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Integristas de cualquier causa

Que los partidarios de la libertad para hacer lo que les dé la gana vayan ahora de víctimas de la democracia a la que siempre han odiado, es todo un sarcasmo.

Hasta hace poco pensaba que el integrismo y el fanatismo eran fenómenos circunscritos a la política o a la religión en sus manifestaciones más extremas. Pero de un tiempo a esta parte el clima social ha empeorado y proliferan integristas y fanáticos de cualquier causa o propósito. Los negacionismos ya no se conforman con objetar tal o cual cosa, evitar su utilización o consumo y hacer proselitismo de sus ideas o temores. Han pasado a la acción, a la guerra cultural contra quienes no piensan como ellos, amenazándolos con agresiones de todo tipo e, incluso, con la muerte.

La radicalización integrista de movimientos sociales es una tendencia con consecuencias nefastas para la convivencia que cada día se extiende a más ámbitos: la pandemia de la covid-19 ha contribuido al deterioro de la salud mental individual y colectiva y ha dado alas a una percepción distorsionada de las diversidades sociales y culturales.

La derecha exagerada o ultraderecha alimenta la crispación con argumentarios llenos de falsedades sobre los temas más diversos: desde los más nimios, como una iluminación navideña con supuestos motivos satánicos, a otras cuestiones trascendentales como las que afectan a la salud pública en el caso de las vacunas.

Las consecuencias de la exageración de cualquier discrepancia o disenso que las redes sociales amplifican exponencialmente son la asfixia del diálogo a todos los niveles y el retroceso al individualismo más egoísta.

Si a lo descrito le unimos la impunidad que proporciona el anonimato de los perfiles falsos o inventados en las redes, el cóctel letal está servido y listo para su consumo masivo por unos usuarios que han sucumbido a las trampas de las empresas de telecomunicaciones para que consuman su tiempo pendientes de las pantallas de sus dispositivos.

Considerar la exigencia del pasaporte covid como una medida nazi y dictatorial por parte de los antivacunas es una exageración que ya está en boca de personas de nuestro entorno más cercano y no sólo de sus líderes más lunáticos. Que los libertarios, partidarios de la libertad para hacer lo que les dé la gana a ellos, vayan ahora de víctimas de la democracia a la que siempre han odiado, es todo un sarcasmo.

Como afirma Anne Applebaum en su último libro El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo, la nostalgia del pasado también se utiliza para acabar con la democracia. Ahí están los ejemplos de Rusia, Hungría, Polonia, Bielorrusia, Kazajistán y Hong Kong.

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