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Inventar a la Otra: ¿dónde están estas mujeres musulmanas?

La foto que acompaña a este artículo, u otras similares, han sido publicadas, compartidas y comentadas a través de las redes sociales durante mucho tiempo, como expresión de la misoginia inherente al Islam, bajo descripciones como «Mujeres capturadas por ISIS para venderlas en el mercado de concubinas» o «Mujeres sometidas a matrimonios forzados» o «Imagen de los Cristianos que mueren en el Islam». La primera vez que vi esta imagen fue en la página del movimiento de ultra derecha Britain First, hace unos años atrás, lo cual no me sorprendió en absoluto, dado que la Islamofobia es parte del «Ethos» de dicho grupo. La sorpresa vino cuando esta imagen fue utilizada por una feminista Kurda en un Congreso de Estudios Poscoloniales realizado en Buenos Aires para ilustrar su presentación sobre «La condición de las mujeres en el Islam».

La imagen en cuestión corresponde a un acontecimiento religioso que celebran los musulmanes chiíes, llamado Ashura, para recordar el martirio y asesinato del Imam Hussein en Karbala, actual Irak, hace 1200 años, así como el posterior cautiverio de las mujeres de la casa del Profeta Muhammad, quienes aceptaron el humillante peregrinaje de ser llevadas encadenadas desde Kufa (en Irak) a Shaam (actual Siria) en vez de someterse sin resistencia a sus captores. Destaca especialmente Zaynab bint Ali, quien tuvo la osadía de desafiar al Califa de la época, acusándolo públicamente de ir contra los principios igualitarios del Islam y ser un opresor de las mujeres y los débiles.

El uso de esta foto para manipular a la audiencia no es nueva. En marzo de 2015 el político canadiense Jason Kenney, publicó estas fotos en su cuenta de Twitter en el Día Internacional de la Mujer, para apoyar su propia narrativa sobre la necesidad de intervenir en Siria.

La polémica sobre qué representa la imagen confirma que las mujeres musulmanas son el hoax más grande de la era digital. Lo que se dice de ellas rara vez corresponde a lo que son y quieren expresar. Mucho de lo que circula al respecto se basa en la opinión de personas que no tienen interés en escuchar sus voces. Su pasividad e inferioridad presunta son sólo imaginarios culturales que alimentan la islamofobia de género. Son las «víctimas», las «otras» y el problema de género más explotado de la era global, gracias a la permanente y acumulativa violencia epistémica de las que son objeto.

Las mujeres en las fotos realizan una performance para recordar un evento que ocurrió hace 1300 años. Hay miles de fotos online que nos permiten apreciar este hecho. Lo que me preocupa es la frecuencia con que encuentro en mis actividades que el grupo más interesado en validar estas lecturas tendenciosas y estereotipos son las feministas mismas, especialmente las feministas occidentales o las mujeres del sur global que contribuyen a estos discursos desde una perspectiva «blanquizada» como diría la antropóloga Rita Segato.

En una conferencia sobre género y discursos coloniales en Chile, las intervenciones de la audiencia, compuesta por activistas de género, se centraron en convencerme de que la agencia de las mujeres musulmanas no existía ya que «un video en youtube dice…»: ¿Por qué están dispuestas a desafiar todo excepto sus propios patrones mentales y culturales? ¿Por qué hablan de la hermandad y la cooperación entre mujeres si no ven a otras mujeres como igualmente capaces de resistir la opresión, incluso sin su ayuda?

Son las mismas que, luego hablan de descolonizar la sociedad del patriarcado. Pero la descolonización no es una cuestión de localización geográfica ni de enunciados rimbombantes, sino de lugares declarativos, justicia epistémica y acceso a la representación. Creo que hay una pereza favorecida por el Internet que potencia el ejercicio de ciertos privilegios discursivos. El hoax de «La Mujer Musulmana» es explotado con gozo por las ONGs, los social media y todo aquél que busca atención rápida y viral. El colonialismo en el discurso es un activo que permite una forma de vida, estatus, poder y validación.

La forma de ver la realidad influye en la manera de vivir en la realidad: ¿Cómo articular articular esfuerzos para deconstruir, dar un nuevo significado y responder a las narrativas hegemónicas que refuerzan la alienación de algunas mujeres y grupos? La mejor manera de buscar justicia para las mujeres oprimidas en el mundo, ya sea por ISIS, sus maridos o sus gobiernos, es practicar la justicia de género en los discursos y representaciones. En un contexto de creciente violencia global contra las mujeres, el debate sobre la capacidad de las mujeres en el Islam para ser feministas distrae de los importante, además de ser rancio y bizantino. Si cualquier persona puede ser feminista, entonces las musulmanas también, porque son personas, punto.

Es dolorosamente cierto que hay mujeres esclavizadas por el Estado Islámico. Al invisibilizar su sufrimiento a través de la manipulación informativa, se las re-victimiza, se las convierte en objetos, se las violenta en lo simbólico. También están las que resisten, denuncian y persisten, invisibles o censuradas por las políticas de información y las lineas editoriales de los medios de comunicación, pero también de los gobiernos y las jerarquías religiosas. Yo quiero verlas a todas, saber sus nombres, sus historias, quiero verlas de verdad. Basta de «inventar a las otras», es hora de hablar de Nos-otras.

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