la escuela… pero quedan los alumnos.

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