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Imanes de herradura

De acuerdo con la tradición musulmana, el imán es el encargado de dirigir la oración canónica de los fieles. Se trata de una figura respetable y respetada, aunque sólo sea porque tiene capacidad para aleccionar a la comunidad del Corán. Dicen los mossos d’esquadra que el imán de Terrassa, Abdeslam Laarusi, dedica el tiempo de la oración a impartir sugerencias sádicas o humillantes. Con el fin de corregir las “conductas desviadas” de las mujeres (las de sus fieles, se entiende), recomienda la aplicación cuidadosa de la violencia física más brutal combinada con la torsión psíquica de graduación media. Los golpes a las esposas deben aplicarse con el puño o el bastón, pero sin romper huesos ni hacer sangre; mejor repartirlos en todo el cuerpo, para no dejar señales; las esposas díscolas deben ser recluidas en el hogar y se las puede coaccionar negándose a mantener relaciones sexuales. El imán Laarusi carece de magnetismo y rebosa de ferocidad. La descripción del castigo selectivo y oculto, probablemente una concesión a un entorno democrático que no permitiría este tipo de prácticas, es más propia de un torturador de la Escuela de Mecánica de la Armada de los tiempos de Videla que de un servidor de Alá.

Para evitar una enfadosa discusión teológica o antropológica sobre lo que entiende el Corán por amonestar a las mujeres rebeldes, lo pertinente es centrar la cuestión en el único punto posible: en España es ilegal agredir a las esposas en el ámbito conyugal (y a cualquier persona, desde luego). Quien practica esa perversión o la recomienda debe ser imputado penalmente, juzgado y, si el tribunal lo considera culpable, condenado. No hay burladeros culturales, ni coartadas sociales, ni emplastos teológicos que mitiguen el desmán.

No hieras a una mujer ni con el pétalo de una rosa” reza el tópico lírico árabe. El imán de Terrassa y el de Fuengirola (Mohamed Kamal Moustafa, condenado a prisión por hechos similares a los atribuidos a Laarusi) no cultivan la lírica; probablemente ni siquiera la prosa, con lo que tendrían que aprender (y enseñar a sus fieles) de Averroes o Avicena. Responden más bien a la tipología del imán de herradura, armados para cocear.

Autora: SOLEDAD CALÉS

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