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Inocencia robada

El matrimonio infantil es un mal endémico en India que afecta a millones de niños Algunos se resisten y las costumbres cambian, pero el infierno continúa

A Sudila Manashari la casaron antes de nacer. Su familia todavía no sabía cuál iba a ser su sexo cuando selló dos acuerdos diferentes: si nacía varón, la unión se daría con la posible futura hija de los Dalin, que ya tenían dos hijos y que buscaban un tercero y que, según el chamán del pueblo, iba a ser una niña. Era la opción preferida de los Manashari, pero Sudila nació mujer, así que el trato se consumó con la familia de los Sudalkar, en cuyo seno había nacido hacía 7 años un niño sano y obediente al que llamaron Sunil.
El futuro de Sudila quedó ligado al de Sunil en cuanto aterrizó en el suelo de la construcción de madera de los Manashari. El acuerdo beneficiaba a ambas familias. Los Manashari prepararían una dote acorde con el estatus de los Sudalkar, que disfrutan de una casa de ladrillo y un motocarro, símbolos de poder económico en el depauperado estado indio de Rajastán, y éstos ayudarían a los progenitores de Sudila a encontrar un trabajo mejor remunerado y acogerían a la chica.
Sudila conoció a Sunil con 10 años. Estaba exultante porque la habían vestido con un sari rojo adornado con pedrería de colores, y desconocía el significado de la ceremonia en la que compartía el protagonismo con un chico de 17 años. Sólo después de su boda le explicaron a Sudila que tendría que abandonar el hogar. «Se me cayó el mundo encima», recuerda ahora, con 17 años, sin poder reprimir las lágrimas. A los 12 tuvo que enfrentarse a un joven de 19 en la cama. Su madre le dijo que cerrase los ojos y que estuviera tranquila y callada. Que dolería, pero que pasaría pronto. «Me mintió», le espeta. «Me duele siempre, pero ya me he acostumbrado. Soy afortunada, no se emborracha ni me pega, como les pasa a mis amigas». Tiene suerte también por otros motivos: la familia no abusa de ella y sólo ha de cumplir con las tareas del hogar. Y no la han casado ni con un anciano ni con un perro.
No está sola. «En India no hay cifras oficiales, pero el impacto del matrimonio infantil es muy relevante. En Rajastán, el último censo (de 2001) mostraba que la edad media a la que se accede al primer matrimonio es de 16,1 años, y que el 13,2% de las mujeres casadas tiene entre 10 y 14 años», anota Jyotsna Rajvanshi, encargada del informe sobre el matrimonio infantil en Rajastán, uno de los estados más afectados de India por esta costumbre ancestral que sufren millones de niñas y niños, sobre todo en África y Asia.
Las estadísticas engañan. Sudila es buen ejemplo de ello. Técnicamente, no existe. Su nacimiento no fue registrado en ningún organismo oficial, y su boda se celebró por un rito local que no se refleja en ningún documento. No tiene carné de identidad y tampoco derechos. No ha sido escolarizada y no puede acceder a tratamiento médico subvencionado. Según Unicef, varios millones de indios se encuentran en esta situación. Otras ONG locales elevan la cifra a cientos de millones, y aseguran que India cuenta ya con más habitantes que China. El gobierno de Rajastán reconoce que el 75% de la población de menos de 5 años no se registró al nacer, aunque muchos lo hacen después de esa edad.
Afortunadamente, algo está cambiando. Cada vez son más las familias conscientes de la brutalidad que supone casar a sus descendientes cuando aún no alcanzado la pubertad. «Eso supone que se impedirá su escolarización y se destruirá su futuro», añade Rajvanshi. Por eso, poco a poco se va modificando una variable de los matrimonios infantiles: la 'gauna'. «Es el momento en el que la chica tiene que trasladarse al hogar de la familia del marido. Antes, matrimonio y 'gauna' iban de la mano, pero, ahora, en muchos casos se llevan a cabo en momentos diferentes. Así, una chica puede ser casada a los 12 años, pero ser 'libre' hasta los 16, cuando ya ha acabado la enseñanza secundaria».
«Es imposible cortar de raíz tradiciones tan arraigadas, así que tratamos de que, por lo menos, se retrase al máximo el momento en que las niñas tengan que ejercer de esposas», explica Alistair Gretarsson, director de Comunicaciones de Unicef en India. «Les explicamos los problemas de salud a los que se enfrentan, incluido el VIH/Sida, y las oportunidades que les arrebatan por impedirles acudir a la escuela».
El temido momento
Lalita Bairaya tiene 14 años, pero hace tres que su familia la casó con un chico de 16 al que no vio ni siquiera durante la boda. «Él llevaba una corona de flores que le tapaba la cara y yo tenía un velo», recuerda. A Bairaya la casaron junto a su hermana, dos años menor que ella. «Es práctica habitual. Las familias organizan varias ceremonias a la vez para ahorrar», explica la responsable del informe sobre el Rajastán.
Bairaya se considera afortunada porque los padres de su marido le permiten continuar con su educación. Acude a una escuela no oficial de Unicef y reside con su familia hasta que, cuando cumpla los 16 dentro de dos años, llegue la 'gauna', el momento temido. «Quiero seguir estudiando e ir a la universidad, pero no me lo permitirán. ¿Y qué pasará si él me trata mal?».
No lo menciona, pero el sexo está en sus pensamientos. «Saben que se espera que queden embarazadas al poco tiempo, y eso crea graves problemas físicos y psicológicos», comenta Rajvanshi. Las mujeres entre 15 y 19 años contribuyen un 19% a la fertilidad del país, uno de los datos más elevados del planeta. Este segmento de edad sufre una mortalidad en el parto que duplica al siguiente, entre los 20 y los 24 años. «No hay datos sobre las niñas de menos de 15 años que dan a luz, pero su número es importante, y el riesgo que corren es infinitamente superior», añade Upendra Singh, responsable de la ONG local CDECS.
La mortalidad de madre e hijo, tanto al nacer como antes de los 5 años del segundo, se dispara hasta el 50%. Una de cada 70 mujeres corre peligro de muerte al dar a luz (en España una de cada 16.400). «Además, las familias tratan a las hijas mucho peor y suelen sufrir más de malnutrición y anemia, que agravan el peligro», apostilla Singh. El infanticidio y los abortos selectivos están a la orden del día, lo que ha provocado la caída de la población femenina entre los 0 y 6 años. En 1991 había 945 niñas por cada 1.000 niños. Actualmente, por las técnicas que permiten conocer el sexo antes de nacer, su número es de 930.
El matrimonio infantil, que se considera una violación de la Convención de los Derechos del Niño, firmada y ratificada por el país de Gandhi, está abolido en India desde 1929, y la revisión de la ley de 1978 eleva la edad legal para casarse a los 18 años para mujeres, y a los 21 en hombres. Pero la ley se convierte en papel mojado y no es de aplicación a gente que, oficialmente, no existe. Singh: «A ellos se los puede tratar como animales. Comprarlos y venderlos, prostituirlos y abusar físicamente de ellos. Que se los case es, quizá, el menor de sus males».
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