El Patronato de Protección a la Mujer, a pesar de ser totalmente desconocido para la mayoría de la población, fue la institución franquista más longeva de nuestra historia: no se cerró hasta 1985. En sus centros fueron encerradas a la fuerza miles de mujeres jóvenes que no cumplían con la norma social impuesta por la dictadura. Entrevistamos a las periodistas Marta García Carbonell y María Palau Galdón, autoras de ‘Indignas hijas de su patria’.
Pregúntale a tu madre o a tu abuela, quizás a una tía cercana. “¿Tú habías oído hablar del Patronato de Protección a la Mujer?”. Casi con toda seguridad, te dirán que no. Pero prueba mejor con esta fórmula: “¿A ti también te decían eso de que si te portabas mal te llevarían donde las monjas?”. Te aseguro que la respuesta va a dar un giro. Un sí rotundo. Porque las generaciones de mujeres que nos precedieron crecieron con esa amenaza velada: si eran malas chicas, si desobedecían las normas de sus padres, las normas de la sociedad (franquista), existía toda una red de internados a nivel nacional, gestionados por órdenes religiosas, en los que podían acabar encerradas contra su voluntad. Para reconducirlas al buen camino.
Estos “internados” de monjas no eran otra cosa que los centros de internamiento –también maternidades, como la de Peñagrande en Madrid, o casas-taller– regentados por el Patronato de Protección a la Mujer. Esta institución –cuyos orígenes se remontan al Real Patronato para la Represión de la Trata de Blancas creado en 1902 para combatir la prostitución– pertenecía al Ministerio del Interior, y su presidenta, al igual que modelo de mujer ideal a imitar, era Carmen Polo, la esposa del dictador Francisco Franco.
Con la excusa de alejar a las mujeres jóvenes de la mala vida y la prostitución, se estima que miles, quizá decenas de miles –no existen cifras oficiales, no existe nada, ningún tipo de investigación, a nivel oficial– de mujeres jóvenes entre 1941 y 1985 fueron encerradas en estos centros. ¿El delito? Había de todo: ser pobre o huérfana, tener una relación con un hombre casado, salir demasiado de fiesta, inclinaciones políticas, estar embarazada de un familiar que había abusado de ti.
Los tentáculos del Patronato eran muchos, poderosos, férreos, pero casi invisibles. Se extendieron por toda la geografía española a través de juntas locales y otras figuras organizativas. Los archivos, los documentos…, la memoria a día de hoy es muy escasa. Al menos la que se ha hecho pública, porque hay miles de mujeres vivas que bien no quieren contar esta traumática experiencia, bien quizá ni siquiera sean conscientes de que fueron encerradas por el Patronato. Investigadoras como Carmen Guillén, periodistas como Andrea Momoitio en Público, divulgadoras como las responsables de los podcasts De eso no se habla o Divulvadoras de la historia, o supervivientes como Consuelo García del Cid están levantando la alfombra. Debajo hay mucha, muchísima porquería.
Durante su último año de carrera, las periodistas valencianas Marta García Carbonell y María Palau Galdón descubrieron la existencia del Patronato y decidieron investigarlo a nivel local. El ensayo Indignas hijas de su patria, exhaustivo a la par que fascinante, es el resultado de su trabajo de investigación. Hablamos con ellas.
¿Cómo disteis con la historia del Patronato de Protección a la Mujer? ¿Por qué os decidisteis a escribir un libro sobre esta institución?
Como la mayoría de investigadoras que estudian el organismo, conocimos la existencia del Patronato de Protección a la Mujer de casualidad. Estábamos escribiendo un reportaje sobre la cárcel de mujeres ubicada en el convento de Santa Clara en València. Para ese trabajo entrevistamos a dos historiadoras, Vicenta Verdugo y Mélanie Ibáñez, quienes nos mencionaron de manera muy superficial que el franquismo se dotó de instituciones como el Patronato de Protección a la Mujer para el control de los cuerpos y los comportamientos femeninos. Cuando descubrimos que durante más de 40 años se había encerrado a niñas y adolescentes en conventos por transgredir las normas morales, nos pusimos a investigar.
Empezamos a leer artículos e hicimos algunas entrevistas con el objetivo de escribir otro reportaje. Sin embargo, conforme pasaba el tiempo, se nos acumulaban libros, investigaciones, entrevistas, archivos, documentos hemerográficos, etc… Teníamos demasiada información. En mayo de 2021, la Unió de Periodistes Valencians y la Institució Alfons el Magnànim, dependiente de la Diputació de València, abrieron el plazo de entrega de proyectos para la IV Beca Josep Torrent. Nuestro entorno nos animó a presentarnos y enviamos una propuesta de investigación sobre el Patronato de Protección a la Mujer en el País Valencià. No teníamos muchas esperanzas, pero nos dieron la beca y escribimos Indignas hijas de su Patria.
No existe demasiada documentación sobre el Patronato. ¿Cómo ha sido la labor de investigación?
El objetivo de nuestro libro era realizar una radiografía del organismo, centrándonos en el caso particular del País Valencià, un ámbito geográfico que por aquel entonces aún no se había investigado.
Durante nuestra investigación, realizamos una amplia revisión bibliográfica y hemerográfica, así como una intensa labor de documentación archivística. Todo ese trabajo nos permitió localizar expedientes de jóvenes internadas en los centros; averiguar la composición de las juntas provinciales y algunas locales de la institución en Valencia, Castellón y Alicante; y acceder a varios documentos publicados por el Patronato de Protección a la Mujer, entre los que destacan sus memorias, presentadas como informes sobre la moralidad de la época y las actividades de la institución en los distintos ejercicios.
El principal problema al que nos enfrentamos, y al que se enfrentan todas las investigaciones sobre la institución, fue la falta de archivos, o al menos la escasa organización de la mayoría de ellos, y la dificultad para acceder a los mismos. Gran parte de la documentación relacionada con la institución fue destruida, está por clasificar o en manos de las órdenes religiosas. Además, nosotras somos periodistas, no historiadoras. Cuando llegamos por primera vez a un archivo no teníamos ni idea de qué hacer. Estuvimos horas y horas revisando cajas y carpetas de Gobierno Civil en las que, con suerte, encontrábamos una o dos menciones al Patronato.
¿Qué importancia han tenido las entrevistas personales y los testimonios que habéis recabado en el grueso de la investigación?
Escribir Indignas hijas de su Patria nos ha permitido conocer y entrevistar a muchas mujeres, no solo supervivientes de la institución, sino también a historiadoras, periodistas, escritoras, documentalistas, abogadas, etc… Mujeres que trabajan para dar a conocer el Patronato de Protección a la Mujer y la represión franquista sobre la población femenina, y que ya forman parte de nuestra vida. Hablamos de expertas como Carmen Guillén, Pilar Iglesias, Lucia Prieto, Andrea Moreno, Magda Oranich, Mélanie Ibáñez, Vicenta Verdugo, Gabriela Moriana y, por supuesto, la investigadora y superviviente del organismo Consuelo García del Cid, entre otras. Sin el trabajo previo de todas ellas y la disposición de colaborar con nosotras, Indignas hijas de su Patria no podría haber existido.
Respecto a los testimonios, aquí se encuentra otro de los grandes obstáculos de nuestra investigación. A día de hoy, siguen vivas, como mínimo, cientos de mujeres que se vieron privadas de su libertad en alguno de los reformatorios del Patronato de Protección a la Mujer. Sin embargo, muchas de ellas desconocen que estuvieron tuteladas por un organismo que existió a nivel estatal y que dependía del Ministerio de Justicia, saben que estuvieron encerradas en un convento de alguna de las órdenes religiosas que colaboraban con la institución. A nosotras nos costó llegar a esa conclusión y pasar de preguntar por el Patronato a preguntar por esos conventos donde se encerraba a ‘niñas rebeldes’ o ‘niñas malas’. Uno de los puntos débiles de nuestro libro es, de hecho, la falta de más historias personales; solo relatamos las historias de Consuelo García del Cid y de Chelo Alfonso Femenía.
Pero con el tiempo, las distintas investigaciones sobre el Patronato están consiguiendo que las supervivientes de la institución se desprendan de esa culpa, vergüenza y miedo que sus represores más directos y los herederos del postfranquismo consiguieron que permaneciera casi intacto durante décadas. Cada vez son más las mujeres que deciden contar su historia porque por fin sienten que serán escuchadas y que alguien las creerá. Que no están solas y, sobre todo, que no fueron las únicas. Desde que entregamos el libro a nuestra editorial, en septiembre de 2022, no hemos dejado de investigar sobre el Patronato de Protección a la Mujer ni un solo día. Y, precisamente, ahora estamos muy centradas en la recopilación de testimonios. Así hemos conocido las historias de otras supervivientes o de mujeres que ya fallecieron y son sus hijas o nietas quienes han decidido investigar y dignificar su memoria.
¿Por qué pensáis que el Patronato es tan poco conocido por la sociedad actual? Se ha quedado fuera de la mayoría de actuaciones, publicaciones, legislación, etc… sobre Memoria Histórica.
A la hora de investigar, las temáticas que afectan exclusivamente a las mujeres siempre han estado en un segundo plano. Además, en el caso del Patronato de Protección hablamos de mujeres que fueron señaladas, estigmatizadas, perseguidas y encerradas sistemáticamente sin ningún tipo de garantía. A todo esto hay que sumarle que eran niñas y adolescentes, en su gran mayoría. No importaban ni han importado hasta hace relativamente poco tiempo a prácticamente nadie.
Mujeres, menores de edad, que fueron escondidas en reformatorios disfrazados de colegios porque molestaban, eran incómodas o, como decían desde la institución, eran peligrosas para aquellas muchachas que, bajo la óptica patriarcal, sí eran buenas mujeres. Nadie se acordó de ellas hasta que, por una parte, Consuelo García del Cid cumplió su promesa de desenmascarar las violaciones de derechos humanos padecidas por miles y miles de niñas durante más de 40 años; y, por otra, esas hijas y nietas que conformamos la generación de la conjura, como nos nombra la escritora Esther López Barceló, comenzamos a preguntar a nuestro alrededor.
Por otra parte, aunque a veces las investigadoras hablamos de “organismo franquista” para dar una explicación rápida sobre el Patronato de Protección a la Mujer, no podemos olvidar jamás que la institución no se disolvió hasta 1985. Franco llevaba muerto y enterrado diez años. Aquella modélica transición ignoró a millares de muchachas. Hablar del Patronato no es hablar exclusivamente de un organismo dictatorial, sino que implica rebuscar en algunos cajones de nuestra historia democrática más reciente. Muchas de las personas que estuvieron vinculadas al organismo en esta última década continúan vivas e incluso activas a nivel profesional. Es cierto que hubo algunos intentos para acabar con la institución antes de 1985, pero fueron inútiles. ¿Por qué sería?
Y, por último, quizás también nos estemos equivocando cuando afirmamos que el Patronato de Protección a la Mujer desapareció en 1985. Muchas de las órdenes religiosas que regentaron aquellos reformatorio para niñas “rebeldes” o “inmorales” continúan ocupando en la actualidad los mismos espacios y reciben importantes subvenciones para desempeñar funciones que se enmarcarían en los servicios sociales con mujeres víctimas de trata, de violencia de género o mujeres migradas. Incluso son ampliamente galardonas por esta labor, sin ni siquiera haber pedido perdón por sus crímenes pasados. Otros espacios se han convertido en colegios privado-concertados o son propiedad de universidades católicas. El rastro del Patronato continúa muy vigente a día de hoy, y hay quienes siguen beneficiándose y lucrándose a su costa.
¿Qué acciones pensáis que, a nivel político-institucional, deberían llevarse a cabo para visibilizar esta historia?
En primer lugar, hay que conseguir el reconocimiento para las víctimas y supervivientes del Patronato de Protección a la Mujer. Que sus historias ocupen cada vez más espacios y, sí, también el ámbito político e institucional.
Las reivindicaciones más comunes son incluir a estas mujeres en los supuestos de víctima recogidos en el artículo 3 de la Ley de Memoria Democrática y el perdón público por parte del Estado y de las órdenes religiosas femeninas.
Es cierto que últimamente se han conseguido algunos avances a nivel político. Sumar presentó en marzo una iniciativa en el Congreso para reformar la Ley de Memoria Democrática para reconocer como víctimas a las miles de jóvenes que fueron encerradas por el Patronato de Protección a la Mujer. En el País Valencià, Compromís ya había registrado en diciembre una proposición no de ley en Les Corts Valencianes para crear una comisión para la reparación de las víctimas del Patronato. Además, Consuelo García del Cid ha estado en el Parlament de Catalunya y nosotras intervinimos hace un par de meses en una comisión de Les Corts en el marco de la aprobación de la ‘ley de concordia’ (a partir de 1:59:00 aprox, por si lo quieres ver, jaja).
Pero no es suficiente, tenemos que conseguir que se continúe hablando del Patronato de Protección a la Mujer. Y que los compromisos se traduzcan en medidas concretas.
Raquel Moraleja es graduada en Periodismo y Máster en Estudios Literarios por la Complutense. Además, se ha formado en los sectores de la edición y el marketing digital. Ha trabajado en las áreas de comunicación de editoriales como Verbum, Libros.com e Impedimenta y de librera en la Central de Callao, Casa del Libro y FNAC. Ahora es Ayudante de Bibliotecas de la Administración General del Estado. Autora de la novela corta Sin retorno (I Premio Internacional de Narrativa «Novelas Ejemplares», Verbum, 2016). Le pierde todo lo que tenga que ver con lo imposible, lo extraño, la fantasía terrorífica, el futuro y, por supuesto, el feminismo.