El pasado fin de semana asistí a las I Jornadas de Ateos y Librepensadores. Unas jornadas de este tipo, son una verdadera fuente de concienciación sobre el poder de la Iglesia, pero también sobre la potencialidad del ateísmo y el librepensamiento.
Informativamente hablando, estamos acostumbrados a primar el descubrimiento de escándalos, la entrevista en exclusiva, los informes secretos, las cuentas opacas, las tarjetas negras…, la novedad en definitiva. En una época así, la Asociación Madrileña de Ateos y Librepensadores (AMAL) nos ofrece unas reflexiones clásicas, aunque no por ello menos rompedoras. Nada de lo que allí se dijo fue un descubrimiento ni una primicia periodística, pero si grandes lecciones sobre Historia de la ciencia, el poder político y jurídico de la Iglesia Católica, el derecho a una muerte digna, los datos del ateísmo a nivel español y mundial, los crímenes de la Iglesia Católica, el estado del laicismo, etc…
Acudí al encuentro con ilusión, aunque tenía mis suspicacias. Porque cuando se reúne un colectivo siempre se corre el riesgo de encontrarse con exaltados que nunca se ven en la primera línea pero que existen. En los partidos políticos, en las empresas, incluso en las familias, cuando uno se adentra en el círculo íntimo, va conociendo de manera descarnada lo que hay detrás de una cuidada imagen o un portavoz, y no siempre gusta lo que se descubre, desanimando así a participar en el proyecto colectivo. Afortunadamente nada eso ocurrió. No digo que no existan esos elementos, pero por allí no aparecieron, ni entre el público ni entre los ponentes.
No pretendo hacer un resumen de cada conferencia, pero sí dejar un relato testimonial de lo que fueron. El programa completo se puede descargar aquí.
La presentación la hizo el Presidente de AMAL, Luís Vega, con su camiseta de activista a lo Richard Dawkins, en un tono distendido que dió paso a una breve presentación de asociaciones allí presentes como “Europa Laica” o “Derecho a Morir Dignamente”. Se hizo una broma sobre los agnósticos, diciendo que son unos ateos que todavía no han salido del armario. Eso me recordaba a lo que Leo Bassi ha dicho también algunas veces; “los agnósticos son ateos sin cojones”. Yo, que me siento bastante cómodo con la etiqueta de agnóstico, pero que tampoco me incomoda la de ateo, me sentí como un bisexual en una reunión de homosexuales que pensaran: “éste todavía no sabe dónde va”. Por continuar la broma, rápidamente dejé de lado la mitad de mis preferencias y me zambullí de lleno entre las sabanas del ateísmo durante un día y medio.
La primera era sobre “Los ateos en el mundo actual“ y la abrió el Presidente de AMAL, Luís Vega, y la continuó Rubén Gómez, un filósofo docente de Madrid y miembro del sindicato STEM. Los datos aportados por Luís Vega fueron sumamente interesantes, y presentados con la soltura y dominio comunicativo que caracterizaba al veterano. Algunos fueron sorprendentes: China lidera el ranking de países con mayor número de ateos, con un sorprendente 47%, seguido por Japón con un 31%. La fuente no es ningún estudio ateo, sino la prestigiosa Gallup. Luís Vega también se hace eco de los estudios estadísticos de Nigel Barber que se atreven a pronosticar que en 2041 la religión será un asunto estadísticamente menor, y que habrá más ateos que creyentes. Pero no debe haber ningún triunfalismo, como nos recordaba el ponente, habida cuenta de que tan solo un pequeño porcentaje, un 13%, se declara ateo en la actualidad. Me hubiese gustado profundizar en la metodología, ya que sería interesante aclarar si en los números de China y Japón, estarían contabilizando a aquellos seguidores (o creyentes, según la perspectiva) de las denominadas “religiones sin dios”. No sé si Gallup dará un cursillo acelerado de teología a sus trabajadores antes de empezar sus encuestas, como para diferenciar el ateísmo del no-teísmo.
En cuanto a la financiación en España, aproximadamente 3/4 del dinero que se ingresa cada vez que usamos la casilla “fines sociales”, de la declaración de la renta, va a parar a manos de la Iglesia, ya que aunque sea de manera indirecta, las ONG católicas, como CARITAS, dependen jerárquicamente de la Iglesia. Pero a mi juicio, el verdadero escándalo, es que el dinero que se saca para la Iglesia Católica cuando se elige dicha casilla, proviene del mismo sitio que el resto de presupuestos del Estado. Esto es, que en el IRPF ningún ciudadano, creyente o no, se saca dinero de su bolsillo para la Iglesia. Todo lo que la Iglesia obtiene por esta vía, son detracciones que obtiene de la caja pública, ningún esfuerzo económico adicional por parte de ningún creyente. Hablando en plata, para el que todavía no se entere: que la Iglesia no se autofinancia, que la financiamos todos (creyentes o no).
Rubén Gómez continuó la charla con aspectos más político-sociales. Por ejemplo, nos contó que la Mezquita de la M-30 está financiada por Arabia Saudí, y que en la búsqueda de interlocutores con la comunidad musulmana, el Estado aísla a los que pueden ser moderados y le da voz a los más radicales. La brillante capacidad dialéctica de Rubén destacó por su aproximación discretamente marxista en fondo y forma, con todo lo que ello pueda suponer, en torno a conflictos sociales como los desahucios, el racismo, recortes, educación, etc…
“Los ateos frente a la muerte y la enfermedad“, corrió a cargo de Javier Medel, médico y miembro de DMD, y de Fernando Soler, médico jubilado y miembro de la misma asociación “Derecho a Morir Dignamente”. Éste último sustituyó al doctor Luís Montes que no pudo acudir por razones de salud, con lo cual ya era la segunda baja que sufrió el evento, pues Puente Ojea tampoco pudo acudir debido a una fuerte gripe. Ambos ponentes se esforzaron en clarificar conceptos y expusieron al público un plano detallado de la intolerable e intolerante oposición eclesiástica a disponer de una muerte digna. Surgieron interesantes cuestiones sobre testamentos vitales y cómo hacerlos efectivos salvando las fronteras jurídicas según el lugar de España en el que se resida. Y con la jurisprudencia internacional en la mano, que no la legislación, nos contaron que algunas recientes sentencias en Canadá e incluso Colombia, nos indican que, aquí también, otro mundo es posible, otra vida también, y otra muerte también.
La tercera conferencia tenía el título de “Crímenes de la Iglesia”. La inició Fernando Cuartero, de la Asociación de Ateos de Albacete y catedrático de lenguajes y sistemas informáticos. Cuartero nos obsequió con una rigurosa, a la par que vergonzosa lista de crímenes en nombre de dios, subrayando que lo realmente importante no era la dimensión de los crímenes, que también, sino lo sistemáticos y permanentes que han sido en la historia. De esa manera, cualquier justificación del tipo “son solo unas manzanas podridas” se cae por su propio peso. Y no solo de crímenes de sangre se habló. Julio Reyero, de CNT Transportes, también tocó otros crímenes más contemporáneos como el blanqueo de capitales y sucias finanzas eclesiásticas, como Gescartera o el conocido como “Banco del Vaticano”. Y nos avanzó el documental de reciente estreno en el que está inmerso, “Ouróboros La espiral de la pobreza”. El documental contrapone la política de caridad y ayudas (de raíz religiosa) frente a una política de solidaridad (de raíz político-secular). Mientras que la primera suele servir para distraernos del origen de la pobreza, la segunda va al núcleo del asunto. Reyero denuncia en especial la participación de multimillonarios en la espiral de la pobreza. Si los ricos empresarios desean ser solidarios de verdad, deberían dejar de hacer grandes donaciones con repercusión mediática, que solo les sirven a ellos para lavar su imagen de explotación y cuasi-esclavismo, y optar por discretas y efectivas mejoras para los trabajadores de sus empresas. Si los grandes capitalistas creen de verdad en el capitalismo, deberían dejar su avidez y su caridad a un lado, bastaría con no tratar de reventar el capitalismo desde su base piramidal.
Debo detener mi crónica para analizar el tema de la libertad de expresión, objeto de una de mis intervenciones en el turno de preguntas, en donde quizás pequé de falta de empatía con ambos ponentes. Me explico. No fue casualidad que los ponentes fueran ellos mismos acusados de delitos. En el caso de Reyero se le cursó una denuncia, finalmente archivada, porque hizo una charla en la que usaba la expresión “organización criminal” para referirse a la Iglesia Católica. Con Fernando Cuartero el asunto fue sutilmente más grave si cabe, tal y como resaltó alguien del público, ya que quien le denunció no fue la todopoderosa Iglesia Católica, sino un grupo de espiritistas a los que acusó de ser “vulgares estafadores”. Resulta paradójico que se puedan decir peores epítetos de nuestros políticos que de los espiritistas… no sé quién sale beneficiado de la comparación, pero en todo caso nos hace pensar que, hoy en día, puede haber enemigos quizás más peligrosos que la sinrazón religiosa: el fervor magufo.
Pues bien, yo defendí que no deberíamos caer en demasiado pesimismo al ver como la presión religiosa, con sus discriminaciones y su apoyo estatal, se ciernen sobre la libertad de expresión, porque tal y como recordaba eldiario.es tras el atentado de Charlie Hebdo, no hay apenas condenas por blasfemia (escarnio) en este país, no al menos en las últimas décadas. La libertad de expresión, cuando se trata de criticar a la religión, incluso en términos satíricos, prima sobre la protección del sentimiento religioso. No se puede decir lo mismo de la política: recordemos que en este país la revista “El Jueves” fue condenada por una portada en la que la que los Príncipes de España copulaban lascivamente, mientras que la denuncia de una obra de teatro titulada “Me cago en Dios” fue rápidamente archivada (y según su autor recibió 3300 denuncias que se han archivaron todas). Los sonados casos de Leo Bassi y Javier Krahe también salieron victoriosos. Pero reconozco que a salvo desde mi torre blogera, sin apenas repercusión mediática, mi mera constatación del fracaso de las demandas por blasfemia, fue por mi parte un análisis falto de empatía. Ya que, tal y como adujeron los afectados, entre los que se encontraban Luís Vega (5 veces demandado), el hecho de recibir notificaciones y tener que declarar ante un juez que puede técnicamente condenarte, no es un buen trago para nadie. De hecho, es un tipo de violencia gratuita en tanto en cuanto es totalmente innecesaria para el proceso penal, ya que está inserta en relación a un tipo penal que está en desuso. Pagar abogados y pasar el mal trago de enfrentarse a condenas es parte del Estado de Derecho, pero deja de serlo cuando todo el presunto delito está ya superado por la inmensa mayoría de la sociedad.
Y también está superado por la jurisprudencia. Las demandas mueren en segundas instancias, ni siquiera llegan a tribunales superiores de justicia. O son archivadas o terminan en absolución, incluido el caso de Cuartero, que se salvó gracias a una prescripción por un delito de injurias (no de escarnio). En cualquier caso, al prescribir no se pudo entrar en el fondo del asunto, desafortunadamente para mi gusto, porque en mi opinión habría ido en la misma línea que el resto de la jurisprudencia arriba comentada. No incluyo dentro de esta la recurrente censura de la “procesión atea”, pues aunque supone un quebranto de nuestra libertad de expresión, pertenece técnicamente a otro derecho, el de manifestación, con sus peculiaridades que hacen la comparación desigual.
Detrás de todas estas demandas suele estar el Centro de Estudios Jurídicos Tomás Moro, que le gusta presumir de que hay toda una jurisprudencia condenatoria, presentando en sus comunicados condenas en primera instancia que luego no llegan a nada, jurisprudencia de hace más de 30 años, e incluso simples detenciones policiales. Todo ello lamentable, sin duda, pero que lejos de representar un lúgubre panorama para el ateísmo, más bien apunta hacia una tendencia sociológica más laica, ya comentada al principio de las jornadas por Luís Vega.
La penúltima conferencia trató el tema de “Ciencia y su evolución”, quizás la más estimulante para mí. Andrés Acosta, doctor en historia y socio de AMAL, nos ofreció un repaso por la historia de la ciencia relacionándola con las invectivas que ha sufrida desde el oscurantismo de las religiones. Algunas datos nos hacían pensar bastante, como el hecho de que allá por 1.766 solo había 300 científicos en todo el mundo, en el año 1.800 había 1.000, y en 1.900 ya había 100.000.
El físico Antonio Mollinedo abría su intervención con una oportunísima reflexión. “La racionalidad no es lo mismo que el racionalismo […] La ciencia desconfía de la razón”. El racionalismo confiaba excesivamente en la razón, capaz de vislumbrarlo todo desde unos esquemas coherentes dibujados desde el salón. La ciencia usa nuestra capacidad de razonar, pero no la encumbra a los altares, porque por encima de todo están los resultados y los hechos, que van configurando el camino por el que seguir investigando. Y digo “seguir investigando” porque una de las características de la ciencia, es la provisionalidad sujeta a mejora constante (la consistencia y la universalidad serían otras dos características comentadas por este excelente divulgador).
Francisco Torrubiano, profesor de Astrofísica y miembro del Centro Astronómico de Ávila, fue quién termino está charla con una brillante y preciosa exposición, sobre la cosmología. ¡La cosmología moderna se empezó a considerar seriamente como ciencia en los años 60! Me resultó chocante este dato, pues da la impresión de que aunque estamos en pañales, también estamos lejos de épocas oscurantistas, y al mismo tiempo cerca de increíbles descubrimientos que se suceden con pasmosa rapidez. El mapa del universo, obtenido gracias a imágenes de satélites (primero el COBE, después el WMAP y por último el PLANCK), ha evolucionado en precisión en tan solo unas décadas, lo cual me confirma mi anterior impresión. Torrubiano nos explicó que según Newton el universo era infinito, plano y estático, porque de lo contrario ya se habría colapsado debido a la gravedad de los astros. Para Einstein y su teoría de la relatividad especial (que definía conceptos) y la posterior relatividad general (que aplicaba esos conceptos a una nueva teoría de la gravedad), el universo no era estático; se contraía o se expandía. Pero presionado por el consenso de la época introdujo su famosa constante cosmológica, para que sus fórmulas sobre el universo fueran más estables. Sin embargo, se arrepintió y lo declaró como su mayor error, cuando se midió el corrimiento hacia el rojo se supo que el universo se expandía. Aunque como nos aclaró Torrubiano, el tiempo le daría la razón de alguna manera, ya que décadas después, tras descubrirse que el universo se expande de manera acelerada, la famosa constante saldría revalorizada en el mundo de la física. Después de enseñarnos la historia del universo, nos brindó una conclusión que nos dejó con la boca abierta, y conmovidos en nuestro “espíritu ateo” por la grandeza de la madre naturaleza: “Solo conocemos el 4.9 % del universo, desconocemos la composición del 95,1%”.
Finalmente para cerrar las jornadas se habló del “Estado laico en España“. Miguel Hérnandez, Secretario de AVALL, nos presentó una nueva tanda de datos estadísticos tan necesarios como ignorados. Si se analizan los años desde 1975 hasta 2012, el número de ateos supera al de católicos practicantes. En 2014 ya hubo más bodas civiles que religiosas, y tan solo se ordenaron sacerdotes 117 personas lo cual revela que la tasa de reposición no llega a cubrir las necesidades de la Iglesia… consecuentemente los ingresos que le da el Estado quizás también deberían disminuir. Las personas que componen Cáritas son en su mayoría seculares y solo el 2% del dinero que ingresan proviene de la Iglesia, el resto es financiación pública y privada. Los países con mayor número de ateos invierten más en ciencia, y en el caso de España solo invertimos la mitad de lo que se invierte en religión. Los lugares de culto, de acuerdo con la ley, están exentos de pagar el IBI. Esto es algo cada vez más impopular, y que muchos proponemos cambiar, pero es que incluso esa ley vigente no se cumple, pues el 85% de las propiedades de la Iglesia no son lugares en los que se practique el culto, y tampoco pagan el IBI.
Albert Riba, uno de los padres del ateísmo organizado en Cataluña, (y durante un tiempo y por extensión en España), preside la UAL (Unión de Ateos y Librepensadores), que integra a la anfitriona AMAL entre otras asociaciones. La trayectoria activista se le nota a Riba, en fondo y forma. Primero hizo un aviso aparentemente innecesario, al menos para los que estábamos allí, pero imprescindible si queremos que nuestro discurso salga hacia afuera: debemos respetar, y respetamos, los derechos de los creyentes. Se puede criticar una creencia sin despojar al creyente de su humanidad ni su ciudadanía, tan solo queremos que se acaben los privilegios institucionales y económicos, y que abandonen los tics totalitarios por los que sus organizaciones se han caracterizado y que todavía demuestran. Inmediatamente después, Riba puso el dedo en la llaga al denunciar los sinsentidos, prebendas y lastres franquistas de los actuales concordatos con la Santa Sede, que aún con un articulado diferente, siguen siendo una modificación del que firmara el dictador en 1953. “¿Por qué los centros de culto son inviolables si ya sabemos que las mezquitas se pueden usar como almacén de armas?”, se preguntaba indignado. El marco jurídico básico de nuestras relaciones con las religiones está trucada desde sus comienzos, y un ejemplo que puso fue que tenemos religiones que discriminan a la mujer (“no hay obispas”), y a pesar de ello esta legislación es inmune al mandato constitucional de no discriminación por razón de sexo.
José Orihuela Guerrero, de la Asociación de Ateos y Librepensadores de Andalucía, siguió profundizando en la herencia que nos dejaron 40 años de dictadura y toneladas de maquillaje político. Lamentablemente, la agenda del día iba con retraso y tuve que irme nada más empezar su intervención, pues el tren me esperaba para volver a Almería.
En conclusión fueron unas jornadas intensas y estimulantes, y hay que felicitar a los organizadores por montar un evento con entidad para iniciar una tradición a la que se podrán ir sumando cada vez más asociaciones simpatizantes con la causa. Me permito aconsejar alguna mejora de cara al futuro, como crítica constructiva, y es que el tiempo de preguntas debería ser mayor, y una única persona, de ser necesario, debería estar lista para dar el turno de palabra. Se quiso abarcar demasiado, y algunos temas se quedaron en el tintero, pero eso en realidad es más una virtud que un vicio, ya que nos da la oportunidad para concretar asuntos en el futuro.
Pero si encontré otra gran virtud, fue la accesibilidad y generosidad del Presidente de AMAL, Luís Vega, una persona rebosante de sentido común y ponderación en una lucha radical, radical al menos en cuanto a perseguir la raíz del asunto. Tuve la sensación de estar delante de uno de esos humildes y clásicos sabios modernos, esos que desde el presente nos animan hacia el futuro, iluminando el pasado. Por ello, no quise abandonar Madrid sin hacerle una pregunta de esas que quedaron en el tintero, a la que accedió buscando el momento más idóneo con suma amabilidad. La pregunta en cuestión trataba sobre el islam, y él además, era muy idóneo para contestarla porque ha vivido en países con mayoría musulmana. La pregunta venía a ser ésta más o menos:
AMAL tiene su herencia española, pero también bebe de las fuentes del nuevo ateísmo anglosajón representado por Richard Dawkins y Christopher Hitchens, ambos escritores que yo he analizado en mi blog lecturas porcinas. Este nuevo ateísmo anima a sus seguidores a que no teman la acusación de ser racistas cuando se trata de denunciar el islam. Desde Reino Unido y EEUU es más fácil denunciar a esa religión porque su historia no está impregnada de la confrontación entre moros y cristianos que sí hemos tenido en España. ¿Supone eso un problema a la hora de tener autonomía para denunciar, no solo los excesos de algunos radicales, sino la iniquidad intrínseca de los textos coránicos, sin promover la discriminación contra las minorías musulmanas que con tanta razón nos preocupa?
He querido comparar su respuesta con otra de un sesgo diferente, y así aprovechar la ocasión para introducir una propuesta de cara a futuros encuentros. El ritmo de unas jornadas son necesariamente más lentas que una sola conferencia, ya que dilatan durante días puntos de vista mayoritariamente compartidos por los asistentes. Con ello, a veces se corre el peligro de que, acostumbrados al frenesí de los debates televisivos, la gente se aburra, especialmente la gente que acude por curiosidad. Aunque hay un peligro mayor para los que sí formamos parte del colectivo ateo, y es que no nos aburramos en absoluto, pero tampoco seamos capaces de encontrar nuestros puntos débiles. Es cierto que no estamos siempre mirándonos el ombligo. Cuando terminan las reuniones volvemos al mundo real en donde encontramos las críticas, pero entonces estamos ya en el “campo de batalla”, en donde nuestra tradición como españoles nos empuja a “trincheras intelectuales”, trincheras donde salen victoriosas las voces más potentes y no los argumentos más eficaces. Si de verdad queremos dar ejemplo de librepensadores, o simplemente de pensadores, deberíamos incluir a los que piensan diferente a nosotros en nuestras reuniones. No en todas, y no todos, está claro. Pero de vez en cuando sí, especialmente si hablamos de jornadas multidisciplinares, amplias en tiempo y contenidos. Sería cuestión de encontrar el perfil tras “las líneas enemigas” que se ajustase a un debate racional y no sectario. No se trata de invitar a alguien del Opus Dei para que nos repita las tonterías simplonas de siempre, sino de buscar a personas que desde una perspectiva no atea, y no necesariamente religiosa (aunque tampoco excluyendo esa opción), aporten sus puntos de vista para confrontarlos con los nuestros, y enriquecernos todos. No sería el primer ejemplo, ni el último en que famosos ateos acceden a debatir con creyentes. Creo sinceramente que de la dialéctica surge siempre algún conocimiento y mejora, aunque solo sea por conocer mejor al oponente y sus argumentos y motivaciones.
En ese sentido he presentado prácticamente la misma pregunta a Juan Antonio Herrero Brasas, infatigable estudioso de aspectos religiosos, y profesor de Ética Social en el Departamento de Estudios de Religión de la Universidad del Estado de California, además de amigo mío. Agradezco sus esfuerzos para grabar su respuesta, y permitirme ofrecer a AMAL un ejemplo de lo que me gustaría aportar a futuras jornadas como las del fin de semana pasado.
NOTA: Ambas respuestas fueron grabadas antes de los atentados de Túnez.