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Inmaculadas concepciones

Hoy, 8 de diciembre, es fiesta nacional, pues la Inmaculada es patrona y protectora de España desde 1644, aunque no fue hasta 1760 que el papa Clemente XIII lo sentenció. No es para menos que siga siendo así, pues la Iglesia católica proclama como dogma, desde el 8 de diciembre de 1854, que la madre de Jesús de Nazaret no fue alcanzada por los efectos (la mancha) de un pecado que cometieron nuestros inexistentes primeros padres Adán y Eva: a saber, comerse cierta manzana. ¡Pecado original donde los haya! Y que se mantuvo libre de todo pecado: ni una mentirijilla ni un mal pensamiento (ni hacia los asesinos de su hijo) en toda su vida; en particular, ni folló con su pareja, el más que justamente mosqueado José, para quedarse embarazada de Jesús (se conoce que no se puede follar sin pecar). Y si la Iglesia define, afirma, pronuncia y sostiene esto, España lo celebra, aclama, conmemora y festeja, que para eso es aconfesional que te cagas.

La celebración patria de tan extraordinarios acontecimientos no se queda ahí; viene reforzada por el hecho de que la Inmaculada también es patrona de la Infantería española a raiz del llamado milagro de Empel durante las guerras de Flandes (una de las ocasiones en que alguna ‘virgen’ ha mostrado su ardor guerrero proespañol, por lo que no es raro que varias sean capitanas generalas con fajines de mando, incluso del rey). Resulta que esa señora, que había muerto más de 15 siglos antes, llegó, cogió, pilló, y heló el río Mosa –en pleno invierno holandés— para que pasaran por encima las tropas españolas. (Otra opción, que los soldados anduvieran sobre las aguas, hubiera hecho de menos cierto milagro de Jesús, lo que demuestra los miramientos maternales de la difunta; tampoco cabía rebajarse haciendo una simple copia reducida del milagro rojizo de Moisés).

Algún malpensado seguidor de Groucho podría decir que qué vas a esperar de la «inteligencia militar» (una contradicción de términos, según el bigotudo de los Marx), pero se le puede callar la boca, pues resulta que la Inmaculada también es patrona de los Colegios Oficiales de Farmacéuticos y de las Facultades de Farmacia, algunos de cuyos decanos convocan misas para celebrarlo. (Misas aconfesionales, debe ser, pues no van a ir los ilustrísimos contra la Constitución.) Con lo que respaldo universitario habemus. Lo que ayuda a comprender que algún municipio –como recientemente La Línea– la haya nombrado alcaldesa perpetua, igual que tantos otros pueblos y ciudades han hecho con otras vírgenes.

Algún día habrá que analizar los estragos que las vírgenes han hecho y aún hacen en España y muchos otros países; me refiero sobre todo a la inmaculada concepción del sexo; este concepto inmaculado ha hecho muy desgraciadas a generaciones, sobre todo de homosexuales y de mujeres, a quienes se ha puesto, y pone, ¡una virgen como modelo, sobre todo de esposa y de madre! Esa inmaculada concepción está detrás de la postura de la Iglesia respecto a los anticonceptivos (que llega a lo criminal en lo que se refiere a los condones y el sida). Y explica, en parte, las duras leyes contra el aborto en buena parte del mundo. También ha propiciado y propicia los malditos clérigos pederastas, de inmaculado discurso. El alcance de la visión inmaculada (léase perversa) sobre el sexo se ha percibido, claro está, en el lenguaje, incluso en el diccionario de la RAE: para los académicos, «follar» es, ante todo, «soplar con el fuelle», «soltar una ventosidad sin ruido»,… «talar o destruir»: cosas que nada tienen que ver con el fornicio; sólo en la reciente edición se acaba de añadir, como última y vulgar acepción, «practicar el coito» (y aún echo de menos otra). Bien, pues a papas, clérigos, reyes, militares, decanos, alcaldes,… que quieren mantenernos en esas hipócritas y malvadas inmaculadas concepciones, que los follen.

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