A propósito de un artículo de Lee Sustar publicado en CounterPunch y traducido en Rebelión.org
Reacciono al artículo sobre la islamofobia en Europa. Tengo tanto miedo de las amalgamas y manipulaciones de los integristas de cualquier índole como de los análisis permisivos, desde el momento en que se manipula la opinión de los demás aceptando, en nombre de la tolerancia y de la tradición, comportamientos y practicas que son en realidad inadmisibles e intolerables.
La manipulación en este caso reside, por parte del autor, en confundir islamofobia con arabofobia, ilustrando su manipulación con ejemplos de la actualidad donde los verdaderos extremistas de derecha, como Philippe de Villiers en Francia, aplican en casos concretos una arabofobia convertida y confundida con una islamofobia general. Eso no es motivo para volcarse en defensa de una autentica estrategia de desestabilización de los gobiernos laicos emprendida tanto por los Islamistas como por los integristas católicos, evangélicos y judíos.
Las onGs islamistas, financiadas por los petrodólares, favorecen desde hace años la reislamización según una lectura integrista del Corán, que no necesita que lo radicalicen mucho, por ser ya de por sí un libro que preconiza la violencia y el exterminio de quienes no creen en sus aleyas. En los países musulmanes no árabes las onGs islamistas enseñan un Corán en árabe a niños de Pakistán, Nigeria, Indonesia, Senegal, Chad, Níger y demás, donde los críos repiten y memorizan, sin entender una sola palabra, afirmaciones definidas como verdades absolutas, demostrando así cómo se puede llegar a la cumbre del imperialismo cuando los árabes representan sólo el 20% de la población musulmana del mundo.
Pretenden alcanzar una arabización de estos países musulmanes al mismo tiempo que una reislamización versión integrista. Esta estrategia vale también para Europa y para los demás países no musulmanes como Filipinas, donde en nombre de la tradición, y por medio de actos, comportamientos, discursos y símbolos, se pretende, poco a poco, día tras día, desestabilizar a los países de acogida, rechazando integrarse en su cultura e imponiendo sus propios valores y creencias por medio de un proselitismo permanente y de una censura moral y religiosa auténticamente policíaca sobre los demás inmigrantes, que se dejarían influir por comportamientos occidentalizados. Utilizan presiones psicológicas y físicas, el miedo, el chantaje y la marginalización con un autentico linchamiento moral, cuando no físico, del culpable.
En el contexto de estos acontecimientos y análisis esta claro que me declaro, como ateo, abiertamente islamófobo, de la misma manera que siempre fui, y soy, catolicófobo, evangelistofobo, protestantofobo, judíofobo, hinduistofobo, budistofobo, etc, etc…
No se debe tener miedo de las palabras ni fantasear sobre su significado. Islamófobo no significa ser arabófobo. Islamófobo no significa ser racista. Significa luchar contra la invasión de un culto religioso más, el cual aboga por el oscurantismo y por el retorno a creencias y practicas medievales, como negación de los valores y libertades de la Ilustración. Significa luchar contra un clero más, que como muchos otros antes que él y a lo largo de la historia de la humanidad pretende imponer sus creencias y adueñarse tanto de nuestras mentes como de nuestro libre criterio de pensamiento.
En una palabra… ¡Conquistarnos! Como decía Leon Gambetta: "¡El clericalismo!…¡Ahí esta el enemigo!”.
Por culpa de unos políticos ignorantes y demagogos, que se han limitado a facilitar una mano de obra dócil y barata para los empresarios y que se han sucedido en el poder durante décadas, estamos viviendo el curioso fenómeno de una Europa que ha sido incapaz de integrar a los inmigrantes musulmanes y de hacerles compartir los valores de la laicidad, la democracia, la libertad y la tolerancia.
La escuela laica hubiera sido la herramienta más indicada como institución integradora, pero no se ha sabido aprovechar a fondo. Ante el ataque frontal del islamismo integrista que manipula a la juventud de los barrios periféricos de las grandes ciudades, los políticos se resignan ahora a claudicar y a integrar en el Islam a Europa, a reducirla por medio de sus valores medievales.
Con esta actitud se dejan imponer a plazos el desafío del enfrentamiento de las civilizaciones cuando los islamistas sean una minoría lo suficientemente importante como para rechazar las condiciones socioeconómicas de vida que les reserva la Europa comunitarizada según el modelo ingles: guetos de marginalización de los pobres, es decir, de los inmigrantes y de sus hijos.
En España, el Presidente del gobierno actual, que por otra parte se declara no creyente y laico, ha resuelto el problema de la aconfesionalidad del Estado pasando de una situación confesional y clericalizada de facto a un Estado multiconfesional, mejorando las prebendas de la Iglesia católica, y además financiando a la religión musulmana en la construcción de mezquitas y centros culturales y otorgando una paga mensual a los imanes de un clero autoproclamado. No debemos olvidar la financiación de los evangelistas y demás aventureros de la mística con los bolsillos llenos. Dentro de poco pedirán que el Estado les financie también una red escolar, como a los católicos.
Tranquilos, preciados lectores; entre un PSOE muy laico y un PP muy cristiano todo vendrá a su hora. Pero, ¿para cuándo la financiación de "Centros laicos y ateos de reflexión y debate"? En este caso nos contestarán que tales cosas son convicciones estrictamente privadas y personales, y que cada uno tiene que apañarse con su fe.