A las hermanas del convento de Santa Lucía de Zaragoza alguien, en un arranque de justicia popular, les robó millón y medio de euros. Según las monjitas, el dinero, todo juntito y en billetes de 500, estaba envuelto en plásticos y guardado en la estantería de uno de esos toscos muebles de madera que siempre aparecen en las películas de frailes y monjas. El robo se llevó a cabo durante la primera misa del domingo, cuando las hermanas rezaban por el bien de los pobres y la paz del mundo. Y como los billetes exhalaban un tufillo de pecado fiscal poco espiritual y muy material, una de las religiosas declaró que el dinero escondido pertenecía a los «ahorrillos» de la comunidad, conseguidos durante cuarenta años con la restauración de libros y los ingresos extra que les proporciona Isabel Guerra, la hermana pintora, cuya obra hiperrealista se cotiza a un alto precio en el mercado del arte. No cabe duda de que la vida monacal no está en crisis y da mucho de sí económicamente y que la regla cisterciense es prehistoria religiosa para estas hermanas, hormiguitas de la oración capitalista, fieles discípulas de la picaresca empresarial y rehenes de la oscura pasión que despierta Don Dinero. Sin embargo, hay que reconocer que, aunque su moral y su solidaridad anden por los suelos, las monjitas son listas. Han demostrado que no se fían de los embustes terrenales de la Banca y han guardado sus ahorrillos, ya sean limpios o pecaminosos, en la alacena, junto al dulce de calabaza, que no da intereses pero, como cantaba Carlos Cano, da gloria bendita… esta vez para único deleite de las hermanas.
Federico Mayor Zaragoza, ciudadano del mundo. Despedida · por Juan José Tamayo
El 19 de diciembre de 2024 falleció en Madrid mi entrañable amigo Federico Mayor Zaragoza, que deja en…