La insólita cruzada «neocon» desatada por el comunicado de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española sobre las elecciones del 9-M no debe entenderse sólo en clave estrictamente política.
Tiene también una lectura eminentemente eclesiástica, ya que no religiosa. Se trata de un ataque frontal que el sector más duro de los obispos españoles ha llevado a cabo contra los sectores más o menos moderados, y en concreto contra el obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez, el actual presidente de la propia Conferencia Episcopal. 17 de los 19 obispos que asistieron a la reciente reunión de la Comisión Permanente aprobaron el comunicado. No obstante, lo cierto es que el documento llegó ya pasteleado por los líderes del sector más reaccionario y ultramontano del episcopado español, esto es, por los Rouco Varela, Cañizares y García Gasco, con su portavoz Martínez Camino como artífice principal de la redacción del texto. No hubo apenas debate y el comunicado se aprobó con serias reservas por parte de algunos obispos e incluso con el voto en contra de dos de ellos. Pasados los días son numerosas las voces discrepantes, pocas en público y muchas más en privado.
Muchos obispos contemplan con creciente preocupación cómo su comunicado recibe críticas muy rigurosas por parte no sólo de los sectores ciudadanos más alejados de la Iglesia sino también de gran parte de los medios de comunicación e incluso de numerosos colectivos católicos, cuyos miembros se resisten a aceptar la imposición de un determinado voto por motivos confesionales. Nunca como ahora la jerarquía eclesiástica española había comprobado hasta qué punto llega su divorcio con la sociedad española actual.
Más allá está el temor de que una nueva victoria electoral del PSOE, además de ser vista como una derrota de los obispos, pueda costarles a estos importantes pérdidas de todo tipo de privilegios, y no sólo de los económicos.
En este contexto, parece claro que al sector más ultraconservador del episcopado español se le fue la mano. Puede pagarlo caro no sólo el 9-M, en las urnas, sino también en las próximas elecciones de la misma Conferencia Episcopal, donde al parecer aumentan las voces de quienes desean el retorno a la moderación y, en definitiva, a la no supeditación de la Iglesia a los exclusivos y excluyentes intereses partidistas del PP.