Los obispos de la Iglesia Católica organizaron una eucaristía en Madrid que fue, en palabras de la Conferencia episcopal: “lo más radical que puede ofrecer la Iglesia, que es la esperanza en Jesucristo resucitado”.
La DANA del 29 de octubre ha dejado en muchas poblaciones valencianas (y en otros lugares) un reguero de muertes y de pérdidas materiales de proporciones catastróficas. La gestión del antes, del durante y del después del desbordamiento de los barrancos ha obligado a todos los actores sociales a posicionarse, a actuar tal y como piensan (y como son). Los responsables políticos, las organizaciones sociales y el conjunto de la ciudadanía se han mostrado al desnudo ante la sociedad.
Lamentablemente ha tenido que ser una tragedia de esta magnitud la que nos haya mostrado, con absoluta evidencia, la indiscutible ineptitud de Mazón y su equipo de gobierno. Esta ha sido la primera enseñanza que hemos aprendido. Y, por supuesto, que “dignidad” no rima con Mazón, aunque sí “dimisión”. Pero sin la primera rima, la segunda no puede tener efecto.
La Monarquía y la Iglesia tienen en común el haber perdido una ocasión única para demostrar que tienen alguna utilidad para los españoles
También nos ha sembrado una duda razonable sobre la decisión del gobierno central de dejar que Mazón dirigiera la emergencia post-DANA: ¿espíritu de colaboración con el gobierno valenciano dejando al margen rivalidades políticas o cálculo premeditado y maquiavélico del gobierno de la nación para obtener un rédito político? Me resisto a creer lo segundo, aunque con los aires que atraviesan la política, la colaboración entre instituciones de diferente sesgo ideológico es hoy pura ciencia ficción.
Por otro lado, podemos afirmar con absoluta seguridad que la ciudadanía valenciana (y no solo la valenciana, a juzgar por la movilización de muchos voluntarios del resto de España) se ha sentido interpelada por esta desgracia colectiva y que se ha vivido desde la empatía y la solidaridad. Voluntarios y voluntarias, donantes, ONGs y empresas particulares. Todas ellas han destinado recursos materiales, que es lo que precisamente necesitan los afectados, para aliviar en lo posible el sufrimiento de las personas damnificadas: alimentos, maquinaria, horas de trabajo, casas de realojamiento, ropa y un largo etcétera.
¿Qué otras instituciones se han significado con su actitud ante esta tragedia humana? Hay otros dos actores sociales cuya reacción ha sido exactamente la misma: dar apoyo moral a los afectados aunque ningún apoyo material. La monarquía ha venido a Valencia en varias ocasiones a ofrecer su apoyo “moral” (una de ellas con lluvia de barro sobre sus cabezas). Y volverán los monarcas a Valencia para asistir a la misa-funeral que organizará el arzobispado valenciano como homenaje a los 222 fallecidos. Nuevamente vendrán cargados de apoyo “moral” para los que han sufrido este drama. Pero ni una sola palabra sobre renunciar en favor de los afectados a parte alguna de los más de 8,4 millones de euros anuales del presupuesto de la casa real obtenidos de los impuestos de los españoles.
Cuando dispones de recursos económicos como los que disponen los monarcas y los obispos, ofrecer tan solo apoyo “moral” y “unos rezos” es, cuanto menos, una broma pesada
Por otro lado, los obispos de la Iglesia Católica organizaron una eucaristía en Madrid que fue, en palabras de la Conferencia episcopal: “lo más radical que puede ofrecer la Iglesia, que es la esperanza en Jesucristo resucitado”. Es decir, lo más, ¡lo más!, que pueden ofrecer los obispos es un rezo en apoyo a los damnificados. Promovieron una colecta entre los fieles para ayudar a los afectados, pero ese dinero salió del bolsillo de los fieles (no del de los obispos) que se convirtieron así en donantes particulares. Los obispos de la Iglesia católica reciben más de 12.000 millones de euros anuales de dinero público. Solo de la declaración de la renta, la Iglesia recibió 360 millones de euros en 2022. La Iglesia no paga impuestos, no paga IBI por ninguno de sus más de 100.000 inmuebles de que dispone entre catedrales, ermitas, pisos y locales (muchos de ellos alquilados y que, por cierto, alguno podrían ceder para los que se han quedado sin sus casas), garajes, terrenos, edificios de universidades, colegios y hospitales religiosos, jardines, edificios monumentales (de los que cobra entrada a los visitantes sin pagar impuestos por lo recaudado). Ni paga el IBI, como sí tendrán que hacer quienes han visto su casa inundada hasta el techo, ni muchos otros impuestos. Cada año a los obispos les sobra dinero del que reciben de nuestros impuestos y en lugar de devolverlo o repartirlo entre las personas necesitadas, deciden invertirlo en productos financieros para obtener el máximo de beneficios (122 millones en el banco en los últimos 5 años). Para mayor enjundia, los mismos obispos declaran que en 2022 no cedieron ni un solo euro a Cáritas del dinero recibido de la X de la renta. ¡Lo único que pueden ofrecer los obispos es una eucaristía y una misa funeral!
La Monarquía y la Iglesia, además de coincidir el próximo lunes 9 de diciembre en Valencia, en el funeral religioso por las víctimas de la DANA, tienen en común el haber perdido una ocasión única para demostrar que tienen alguna utilidad para los españoles. Una ocasión de oro para convencernos de que el pueblo sí les importa. Cuando dispones de recursos económicos como los que disponen los monarcas y los obispos, y te anuncias públicamente como una institución entregada a los súbditos o a los fieles, ofrecer tan solo apoyo “moral” y “unos rezos” es, cuanto menos, una broma pesada. Si, además, tenemos en cuenta que España es un Estado aconfesional, el hecho de que los monarcas se hayan dado tanta prisa en anunciar su presencia en la misa para dar su “apoyo” a los obispos que a su vez les invitan a “rezar”, y que todo esto se hará en Valencia el día 9 de diciembre, fecha en que se celebra el Día Internacional del Laicismo y la libertad de conciencia, entonces ya solo se puede interpretar como una auténtica burla.