Acaba de concluir en Madrid un encuentro a muy alto nivel entre judíos y católicos, con resultados “muy satisfactorios”. No es difícil saber a favor de quienes. Celebrado en un hotel de cinco estrellas, sus participantes acudieron en potentes automóviles, incluso con matrícula diplomática, y muy seleccionados e identificados, embutidos en trajes impecables, que les identifican como lo que eran: altos ejecutivos, hombres de Estado. De un Estado que regula hasta el último detalle como hay que vivir el sábado –el viernes, diría después el Islam- y los demás días, cuando Jesús dijo que el sábado es para el hombre, y no al revés; un Estado que no dudaba -ni duda- en invadir la tierra prometida y matar a los infieles en nombre de Dios, -guerra santa, diría después el Islam; y Cruzadas, los católicos- cuando Jesús ordenó meter la espada en la vaina y que su reino no era de este mundo.
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