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Prácticamente extinguido en India, el movimiento Khalistan ha recuperado fuerzas en Canadá, donde se encuentra la mayor colectividad fuera de India, con setecientos mil miembros.
El pasado tres de noviembre, la vieja disputa entre sijs e hindúes, a la que el Primer Ministro indio Narendra Modi, se encargó de convertir otra vez en guerra, tuvo un nuevo capítulo en Brampton, una ciudad de la provincia canadiense de Ontario, con una población que apenas sobrepasa el medio millón de habitantes y a doce mil kilómetros de Nueva Delhi.
Si bien el episodio fue mínimo, el que apenas dejó algunos contusos, tres detenidos y promesas de nuevos enfrentamientos, la pequeña batalla de Brampton vuelve a mostrar hasta dónde es capaz de llevar su fanatismo ultra supremacista (Hindutva) el Primer Ministro Modi.
En el contexto de las acusaciones cruzadas entre Ottawa y Nueva Delhi, que si bien venían desde antes, se recalentaron en junio del año pasado, tras el asesinato de Hardeep Singh Nijjar, un importante dirigente de la comunidad Sij de Canadá (Ver: India, cuando los Dioses matan a distancia).
La investigación de la Real Policía Montada de Canadá (RPMC), ha atribuido la responsabilidad del crimen directamente al gobierno indio. Habiendo detenido ya al menos a ocho personas que participaron directamente, entre las que se encuentran tres, quienes serían los que dispararon aquella noche contra el dirigente sij.
En este contexto hay que mencionar que, desde hace mucho tiempo, Nueva Delhi responsabiliza a Ottawa de ser extremadamente indulgente con los separatistas, negándose a extraditarlos para que sean juzgados, por tribunales indios.
Prácticamente extinguido en India, el movimiento Khalistan ha recuperado fuerzas en Canadá, donde se encuentra la mayor colectividad fuera de India, con setecientos mil miembros, y desde donde se irradia al resto de los sijs en el exilio, fundamentalmente en Reino Unido, Estados Unidos, Italia y Australia.
La visita de funcionario de Nueva Delhi a diversos centros sociales de la comunidad india y mandirs (templos) hindúes para conocer la situación de los cerca de dos millones de indios que de manera permanente o con visas de trabajo o estudio residen en Canadá ha disparado la alerta entre los sijs canadienses, que acusan a esa misión de estar alentando a los nacionalistas hindúes, a que espíen sus actividades y los denuncien ante la embajada, donde funciona una oficina de la agencia de espionaje externa, el Research and Analysis Wing (RAW).
La refriega del pasado día tres de noviembre será utilizada, una vez más, por el Primer Ministro, Justin Trudeau, para denunciar al gobierno indio de estar involucrado en una campaña de “violencia e intimidación contra activistas sijs” en Canadá.
Los disturbios de Brampton, estallaron cuando una peregrinación sij, en el marco de los festejos del Diwali (Festival de la Luz), que además celebran hindúes y jainistas, que también tenía el cometido de visualizar la lucha sij por la creación de Khalistán, su anhelada patria independiente de India, chocó con manifestantes hindúes en las puertas del mandir Sabha, donde funcionarios indios, enviados por Modi, se encontraban de visita y quienes, según algunas denuncias, habrían alentado a los fieles hindúes a atacar la columna sij.
Rápidamente, lo que comenzó con insultos y empujones derivó en golpes de puños y con barretas de acero, incluso se llegaron a utilizar los mástiles de las banderas que portaban ambos grupos, las tricolores de los nacionalistas y las del fuerte amarillo identitario de los separatistas.
Durante la pelea, también se lanzaron piedras contra la fachada del mandir Sabha y se dañaron algunos vehículos estacionados en las cercanías. La rápida intervención policial evitó que la situación produjera daños mayores.
Modi condenó el incidente, al que definió como “un ataque deliberado a un templo hindú” por parte de sijs.
En vista de que las tensiones han llegado a Brampton para quedarse, el alcalde, Patrick Brown, ha propuesto una ordenanza para prohibir las manifestaciones en proximidades de edificios religiosos.
Las tensiones en Brampton, al igual que en otras ciudades donde se asientan comunidades indias, han ido en aumento desde el mes pasado, cuando Ottawa decidió la expulsión de seis diplomáticos indios, acusados de recopilar información sobre ciudadanos canadienses pertenecientes al movimiento separatista.
Las investigaciones de las autoridades canadienses han descubierto que detrás de los numerosos hechos de amedrentamiento sufridos por los sijs aparece una importante red de delincuentes con terminales en India. Lo que, desde Nueva Delhi, fue calificado como “falsedades extrañas y ridículas”.
En distintas oportunidades, miembros de esa comunidad han sido intimidados con llamadas telefónicas en mitad de la noche, seguimientos e, incluso, en más de una oportunidad, algunos domicilios fueron tiroteados.
En la provincia de Columbia Británica, donde se produjo el asesinato de Hardeep Singh Nijjar, en junio del año pasado, un hombre armado se filmó mientras abría fuego contra el domicilio del conocido rapero AP Dhillon (Amritpal Singh), nacido en Punjab, la tierra natal de los sijs y con una larga trayectoria en Canadá. Con una reconocida trayectoria de militancia anti-Modi, y que en varias oportunidades se había pronunciado a favor de la causa sij.
Al tiempo que las investigaciones se han profundizado desde la muerte de Singh Nijjar, se ha descubierto, una importante cantidad de acciones (robos, golpizas, amedrentamientos y un largo etcétera) contra los separatistas. Las que se han incrementado desde 2014, año en que Modi asume como Primer Ministro y a medida que se ha asentado en el poder.
Ahora, en su tercer mandato consecutivo y mientras India está despegando como potencia mundial, todo lo que pueda oponerse al ideario fundamentalista de Modi, está siendo barrido dentro y fuera de India. Entre ellos, y principalmente, a la comunidad musulmana de la India, que, con 220 millones de creyentes, conoce de lo que Modi, es capaz, desde el año 2000, cuando asumió el cargo de Primer Ministro Principal (gobernador) de su estado de Gujarat, y a las pocas semanas organizó un pogrom anteislámico que se cobró entre 1500 y 2000 vidas, por lo que hasta ahora nadie pagó.
Modi, the Godfather
Mientras las investigaciones canadienses se profundizan, queda más en evidencia la responsabilidad de la inteligencia india en las diversas acciones que ha sufrido la comunidad sij local.
Aunque se acaba de descubrir que Nueva Delhi ha tercerizado sus operaciones, por lo menos en Canadá, pasando a operar por su cuenta la que es considerada como la más importante red criminal de la India, conocida como la banda Bambiha, por su líder, Lawrence Bishnoi.
Bishnoi, a pesar de estar detenido desde 2014 en la Cárcel Central Sabarmati, en Ahmedabad, en Gujarat, el estado natal de Modi, el que es gobernado por su partido, el Bharatiya Janata Party (BJP o Partido Popular Indio), sigue siendo el criminal más temido del país y desde prisión ha mantenido el control de sus muchas operaciones. Incluso con capacidad para operar en Canadá, ya no solo contra la comunidad sij, sino también alcanzando a cobrarse viejas deudas.
En septiembre del año pasado, pocos días después de que Trudeau denunciara el vínculo del gobierno indio con la muerte de Singh Nijjar, Sukhdool, el delincuente de origen indio, y Singh Gill, fue asesinado en su casa de la ciudad de Winnipeg, en la provincia canadiense de Manitoba. La acción fue reivindicada por Bishnoi, quien acusó a su víctima de ser: “un drogadicto, castigado por sus pecados”.
Gill, más allá de tener cuentas pendientes con el crimen organizado de su país, también tendría vinculaciones con el movimiento Khalistan, quizás el mayor de sus pecados.
Diversos analistas apuntan que el rápido ascenso de la India, de nación en desarrollo a superpotencia mundial, ha blindado a su gobierno de cierta impunidad, para poder operar libremente tanto hacia el interior del país como más allá de sus fronteras.
Ya el jactancioso Primer Ministro (Ver: Una divinidad llamada Modi), sin ningún pudor, comentó públicamente que podría vengarse de sus enemigos, los que obviamente son los mismos que los de India, “entrando en su casa y matarlos”, como un Dios o como un gánster.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.