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La comparación entre las Escuelas Laicas y las Escuelas religiosas por parte de Rafael Martínez en 1910

En varias ocasiones nos hemos acercado a la figura de Rafael Martínez y su importancia en la Historia de la educación en España desde una perspectiva laica y obrerista. En esta nueva oportunidad nos aproximamos a su análisis comparativo entre la escuela laica obrera y la religiosa, a propósito de la exposición de trabajos escolares realizados por los alumnos de la Sociedad Obrera de Escuelas Laicas Graduadas de Madrid en el verano de 1910. Rafael Martínez publicó, al respecto, una larga columna en El Socialista.

La exposición de dichos trabajos habría servido, siempre según su opinión, para que los compañeros y ciudadanos comprobasen las diferencias con lo que se hacía en las escuelas municipales y, especialmente, en las religiosas. Habrían comprobado en los trabajos y en los propios alumnos que se les preparaba para “una vida libre, racional, humanitaria y bella”. Los trabajos serían fruto de horas de “confortable bienestar en la escuela” y no de horas de aburrimiento. La libertad que disfrutaban los niños en estas Escuelas no les convertía en libertinos sino que era instrumento para trabajar mejor, deliberando sobre los ejercicios escolares, para comparar, criticar, inventar y consultar a sus profesores en perfecta convivencia; en fin, para tomar la escuela como un sitio de recreo, un laboratorio o taller de la propia vida, a donde acudían con puntualidad y con gusto, y donde nada se imponía sin que existiese la “autoridad brutal” que el maestro pudiera ejercer. Además, esos visitantes podían comprobar que la coeducación daba magníficos resultados frente a lo que decían sus enemigos, porque los alumnos de ambos sexos se prestaban ayuda mutua, había “compañerismo fraternal”, como un medio fundamental para que se convirtieran en ciudadanos.

En conclusión, las Escuelas Laicas Graduadas ofrecían una educación completa, y los futuros ciudadanos salían de las mismas sabiendo razonar, abstraer, generalizar y con una voluntad dirigida a hacer el bien.

En comparación, se preguntaba qué ocurría en las escuelas religiosas. Según Martínez los niños asistían como a remolque a las mismas, debido al sistema “rutinario y fanático” que empleaban. Los niños asistían obligados, no por su propia voluntad, y siempre que se presentaba una oportunidad hacían “novillos”, es decir, faltaban a clase, como un ejemplo de instinto de conservación. En estas escuelas pasaban “mortales horas” de aburrimiento, donde nadie se movía sin permiso del maestro, siempre temiendo el castigo.

En las escuelas religiosas se ponían obstáculos a la inteligencia por sus procedimientos dogmáticos y las lecciones del catecismo, destructores de la razón, generándose un desequilibrio en los alumnos al comparar las verdades científicas con las “misteriosas y absurdas cuestiones religiosas”.

De esas escuelas salían los alumnos pendencieros, llenos de hipocresía y “embotamiento mental”, y no se les preparaba para comprender el bien, generando conflictos internos.

Hemos consultado el número 1274 de El Socialista de 12 de agosto de 1910.

Podemos consultar los trabajos de este autor, “Rafael Martínez y la apertura del curso de las Escuelas laicas de 1915: educación versus instrucción”, en El Obrero (febrero de 2019), y “Rafael Martínez y la enseñanza racionalista”, también en El Obrero (marzo de 2019).

Eduardo Montagut Contreras. Historiador

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