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Islamistas en Alepo. Tribunales islámicos y servicios sociales

«Trabajamos en dos frentes. El primero es la yihad, la guerra contra las fuerzas del régimen. El segundo la seguridad. El tercero son las ayudas».

¡Qué Dios nos proteja! No estoy con el régimen ni con la oposición. Bashar nos bombardea y los del Ejército Libre nos roban. Alepo era una joyita. Ahora no hay electricidad, ni gas, ni agua, ni teléfono. Nada. Tengo cinco hijos, mi marido murió a causa de una bomba y tengo que andar mendigando pan. ¿Cómo hemos llegado a este punto?¿ Quién ha sembrado tanto odio en el corazón de nuestros muchachos? También los soldados del régimen son nuestros hijos. ¿Quién gana con tanta sangre? La mujeres que rodean a Amal asienten. Serán unas doscientas. Muchas tienen a sus pequeños en brazos. Hace tres horas que hacen cola para conseguir algunos víveres. Algunas son viudas de combatientes del Ejército Libre. Otras de soldados del régimen. Pero a sus ojos no son diferentes y llaman mártires a unos y otros.

Al otro lado de la reja avanza un hombre de mediana edad. Se llama Yusef Abbud. Entrecano, la barba prolija. Intercambia dos palabras con algunas señoras en un todo tranquilizador. Luego da órdenes a los muchachos para que comiencen la distribución. En las bolsas negras hay aceite, azúcar, arroz, harina y sal. Abbud es un comandante del Ejército Libre sirio, pero hoy no lleva uniforme. Ha venido vestido de Presidente del Comité para la difusión del Bien (Hayat Amr bil Ma’ruf) el brazo civil del Frente Islámico para la liberación de Siria (Jabhat Tahrir Suriya al Islamiya) la nueva coalición islámica del Ejército Libre. La más importante por la cantidad de combatientes y por su peso político.

“Hace poco que nos hemos organizado –explica Abbud– y ya contamos con 125 batallones, Liwa al Tawhid, Liwa al Fateh, Kataib al Faruq y Liwa al Nasr entre los más importantes. Más de 30.000 combatientes, prácticamente toda la corriente islámica moderada del Ejército Libre. Nuestra unión es el primer paso hacia la construcción de un Estado islámico moderado.

La financiación de este nuevo agrupamiento procede de hombres de negocios sirios afines a los Hermanos Musulmanes y de los gobiernos de Catar y Turquía. Las ayudas alimentarias que Abbud está distribuyendo a las mujeres les llega de una organización caritativa turca.

“Trabajamos en tres frentes. El primero es la yihad, la guerra contra las fuerzas del régimen. El segundo la seguridad de las zonas liberadas para lo que hemos creado la Policía Revolucionaria Islámica y los Tribunales Islámicos. El tercero son las ayudas. El pueblo vive en condiciones de extrema pobreza. Existen también miles de refugiados que han perdido sus casas debido a los bombardeos. Estamos limpiando las plazas de los montones de basura, pronto repararemos la red eléctrica, estamos reabriendo las escuelas y proveyendo de medicamentos a los hospitales.

Resistencia armada, seguridad y servicios sociales. De este modo los islamistas tratan de construir consenso en las áreas liberadas del régimen. Pero en primer témino han debido de llevar un poco de calma a la ciudad, cambiando la estrategia militar. Menos guerrilla urbana y más ataques dirigidos a puestos de bloqueo, convoyes, bases y aeropuertos militares del régimen. De modo que en los últimos tres meses han caído las principales bases desde las que el régimen bombardeaba Alepo. Bases de las que el Ejército Libre ha obtenido gran cantidad de armas y de municiones. Incluidas las armas que los EE.UU. habían prohibido enviar a la oposición siria.

Tanques, lanzamisiles, morteros, defensa antiaérea. La aviación del régimen continua bombardeando la ciudad pero con menor intensidad. Por un lado porque los aviones deben despegar de Homs y Hama, ya que el régimen ya no tiene aeropuerto en Alepo ni en Idlib. Y por otra parte porque la mayor parte de los combates se ha trasladado a Damasco.

De modo que en las ruinas de Alepo se ha abierto un nuevo frente. Pero esta vez no se combate con amas, sino con las ayudas y los servicios. Es la carrera en busca de consenso para el futuro gobierno. Y la contienda se plantea entre islamistas moderados e islamistas radicales. Pero existe una gran ausente, la Coalición Nacional de la Oposición Siria de Moaz Khatib, que acaba de asignar recientemente un millón de dólares al Consejo Civil Local de Alepo, una especie de junta civil que debería acompañar a los comandos del Ejército Libre para administrar la ciudad y la provincia. Sin embargo hasta ahora no se han visto esos fondos. La verdadera realidad es otra: las únicas iniciativas civiles concretas son las financiadas por los islamistas moderados. Sin embargo se tienen que enfrentar a los radicales de Jabbat al Nusra, que además de haber ganado consenso en el frente han restablecido el orden en la ciudad acabando con los saqueos del Ejército Libre gracias al establecimiento de dos tribunales islámicos.

El general general Mohammad Khalil El ‘Ali, un alto oficial del ejército del régimen que desertó en julio de 2012 y que ahora es jefe del consejo militar kurdo del Ejército Libre, me explica cómo funcionan: “En Alepo existen dos tribunales islámicos. En todas las audiencias participan un hombre religioso y un hombre del derecho. Un sheik y un abogado. Pero el jefe del tribunal es un sheik. Y la ley que se aplica es la sharia. La tradición jurídica islámica prevé una pena para cada delito”.

En la práctica sin embargo puede plantearse la denuncia y luego de un proceso el tribunal condena al culpable a un período de detención o a una multa. “La pena de muerte solo está prevista en caso de homicidio –continúa Khalil– Han ajusticiado por ejemplo a muchos “shabbiha” del régimen. Para los demás está la cárcel. Mientras están en la cárcel los hacen estudiar el Corán y a los mejores estudiantes les conceden antes la libertad por buena conducta”.

Por lo tanto los tribunales están en manos de los islamistas radicales del Jabhat al Nusra, el frente para la victoria. Una formación militar e internacional, formada el verano pasado en Siria y próxima a al-Qaida, según el Departamento de Estado estadounidense. Según el general Khalil, el Nustra cuenta con unos 4.000 mil combatientes en toda Siria. De los cuales solo el 15% serían extranjeros, jóvenes religiosos acogidos en Siria para defender con las armas la oprimida comunidad musulmana suní.

Los sentimiento sirios respecto a Jabhat el Nusra son una mezcla de temor y respeto. Temor porque el Islam radical y la idea de un califato islámico están lejos del sentir común de la gente. Respeto porque, precisamente por su devoción religiosa, los hombres del Nusra están demostrando no solo ser los mejores en la lucha sino también los más honestos en su relación con los habitantes en la ciudad.

En efecto, en Alepo además de los tribunales de justicia, los hombres del Nusra controlan la provisión de las panaderías y de los combustibles después de que durante meses el Ejército Libre, para hacer caja, ejerció grandes presiones sobre el precio de la harina y el gasoil. En el vacío generado por la guerra se han infiltrado en las filas del Ejército Libre verdaderas bandas de ladrones. Que aún siendo una minoría han hecho mucho mal con sus rapiñas, sus secuestros de personas y sus saqueos, poniendo en evidencia Alepo y su provincia. Ya fuere para enriquecerse personalmente o para adquirir nuevas armas y ganar peso político en el frente.

Sin embargo, a pesar del poder y el consenso que ha ganado el Nusra en pocos meses en Alepo, el general Khalil está seguro de que Siria seguirá otro camino. Y no tanto porque los radicales del Nusra sean una minoría del Ejército Libre. “La sociedad siria es plural. Está formada por un 40% de minorías. No podemos constituir un Estado islámico. ¿Dónde dejamos a los cristianos, los escitas, los alawitas, los ismaelitas o los armenios? La única solución es un Estado democrático. Lo decidirá el voto. Pero Siria tiene que seguir siendo un ejemplo de convivencia religiosa en el mundo entero. Esa es nuestra historia. Es nuestra civilización. Y estamos orgullosos”

En apoyo de lo que dice el general Khalil están las plazas vacías del Nusra. Hace meses que en Alepo se organizan semanalmente manifestaciones a la salida de las preces del viernes en las mezquitas. No se ven casi banderas sirias, sí muchas negras que ondean al viento con la leyenda “La Ilaha Illa Allah wa Mohammad Rasul Allah”. Y la profesión de fe: “No hay nada aparte de Dios y de Mahoma su profeta” Las consignas van desde “Dios proteja a la Jabhat al Nusra” hasta “El pueblo quiere un califato islámico” La marcha va lentamente. Sobre el furgoncito que encabeza el cortejo, un grupo de chicos y chicas se alternan en el micrófono para cantar los eslóganes bajo la afectuosa mirada de un joven barbudo con uniforme militar. Lo siguen un centenar de manifestantes. Parecen muchos en una calle a trescientos metros del frente y bajo la constante amenaza de un bombardeo repentino. Pero observándolos bien son todos chicos y adolescentes. No hay un adulto, No hay una mujer. Parecen más un conjunto de curiosos en viernes que una verdadera manifestación. De repente el furgoncito se detiene y los que están en él corren el riesgo de caerse. Se terminó el combustible. El chofer desciende. Se continua empujándolo pero poco después la manifestación termina.

Viendolo desde Alepo el destino del Nusra se parece al furgoncito de la manifestación. Terminada la guerra se quedará sin combustible. O será absorbido por la corriente islámica moderada, mucho más fuerte y popular. Si no fuera por las armas estaría dispuesto a apostarlo. Pero es difícil, cuando no imposible, hacer predicciones cuando el equilibrio no deriva del consenso popular sino de la guerra.

Traducido del italiano para Rebelión por Susana Merino

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