Cada año, hasta nuevo aviso, en la declaración del IRPF —el impuesto sobre la renta—, el contribuyente puede marcar con una equis la «casilla de la iglesia». La consecuencia inmediata es que el 0,7 % de los impuestos que paga ese contribuyente se destinan a la Iglesia Católica. Esto lleva a algunos a decir cosas como ésta:
«El sostenimiento de la Iglesia católica “depende exclusivamente de los católicos y todas aquellas personas que reconocen su labor”. Quienes libremente quieran hacerlo pueden marcar la casilla de la Iglesia católica en su Declaración de la Renta y así un 0,7 % de sus impuestos se dedicarán a la ingente labor que desarrolla en la sociedad. Este gesto no les supone a nadie ni pagar más, ni que les devuelvan menos». (En ABC, 13 de mayo de 2009).
A nada que se piense un poco se ve que esto no es así. Puesto que el contribuyente que marca la casilla de la iglesia no paga más impuestos por esa razón ni tampoco ve disminuidos en ninguna medida los servicios, transferencias o deducciones fiscales a que tenga derecho. En realidad ese dinero que se destina a la Iglesia se paga entre todos. Lo que determinan quienes marcan la casilla es el monto que se da a la Iglesia Católica, no quién lo da.
Fuente: Ferreira, José Luis (2013). Economía y pseudociencia: Crítica a las falacias económicas imperantes. Madrid, Díaz y Pons, pág. 16-17.