El pasado 17 de marzo se presentó la llamada “Declaración de Madrid” contra la iniciativa socialista de una nueva ley del aborto (véase www.hazteoir.org/node/18344). Está firmada por “científicos, sanitarios y representantes de reconocido prestigio de diversas áreas de las Humanidades”, incluyendo a “la élite biomédica”, y se proclama como la “referencia de la opinión científica sobre el aborto”.
En esta Declaración, que no sólo va en contra de una nueva ley, sino del aborto en general, se comienza por rechazar la instrumentalización de la vida humana “al servicio de lucrativos intereses económicos ó (sic) ideológicos”. Confieso que estoy intrigado por saber cuáles son esos “lucrativos intereses”, tanto los económicos como los ideológicos. Pero lo esencial es que se reclama “una correcta interpretación de los datos de la ciencia en relación con la vida humana”, y se manifiesta el deseo de que se tengan en consideración una serie de “hechos”, que vienen expuestos en 12 apartados enumerados de la ‘a’ a la ‘l’. Mi intención aquí es comentar algunos de ellos brevemente y sin entrar en reflexiones morales de mayor calado. Para ello iré indicando con la letra correspondiente los apartados a que me refiero.
a) Lo primero que se dice es que “Existe sobrada evidencia científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación.” Debemos suponer que se quiere decir “la vida humana”, o, mejor aún, “una nueva vida humana”, pues evidentemente la fecundación se produce a partir de dos células ya vivas. Aunque también humanas (si es que hablamos de fecundación “humana”). También es evidente que la ciencia no nos va a decir a partir de qué momento el organismo en desarrollo tiene suficientes rasgos humanos para considerarlo una persona, cuándo provocar su muerte es un crimen…; la ciencia nos ofrece los datos objetivos, pero las valoraciones y decisiones morales están más allá de la ciencia. Dos aclaraciones más: que gracias a la biotecnología muchas células humanas podrían un día llegar a convertirse en seres humanos completos, pues tienen, como los cigotos, “la información genética… que determina la diferenciación celular”; y que el desarrollo no está determinado sólo por esa “información genética”.
b) Leer que el cigoto es la primera realidad “corporal” del ser humano me ha puesto mal cuerpo: ¿le podrá ocurrir esto a un cigoto? (¿un cigoto es un “cuerpo”?)
e) Se afirma que “Un aborto no es sólo la «interrupción voluntaria del embarazo» sino un acto simple y cruel de «interrupción de una vida humana».” Aquí se olvida que un aborto no es siempre una interrupción “voluntaria” del embarazo. Hay que recordar que se estima que más del 10 % de los embarazos acaban con un aborto espontáneo, natural, no “voluntario”… a no ser que se quiera pensar que están provocados por una “Voluntad” superior…
f) Se señala que “Es preciso que la mujer a quien se proponga abortar adopte libremente su decisión…” En primer lugar, aquí supongo que se quiere decir “la mujer que se proponga abortar”. En segundo lugar, ¿esto es un “hecho”, como se dice en el encabezamiento de estas afirmaciones? En realidad la lista de “hechos” está muy contaminada de apreciaciones y juicios morales, que son ajenos a la ciencia: se habla en el punto (e) de un acto “cruel”, en el (j) de una sociedad “fracasada y enferma”… Dejo al lector la fácil tarea de encontrar más ejemplos.
j) Aquí debe haber sencillamente un simple error de país, de época, o quizás incluso de especie. ¡¡Se habla de una “matanza” de cerca de 120.000 “bebés” al año!! La R.A.E. define “bebé” como “niño de pecho”, así que de entrada pensé que podían estar hablando de las atrocidades de la Alemania nazi, pero creo que ni entonces se llegó a eso… En nuestros días la afirmación debe aludir, sin duda, a la espantosa matanza de “bebés de foca” en Canadá.
l) Se afirma que “obligar a una joven a decidir sola… es… una forma clara de violencia…” ¡Desde luego que es execrable toda ley que “obligue” a cualquier persona –joven o no– a decidir sola!
Estoy seguro de que los científicos e intelectuales firmantes de la Declaración de Madrid (por algunos de los cuales tengo un gran aprecio, y no sólo intelectual) pueden ser capaces de exponer los “hechos” que crean relevantes sin tergiversarlos, y de distinguir mucho mejor entre hechos y valoraciones morales. En un tema tan serio deberían esforzarse más por conseguirlo.