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La ciencia: ¿Ha vencido a la Biblia?

Las publicaciones Atalaya y Despertar de los testigos de Jehová se han convertido desde hace unos años en un medio de ataque constante a la ciencia, promoviendo el diseño inteligente, haciendo declaraciones que son medias verdades, mentiras flagrantes o citas descontextualizadas.
En el mes de junio de 2015 la revista Atalaya ha dedicado su artículo central a defender el libro – colcha de retazos llamado Biblia con un artículo que ha titulado «La Ciencia: ¿Ha vencido a la Biblia?»
En Sindioses.org hemos decidido analizar este escrito con base en la evidencia y la racionalidad.
El especial de esta revista consta de cuatro partes. Una inicial que habla sobre los logros de la ciencia, otra que habla de los hechos cientificamente probados de la ciencia, luego se habla de las limitaciones de la ciencia, y por último de los consejos que la ciencia no puede dar.
Los logros de la ciencia

«Los científicos de hoy siguen expandiendo sus horizontes y estudiando cada vez más a fondo el universo y la naturaleza. Los físicos nucleares escudriñan el átomo para descubrir mecanismos ocultos, y los astrofísicos se remontan miles de millones de años en la historia para averiguar cómo surgió el universo. Pues bien, algunos piensan que con ese estudio tan profundo de cosas abstractas y hasta invisibles, ya se debería haber podido demostrar la existencia del Dios de la Biblia.»

Es cierto, de haber un dios que mueve los hilos o que los puso a andar el engranaje debería haber pruebas de ello. No obstante, la naturaleza no muestra indicios de que así fuera. Tomemos por ejemplo la formación de los planetas, a partir de nubes de gas, ridiculizado por los fundamentalistas, es algo que se ha podido evidenciar por pruebas indirectas como los restos de meteoritos, o por la observaciones del telescopio Kepler, que ha permitido abrir el panorama de los planetas extrasolares. La formación de los planetas es el resultado de la acción de la gravedad y puede dar lugar a gigantes gaseosos, planetas rocosos cercanos a su estrella y por lo tanto ardientes y carentes de posibilidad de vida, o lejanos de sus estrellas y sin posibilidad de albergar agua líquida. No hay un dios o dioses moviendo los planetas a las zonas de habitabilidad (zonas donde el agua líquida y demás condiciones para la vida son propicias).

«Hay científicos y filósofos muy conocidos que llevan este razonamiento un paso más allá. Según el escritor Amir Aczel, promueven “un argumento científico en contra de la existencia de Dios”. Por ejemplo, un físico de fama mundial afirmó que “la ausencia de pruebas que apoyen la existencia de un Dios que juegue un papel significativo en el universo es una prueba irrefutable de que tal dios no existe”. Otros dicen que creer en los actos del Dios de la Biblia es como creer en “magia” y que la ciencia ha de ser liberada de cualquier “entresijo sobrenatural”.

Sin duda que ciencia ha de estar despojada de los cuentos de hadas de la Biblia, del Corán, el Libro de Mormón o del Popol Vuh. Una característica esencial del buen científico es que ha de dejarse guiar por la evidencia, y hay que aceptar los hechos a pesar de las creencias populares reinantes. De no ser de esta manera aún creeríamos en que somos el centro del Universo, que las epidemias son castigo de dios, que somos muñecos de barro con un soplo mágico y que los terremotos señales del segundo advenimiento de Cristo.
Imaginen por un momento que se hubiese encontrado que la vida no se pudiera reducir a moléculas, o que las moléculas orgánicas no se pudiesen sintetizar a partir de inorgánicas, o que quizás las leyes de la termodinámica no se aplicasen a los seres vivos; Que la mente y la conciencia no se pudiera explicar en términos de neuronas, redes neuronales y neurotransmisores, que el Universo estuviese repleto de mundos habitados que comparten el mismo relato de creación y el inmenso espacio no fuera algo «desperdiciado». Los hechos serían muy abrumadores a favor de la hipótesis de dios. Si a lo anterior sumáramos que cada vez que los humanos tenían cuestiones que debatir: aborto, transgénicos, matrimonio gay, divorcio, etc. se convirtiera el cielo azul en una nítida pantalla gigante con una transmisión del dios Jehová, de Ganesha o del emperador Xenú, con sus claras y precisas instrucciones, la cuestión de dios estaría totalmente zanjada. Sería un hecho real, un hecho científico. Pero el mundo se comporta precisamente como si el presunto Omnipotente y misericordioso dios no existiese.

«Ahora bien, nos deberíamos preguntar: ¿ha obtenido la ciencia suficiente información sobre el universo como para llegar a conclusiones tan tajantes? La verdad es que no. Pese a que ha habido tremendos progresos, muchos científicos reconocen que hay interrogantes que no se han resuelto o que jamás se podrán resolver. Steven Weinberg, premio Nobel de Física, dijo: “Nunca llegaremos al fondo de las cosas”. El profesor Martin Rees, astrónomo real de Gran Bretaña, escribió: “Hay cosas que los humanos nunca entenderemos”.

Uno de los deportes favoritos de los testigos de Jehová, o mejor, de sus redactores en Brooklin, Nueva York, es la de sacar de contexto a los científicos a los que cita. Weinberg, que es físico y también ateo nunca afirmó que el no conocer todos los aspectos de la naturaleza implica que el dios Jehová existe. Los testigos utilizan las declaraciones de Weinberg y Rees para inducir que en lo que no se puede explicar está… ¿cómo no haberlo adivinado?: Dios. Y no cualquier dios. El dios Jehová, el que adoraron antiguos semitas y que por vueltas de la historia terminó siendo el de Occidente.
En verdad la religión adora las tinieblas intelectuales. Entre menos se conozca de la naturaleza más se puede achacar a dios o a los dioses. Y por lo tanto más poder tiene el clero. La cúpula o «Cuerpo gobernante» de los testigos de Jehová en Nueva York no son la excepción.
La tesis presentada por los Testigos de Jehová es que debe conocerse todo la naturaleza para poder concluir si hay un dios o no. Y puesto que el conocimiento total y absoluto es imposible se concluye que existe Jehová. Pues bien, las cosas no son así. Con el conocimiento que se tiene si se pueden decir muchas cosas sobre nuestro mundo, su estructura composición y la evolución de nuestro Universo, sistema solar y de la vida en este planeta.
Sabemos muy bien que, por ejemplo, los mamíferos nos originamos de un linaje de reptiles que tenían una doble articulación de la mandíbula con el cráneo. El linaje de los mamíferos estuvo opacado por el auge de los dinosaurios y tan solo cuando se dio la gran extinción de finales del Cretácico, hace 65 millones de años, los mamíferos evolucionaron llenando los nichos ecológicos vacíos. Sabemos con gran seguridad que los animales nacían y morían antes que cualquier organismo se pudiera llamar humano. La idea de que la muerte llegó tras la desobediencia a un dios semita es un cuento de hadas. La muerte, incómoda para nosotros, no se explica por cuentos de fantasía de la Biblia, sino que es la consecuencia de redes tróficas, la enfermedad, los parásitos, el acortamiento de los telómeros del ADN, y el daño celular que el mismo oxígeno que nos permite energía provocan en el cuerpo.
«Lo cierto es que todavía queda mucho por saber del mundo que nos rodea, tanto de la diminuta célula como del vasto universo. Por ejemplo: Los biólogos no acaban de entender qué ocurre exactamente dentro de las células: cómo procesan la energía, cómo producen las proteínas y cómo se dividen. Estas son cuestiones que la ciencia no ha resuelto del todo.»
¿De verdad no comprendemos cómo se obtiene la energía celular? Es cierto que hay trabajos de biólogos moleculares que están trabajando en la estructura de enzimas, se descubren organismos extremófilos que obtienen energía de fuentes diferentes del Sol. Pero quien sepa algo de bioquímica sabe que la declaración de los Testigos de Jehová es absurda. Si la hubieran hecho en 1840 tendría más sentido que ahora.

¿Y qué de lo mucho qué si sabemos? Sabemos que una de las proteínas que permiten la obtención de energía en las células es el citocromo C. Esta molécula, que posee un ión de hierro permite transferir electrones en las mitocondrias. Levaduras del pan, ratas, chimpancés, testigos de Jehová y ateos tenemos en nuestras mitocondrias esta proteína. Como todas las proteínas están constituidas por una secuencia de aminoácidos (el citocromo C consta solo de un polipéptido lo que la hace más sencilla). Un creacionista pensaría que esta molécula, tan ampliamente presente en el mundo viviente es exacta entro lo que llamaría «creaciones de dios». No obstante, las secuencias de aminoácidos cambian entre los citocromos C de humanos, monos, lemures, conejos, etc. ¿Por qué?. Bueno, las secuencias de los aminoácidos están determinadas por los genes y los genes que están formados por ADN pasan de generación en generación. En ocasiones, cuando el ADN se duplica para las células hijas, ocurren cambios en las secuencias del ADN. Es decir, ocurren mutaciones. Muchos cambios en los aminoácidos del citocromo C no alteran su funcionamiento, lo que permite que las mutaciones pasen entre los linajes. Pues bien, de los 104 aminoácidos que forman el citocromo C entre humanos y monos rhesus solo hay un aminoácido de diferencia, y entre humanos y caballos las diferencias son ya doce. Una proteína que cambia tan poco, es una proteína con una evolución lenta, pero los cambios entre los diferentes linajes es congruente con el registro fósil y la anatomía comparada. Una prueba molecular de la evolución biológica que los testigos de Jehová niegan.Piense por un momento que un dios omnisapiente creó el citocromo c. ¿Para que rayos poner sus secuencias a variar en un patrón que asemeja el de la descendencia con modificación? ¿No sería más sensato que todos los seres tuvieran la molécula citocromo c con las mismas secuencias si fue creado por un ser diseñador?

La búsqueda de vacíos continua:

«La gravedad nos afecta cada segundo de cada día, y aun así sigue encerrando ciertos misterios. Los físicos no tienen claro cómo la gravedad tira de nosotros cuando saltamos o cómo mantiene a la Luna en su órbita alrededor de la Tierra.»

La gravedad, una interacción fundamental de la materia, fue definida por Newton como una fuerza a distancia, pero luego Einstein la interpretó como una curvatura del espacio-tiempo que realizan los cuerpos con masa. El afirmar que no sabemos como se mantiene la Luna es su órbita es absurdo. La ley de la gravitación universal lo permite explicar. Sin duda, que hubo datos que no se pudieron explicar con la ley de gravitación, pero que fueron luego mejor comprendidos por la relatividad especial de Einstein, pero, en ningún momento nos hemos topado con ángeles frenando o acelarando planetas o asteroides. Los científicos cuando encuentran un fenómeno sin explicación emprenden una nueva aventura de investigación, los creyentes por su parte, se encogen de hombros y dicen que es su dios. Esta segunda opción no nos lleva a ninguna parte.
Y siguen…

«Los cosmólogos estiman que un 95% de lo que compone el universo es invisible y no se puede medir con instrumentos científicos. Dividen este componente desconocido en dos categorías: la materia oscura y la energía oscura. ¿En qué consisten? Nadie lo sabe.»

¿Y qué pretenden qué creamos? ¿Qué la materia oscura es el velo de Jehová? Sin duda la materia oscura permitiría comprender la velocidad de rotación de las galaxias. Su existencia fue propuesta en 1933 por el astrónomo Fritz Zwicky. La materia oscura no emite suficiente radiación electromagnética para ser detectada, de allí su nombre de oscura. Sobre este tema cientos de físicos están trabajando en el mundo. El hecho que poco se comprenda ahora sobre la materia oscura no significa que lo será así para siempre. Antes de 1781 el planeta Urano no era considerado un planeta, pero gracias al telescopio Sir William Herschell lo descubrió. Grandes telescopios nos han permitido catalogar una cantidad cada vez de planetas extrasolares e incluso mapear el Universo. Así pues lo que se desconoce en la ciencia siempre ha estado, pero el trabajo de la ciencia es justamente en ampliar el territorio. Correr la frontera. En este momento la energía y la materia oscura son la frontera. El que no se sepa que es la materia oscura del todo, así como la energía oscura, no es prueba de que el Universo tenga duendes, hadas o dioses escondidos en algún rincón del Cosmos.
Luego viene esto:

«Y aún quedan muchos otros misterios científicos sin descifrar. Un famoso neurólogo reconoce: “Nuestra ignorancia supera con creces a nuestro conocimiento. Creo que para un científico, la curiosidad y la capacidad de asombro deben primar sobre el dogmatismo”.

Sin duda que lo que desconocemos es mayor que lo que conocemos. Pero eso no significa que por ello la hipótesis de dios sea correcta. La ciencia no es dogmática. De hecho revisa sus conclusiones una y otra vez. Cuando las explicaciones no concuerdan con los hechos se revisan las explicaciones. Los nuevos enfoques se analizan a la luz de experimentos o nuevas observaciones. Por ejemplo, Einstein  afirmó, basado en la teoría de la relatividad, que si un rayo de luz pasa cerca de una gran masa (como el Sol) será atraído por éste y lo desviaría de su trayectoria rectilínea. La desviación calculada daba un ángulo de 1,75 segundos de arco en un rayo que luz que pasar rozando el Sol. La oportunidad para demostrar esto ocurrió con el primer eclipse del siglo XX.

Para ello se observó cuanto se curvaba la luz de una estrella cista posterior al Sol. La única manera de tener un haz de luz de esta estrella sin que se confundiese con la del Sol era durante un eclipse. Por ello se aprovechó este. Dos equipos de astrónomos, uno en Brasil y otro en Santo Tomé y Príncipe, realizaron mediciones independientes y comprobaron la curvatura del espacio-tiempo predicha por la teoría de la relatividad. Así funciona la ciencia, poniendo a prueba las hipótesis. Solo sobreviven las que son congruentes con las observaciones.
Nada más lejos de lo que ocurre en el mundo religioso. Las predicciones de la religión cuando no se cumplen se buscan matizar con cambios de la voluntad de su dios o reinterpretando las presuntas profecías. Los testigos de Jehová predicaron el Armagedón – la mítica batalla final entre el bien y el mal- para 1914. Como esto no ocurrió re interpretaron la profecía. Dijeron que Jesús había regresado de manera invisible. Luego, predijeron el final para 1975, pero nada pasó. Más les valdría si pusieran en práctica la metodología escéptica de la ciencia. ¿Quienes son en verdad los dogmáticos?
Como lo afirmaba el genial Carl Sagan:

«Sólo las ideas que pasan por rigurosos filtros salen y son criticadas por el resto de la comunidad científica. A veces ocurre que las ideas que son aceptadas por todo el mundo resultan ser erróneas, o al menos parcialmente erróneas, o al menos son reemplazadas por ideas de mayor generalidad. Y, aunque, por supuesto, existen algunas pérdidas personales (vínculos emocionales con la idea de que tú mismo has jugado un papel inventivo), no obstante la ética colectiva es que, cada vez que una idea así es derribada y reemplazada por algo mejor, la misión de la ciencia ha salido beneficiada. En ciencia, ocurre a menudo que los científicos dicen: «¿Sabes?, ése es un gran argumento; yo estaba equivocado.» Y luego cambian su mentalidad y jamás se vuelve a escuchar de sus bocas esa vieja opinión. Realmente hacen eso. No ocurre tan a menudo como debiera, porque los científicos son humanos y el cambio es a veces doloroso. Pero ocurre a diario. No soy capaz de recordar la última vez que pasó algo así en la política o en la religión. Es muy raro que un senador, por ejemplo, responda: «Ése es un buen argumento. Voy a cambiar mi afiliación política.»

 Continúan los testigos:

«Así que si usted piensa que como la ciencia tiene ya todas las respuestas, se puede dejar de creer en Dios y en la Biblia, recuerde que los científicos, con todos sus potentes instrumentos de investigación, solo han conseguido un conocimiento limitado del mundo que nos rodea. Es interesante lo que comenta la Encyclopedia Britannica al final de un largo artículo sobre la historia y el desarrollo de la astronomía: “Hoy, después de casi cuatro mil años de astronomía, el universo es tan incomprensible para nosotros como lo debió haber sido para los babilonios”. Entonces, ¿qué debemos hacer con los asuntos que la ciencia no ha alcanzado a descifrar? ¿Descartarlos sin más?»

Es verdad que la ciencia no tiene todas las respuestas, pero muy probablemente tiene que ver que no tenemos aún toda la ciencia, que el cristianismo retrasó a la humanidad por más de diez siglos, que muchas mentes brillantes terminan estudiando estupideces como la teología, astrología, homeopatía, y que miles de millones de dólares se destinan a construir iglesias, mezquitas y sinagogas. Se debe también a que miles de personas ven sus mentes nubladas por la Biblia y el Corán, y por revistas como el Despertar y el Atalaya.
La cita de la Enciclopedia Británica en la que afirma que nuestro conocimiento sobre el Cosmos es similar a la de los babilonios es tendenciosa. Busca que el lector crea que la ciencia poco ha aportado, y bueno, si estamos igual que los babilonios, quizás es prudente darle el beneficio de la duda a los predicadores de la Biblia y su revista Atalaya. Pero cualquier persona que sepa de astronomía sabrá lo mucho que hemos avanzado respecto a los babilonios. Los antiguos habitantes de Mesopotamía creían que el mundo era el centro del Universo y gobernado por dioses de los cielos. Los astros tenían poderes mágicos y nada que hablar de nebulosos, galaxias, agujeros negros, pulsares y quasares.
Los testigos de Jehová respetamos el derecho de cada uno a decidir sobre este asunto. Nos esforzamos por seguir este consejo bíblico: “Llegue a ser conocido de todos los hombres lo razonables que son ustedes” (Filipenses 4:5). Le invitamos a examinar con mente abierta los puntos que la Biblia y la ciencia tienen en común y cómo se complementan.
Afortunadamente respetan. No obstante a los niños nacidos en su seno les lavan el cerebro con las revistas ya mencionadas. En curioso cómo estos señores, y otros fundamentalistas bíblicos se empeñan en que su libro-colcha de retazos es un libro válido de ciencias.
Una de las más fuertes necesidades del mundo es la de tener gente con razonamiento crítico. Gente que pida evidencias para creer y que encare a los charlatanes que se lucran de vender humo. Las ideas no se deben respetar por que si, solo por ser ideas religiosas. Las ideas que se aceptan sin evidencias pueden ser muy peligrosas. Por eso la religión es nociva para la humanidad. Hace falta más escepticismo.
Los testigos piden analizar con «mentalidad abierta la Biblia» Pues bien, la debemos tener lo suficientemente abierta para comprender la metodología de trabajo de la ciencia, porque de lo contrario, teniéndola muy estrecha solo terminaríamos fiándonos de un libro al que nos habrían adoctrinado a venerar como verdad revelada. De hecho, por analizar los puntos de la Biblia con la mente abierta es que muchos de nosotros ya no somos teístas.
Hechos científicamente probados y la Biblia

 
Dicen los Testigos de Jehová:

«La Biblia no es un libro científico. Sin embargo, contiene afirmaciones exactas sobre asuntos que podrían interesar a los científicos de hoy. He aquí algunos ejemplos.

Edad del universo y de la Tierra

Los científicos calculan que la Tierra tiene unos 4.000 millones de años y que el origen del universo tuvo lugar entre 13.000 y 14.000 millones de años atrás. La Biblia no pone fecha al origen del universo. Tampoco dice en ninguna parte que la Tierra solo tenga unos pocos miles de años. El primer versículo de la Biblia dice sencillamente: “En el principio Dios creó los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). Así, abre la puerta para que los científicos determinen la edad del universo y la Tierra utilizando leyes y principios probados.»

«La Biblia contiene afirmaciones exactas», en realidad no. La confiabilidad de las explicaciones científicas está dada por la forma como son acordes con los hechos y tiene un fuerte componente matemático. Lejos está la Biblia de ofrecer explicaciones con la rigurosidad propia de la ciencia. He aquí una mentira de los testigos.

«Asi, [La Biblia] abre la puerta para que los científicos determinen la edad del Universo y la Tierra». ¿Perdón? La ciencia no necesita que la Biblia, el Corán o el libro Dianética le abra o le cierre la puerta. En otras palabras, lo que le dicen los testigos al lector es que hay campos que la ciencia puede investigar y otros que no según contradigan o no a la Biblia. Esto es absurdo.

Encontramos también un ejemplo de aceptación acrítica de las ideas. Si un testigo de Jehová hubiese sido adoctrinado entre los adventistas o los bautistas no aceptaría que la Tierra tenga millones de años. Tan solo seis mil años. La razón es que la Biblia no abre la puerta a esta posibilidad. ¡El mismo argumento de los Testigos de Jehová! Lo que sucede es que los directivos de los Testigos, denominados «El Cuerpo Gobernante» dijo que cada uno día de los días de la creación mítica se puede interpretar como largos períodos de tiempo.
En otro artículo de los Testigos (Marzo de 2014) se dice:

Cada uno de los seis días creativos de Génesis pudo haber durado miles de años.
Cuando comenzó el primer día, Dios ya había creado el universo y la Tierra.
Todo parece indicar que los seis días creativos fueron largos períodos de tiempo durante los que Jehová preparó nuestro planeta para ser habitado por el ser humano.

Dejaremos lo de «preparar la Tierra para el ser humano» para más adelante. No obstante nótese que detrás de la argumentación religiosa está la fe en lo que dicen o interpretar sus líderes religiosos. No en vano llaman a sus líderes pastores y los conversos en ovejas rescatadas. Bien lo expresó Nathan Homer Knorr, presidente de los Testigos de Jehová de 1942 – 1988:

“Hermanos, pueden argumentar lo que quieran, pero cuando alguna cosa llega al sexto piso (de la sede central en Nueva York.), es verdad”.

Curiosamente otros creyentes se oponen con Biblia en mano a que se acepte que la Tierra tiene más de seis mil años. Por ejemplo la señora Elena G. de White cofundadora de otra religión milenarista, el adventismo, afirmó:

«Cuán a menudo se revisan o desechan las supuestas deducciones de la ciencia; con qué prontitud se añaden o quitan millones de años al supuesto periodo de desarrollo de la Tierra; y cómo se contradicen las teorías presentadas por diferentes hombres de ciencia; cuándo se considera esto, ¿consentiremos nosotros, por el privilegio de rastrear nuestra ascendencia a través de gérmenes, moluscos y monos, en desechar esa declaración de la Santa Escritura, tan grandiosa en su sencillez, ‘y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo crió’? ¿Desechamos el informe genealógico más magnífico que cualquiera atesorado en las cortes de los reyes: ‘hijo de Adán, hijo de Dios’?»  Educación, pág. 126.

Los creacionistas de Tierra joven (que solo admiten seis mil años) y los Creacionistas de Tierra vieja, como los Testigos de Jehová caen en la falacia de autoridad o ad vericundiam. Al depositar sus confianza en su Biblia, sea cual sea su particular interpretación, cierra los ojos a las evidencias.

La edad de la Tierra la sabemos gracias a técnicas de fechado radiométrico al examinar la descomposición de hafnio 182 en tungsteno 182. Según estos datos la edad de la Tierra es de 4470 ± 1% millones de años. Nos quedamos sin saber las «afirmaciones exactas sobre asuntos que podrían interesar a los científicos de hoy» anunciadas por los Testigos de Jehová.

Continúan los Testigos de Jehová:

Preparación de la Tierra para la vida humana

En el capítulo 1 de Génesis se describe de manera sencilla el proceso de preparación del planeta para la vida y se utiliza el término díapara marcar las diferentes etapas que llevaron a la aparición de los seres humanos. La Biblia no especifica la duración de cada uno de los seis “días”. Los científicos de hoy pueden estudiar lo que ocurrió en esas etapas y calcular su duración. Pero no hay duda de que cada “día” duró mucho más de veinticuatro horas.

Aquí hay dos errores: el primero que la Tierra no fue preparada por un mago celestial para ser habitable, y número dos que la Tierra no fue preparada «para» el ser humano. Analizaremos esto con más detalle.
Imagina que tienes un paquete de arvejas o guisantes y en el piso una superficie en la que hay una zanja pequeña. Lanzas las arvejas al suelo y de todas las que lanzaste, quizá unas 400, algunas quedarán en la zanja. Las arvejas que quedaron allí no fueron preparadas o predestinadas para quedar allí. Simplemente al ser tantas, algunas o alguna tendría la probabilidad de quedar en la zanja.Algo similar ocurre con los planetas. Existen miles de millones de estrellas, y muchísimos más planetas. Algunos de ellos en su formación quedarían en la denominada zona de habitabilidad. Esta zona es aquella en la que está a la distancia adecuada para contener agua líquida.

En nuestro Sistema Solar tres planetas empezaron de manera similar: Venus, Tierra y Marte. Venus terminó siendo un infierno por la densa atmósfera que genera un elevadísimo efecto invernadero, Marte llegó a tener agua líquida, pero su atmósfera delgada y la falta de vulcanismo conspiraron para detener el agua líquida en superficie. Entran en juego también otros factores como la forma de la órbita alrededor del Sol que ha sufrido de «estirones» o «acortamientos» con el tiempo. Todo lo anterior es parte de las muchísimas posibilidades en la historia planetaria.

Contamos la historia porque somos, por ahora, el único planeta conocido en el que las condiciones fisicoquímicas para la vida se dieron. De no haberse dado nadie hablaría del presunto hogar creado para los humanos.

La segunda afirmación de los Testigos – y creacionistas en general- es que la Tierra fue hecha para el ser humano. Una revisión a la historia de la vida nos muestra que esto no es cierto.

De los 4.470 millones que tiene la Tierra, hubo que «esperar» casi mil millones de años para las primeras formas de vida. Que en su forma celular fueron bacterias. De hecho este planeta, más que de los humanos siempre ha sido de las bacterias. Los humanos somos unos recién llegados, que no tenemos siquiera un millón de años. Tan solo medio millón.
La historia de la vida no es la de la saga que debía culminar con los seres humanos. Por el camino hubo cinco grandes extinciones masivas que cambiaron bruscamente el curso de los acontecimientos.
Hace unos 530 millones de años los mares de la Tierra contenían representantes de los principales grandes grupos de animales (Phylum). Entre ellos estaba nuestro grupo, el de los cordados. Pero no se trataba de inteligentes delfines, veloces peces espada o ágiles pingüinos. Se trataba de un pequeño animalito, parecido a un gusano, de unos cinco centímetros de longitud al que se ha denominado Pikaia gracilens. Este era uno de los representantes de los cordados (animales con notocorda, cordón nervioso dorsal, hendiduras faringeas y cola postanal). Si estos cordados hubiesen desaparecido de la Tierra, como ocurrió, con otros grupos presentes en ese momento, nunca habríamos estado los humanos en el planeta. Como lo cuenta el paleontólogo Stephen Jay Gould:

«Si Pikaia no sobrevive (…), somos barridos de la historia futura: todos nosotros, desde el tiburón al petirrojo y al orangután (…). Y así, si usted quiere formular la pregunta de todos los tiempos (¿por qué existen los seres humanos?), una parte principal de la respuesta (…) debe ser: «Porque Pikaia sobrevivió a la diezmación de Burgess Shale». Esta respuesta no menciona ni una sola ley de la naturaleza; no incorpora afirmación alguna sobre rutas evolutivas previsibles, ningún cálculo de probabilidades basado en reglas generales de anatomía o de ecología. La supervivencia de Pikaia fue una contingencia de la «simple historia». No creo que se pueda dar una respuesta «superior», y no puedo imaginar que ninguna resolución pueda ser más fascinante. Somos la progenie de la historia, y debemos establecer nuestros propios caminos en el más diverso e interesante de los universos concebibles: un universo indiferente a nuestro sufrimiento y que, por lo tanto, nos ofrece la máxima libertad para prosperar, o para fracasar, de la manera que nosotros mismos elijamos” La vida maravillosa.

Entre hace unos 7 y 5 millones de años el clima en la Tierra cambió, y las selvas densas que cubrían el África dieron paso a las sábanas. En ese ambiente un grupo de homínidos que podían desplazarse en campo abierto estuvieron bajo fuertes presiones de selección y darían origen al género humano tan solo hace dos millones de años. ¿Qué causó el cambio de clima? No lo fue el soplo de Jehová o de Thor, fue la formación de casquetes de hielo sobre la Antártida, el cambio de las corrientes marinas y esto a su vez fue fruto del movimiento de las placas de corteza terrestre en su deriva sobre el manto y el cambio de forma de la órbita terrestre. Todos ellos eventos naturales, pero que tuvieron hondo impacto en la vida sobre la Tierra. De no haberse dado esos cambios sobre el clima africano y este siguiese teniendo densas selvas húmedas desde el Atlántico hasta el Índico, nuestra familia homínida estaría solo compuesta por grandes simios.
El colmo del creacionismo es la negación o la ignorancia de los datos, pero su fortaleza para arraigarse está en el deseo humano de querer sentirnos especiales. De hecho somos organismos muy especiales, pero mentiríamos si decimos que el mundo se hizo para nosotros.
Si un dios hubiese creado la Tierra con el exclusivo propósito de que fuera para los humanos ¿para qué dejarla más de cien millones de años dominada por dinosaurios? ¿Quería dios entretenerse con la lucha por la supervivencia? ¿Por qué los vaivenes de las cinco grandes extinciones y los linajes que se extinguieron sin dejar descendencia? Esta misma duda la expresaba la activista atea Greta Christina:

«Si dios fuera lo suficientemente potente como para retocar mágicamente con el proceso de la evolución, de manera totalmente indistinguibles las causas de los efectos naturales por qué no iba a ser lo suficientemente potente como para hacer llegar a la humanidad a la existencia de un «zumbido»? Si dios fuera lo suficientemente inteligente como para saber con precisión cómo configurar los parámetros de la existencia para que miles de millones de años más tarde se desarrollase en vida humana consciente – por qué no sería lo suficientemente inteligente como para hacerlo de una manera que evitase la ineficiencia, los horribles procesos violentos a través de los cuales la evolución se ha desarrollado y se continúa desarrollándose?»

Volvamos a la revista Atalaya y las presuntas declaraciones bíblicas que verifican su veracidad en ciencia:
La fuerza que sostiene la Tierra
La Biblia dice que la Tierra está suspendida en el espacio (Job 26:7). No menciona nada parecido a los populares mitos de la antigüedad que decían que el planeta descansaba sobre los hombros de un gigante o sobre unos elefantes apoyados en una enorme tortuga. Fueron los científicos quienes averiguaron cómo se sostiene la Tierra. Nicolás Copérnico y Johannes Kepler plantearon que los planetas giran alrededor del Sol llevados por una fuerza invisible. Unas décadas más tarde, Isaac Newton demostró que la gravedad controla el movimiento de los objetos en el espacio.
Medias verdades y ocultamiento de datos claves.
El texto de Job dice que la Tierra cuelga sobre la nada. Aunque esta «nada» difícilmente es lo que entendemos ahora por espacio, que a su vez está enlazado con el tiempo. Es cierto que los hebreos no creían que la Tierra reposara en los hombros de Atlas o sobre cuatro elefantes que a su vez se posan sobre una tortuga, como los hindúes, el modelo bíblico dista de ser científicamente correcto.
Olvidan los testigos de Jehová que Copérnico no publicó su obra «Sobre el movimiento de las esferas celestiales» en vida, justamente porque sabía que el modelo heliocéntrico le valdría grandes conflictos con la Iglesia por ser contrario a la Biblia.
La Tierra, según la Biblia, es un disco plano, en el Apocalipsis ya se muestra plana como una tabla de mese con cuatro ángulos, sobre las aguas «del abismo» con una cúpula con las estrellas allí incrustadas y más agua sobre esta. (Ver imagen). La Tierra para la Biblia está inmóvil y el Sol, la Luna y las estrellas se mueven alrededor de ella.
En el mítico milagro en el que el dios Jehová detiene el Sol para facilitar una masacre de los israelitas se cuenta que:

«El día en que Dios les dio la victoria sobre los amorreos, Josué oró a Dios, y delante de todos los israelitas exclamó: «Sol, no te muevas; quédate en Gabaón. y tú, luna, espera en el valle de Aialón.» Josué 10: 12

  Más sobre el movimiento del Sol alrededor de la Tierra:
«Por toda la tierra salió su voz, Y hasta el extremo del mundo sus palabras. En ellos puso tabernáculo para el Sol; Y éste, como esposo que sale de su tálamo. Se alegra cual gigante para correr el camino.
De un extremo de los cielos es su salida, Y su curso hasta el término de ellos; Y nada hay que se esconda de su calor.»  Salmo 19: 4-6

«El sol sale y el sol se pone, a su lugar se apresura, y de allí vuelve a salir». Eclesiastes 1:5

 ¿Y qué decir de la historia en la que Satanás lleva a un monte muy alto a Jesús y le muestra todos los reinos de la Tierra? Algo que el autor creyó probable en un mundo plano, porque por más alto que fuese el monte en un mundo esférico sería imposible.

«Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos,La Tierra con abismos de agua bajo ella» Mateo 4:8.

Sobre la inmovilidad de la Tierra se puede leer:

«Pusiste la tierra sobre sus bases para que nunca se mueva de su lugar.» Salmo 104: «Cuando tiembla la tierra, con todos sus habitantes,soy yo quien mantiene firmes sus bases.» Salmo 75: 3

«Temblad ante su presencia, toda la tierra; ciertamente el mundo está bien afirmado, será inconmovible». 1 de Crónicas 16: 30

La Tierra plana y con cuatro ángulos:

«Y después de estas cosas vi cuatro ángeles que estaban sobre los cuatro ángulos de la tierra, deteniendo los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento sobre la tierra, ni sobre la mar, ni sobre ningún árbol.»

La Tierra como un disco con aguas debajo de este:
«Cuando formaba los cielos, allí estaba yo; Cuando trazaba el círculo sobre la faz del abismo; Cuando afirmaba los cielos arriba, Cuando afirmaba las fuentes del abismo;
Cuando ponía al mar su estatuto, Para que las aguas no traspasasen su mandamiento;
Cuando establecía los cimientos de la tierra.»  Proverbios 8: 27-29.

«Porque él [Jehová] la cimentó sobre los mares, Y la afirmó sobre los ríos.» Salmo 24:2

«Al que extendió la tierra sobre las aguas, Porque para siempre es su misericordia». Salmo 136: 6

Así pues que son muchísimas más las cosas en las que el modelo bíblico del mundo yerra, que en las que acierta. Los testigos de Jehová, hábilmente muestran un texto, pero ocultan los otros.
Volvamos con la publicación de los Testigos de Jehová:

Higiene y sanidad
El libro bíblico de Levítico contiene algunas instrucciones que recibieron los israelitas para evitar epidemias, como poner a los enfermos en cuarentena. Además, la ley de Deuteronomio 23: 12-13 ordenaba a los israelitas salir del campamento para hacer sus necesidades y enterrar los excrementos. Hace tan solo doscientos años que los científicos y médicos comenzaron a adoptar prácticas como estas.

No se se necesita a un dios omnisapiente para saber que el olor a mierda es desagradable. La norma de Deuteronomio no muestra ninguna exclusividad de los hebreos. Los olores en descomposición y al del excremento nos generan repulsión, porque la selección natural ha favorecido a aquellos organismos que tenían tales ascos. Aquellos que no lo tuvieron hace mucho rato murieron por infecciones.
La medida de la cuarentena no fue exclusiva de los hebreos. Pero lo que en verdad muestra que no había ningún dios omnisapiente detrás de la Biblia o de cualquier pueblo que pretendiese llamarse elegido es la manera de tratar la lepra en Levítico 13.

 Habló Jehová a Moisés y a Aarón…. Lev 13:1

Para que después los testigos no digan que esto no lo dijo su deidad o que es «metafórico».

«Cuando el hombre tuviere en la piel de su cuerpo hinchazón, o erupción, o mancha blanca, y hubiere en la piel de su cuerpo como llaga de lepra, será traído a Aarón el sacerdote o a uno de sus hijos los sacerdotes.

Y el sacerdote mirará la llaga en la piel del cuerpo; si el pelo en la llaga se ha vuelto blanco, y pareciere la llaga más profunda que la piel de la carne, llaga de lepra es; y el sacerdote le reconocerá, y le declarará inmundo.

Y si en la piel de su cuerpo hubiere mancha blanca, pero que no pareciere más profunda que la piel, ni el pelo se hubiere vuelto blanco, entonces el sacerdote encerrará al llagado por siete días.
Y al séptimo día el sacerdote lo mirará; y si la llaga conserva el mismo aspecto, no habiéndose extendido en la piel, entonces el sacerdote le volverá a encerrar por otros siete días.
Y al séptimo día el sacerdote le reconocerá de nuevo; y si parece haberse oscurecido la llaga, y que no ha cundido en la piel, entonces el sacerdote lo declarará limpio: era erupción; y lavará sus vestidos, y será limpio.
 Lev 13: 2-7

¿Y cuál es el tratamiento? ¿Sólo diagnosticar, encerrar y declarar inmundo? ¿Cómo es posible que el presunto creador del Universo no dijo nada sobre la bacteria que la causa, sobre antibioticos y medidas efectivas? Puede seguir leyendo el capítulo 13 y no encontrará nada de valor.

¿Este es el libro que pretenden que no ha sido derrotado por la ciencia? ¿Y este el dios que quieren que adoremos?

Concluyen los testigos:

«Toda esta información fue escrita hace muchos siglos. ¿Cómo supieron esto los escritores de la Biblia, cuando los más cultos de su tiempo lo ignoraban? Dios, el autor de la Biblia, responde: “Como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que los caminos de ustedes, y mis pensamientos que los pensamientos de ustedes” (Isáias  55:9).

No sabían nada y no se los reveló dios alguno. Los autores de la Biblia sabían muy poco aparte de criar cabras y camellos y atacarse como cualquier otro pueblo de la época. Rezaban a su dios Yavhé al igual que sus vecinos a Baal, y ambos eran y son  igual de inexistentes e ineficaces. La palabra de Jehová no sirvió para curar la lepra, ni para describir el mundo que supuestamente creó. ¡Ahora nos vienen con este libro a decir que no tenemos que aceptar transfusiones de sangre, que el mundo está por acabar en un Armagedón y por eso debemos salir a dedicar nuestro tiempo a ayudar a crecer el negocio editorial de la Watch Tower y preferiblemente no seguir una carrera universitaria! ¡Pues no! La Biblia sirve solo como literatura del pasado, al igual que el Popol Vuh o la Odisea, aunque admito que esta última tiene mucho más valor literario. En conclusión la ciencia si venció a la Biblia.
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