UNO Rodríguez va al cine a ver Spotlight. La de los sacerdotes pederastas de Boston, la de los periodistas de la sección investigativa Spotlight de The Boston Globe quienes deciden acabar con años de mirar para otro lado, de mirar al cielo y de persignarse y nada más. Es una buena película y recuerda a ese cine de los 70 alguna vez en las cámaras de Lumet & Pakula & Pollack. Y a Rodríguez le causa gracia que Liev Schreiver (durante su infancia “molested” por religiosos bostonianos en la gran serie Ray Donovan) aquí sea el jefe de redacción que decide patear el tablero y el altar. Rodríguez sale de allí asqueado y no pudiendo creer en lo que tantos creen que les permite hacer lo que creen está bien. O, por lo menos, que no está tan mal porque, si no, cómo Dios permitiría que algo así ocurra, creen.
DOS Ahí fuera, muestras evidentes de los hechos y deshechos del Homo Religiosus. Mirce Eliade y todo eso: la necesidad ancestral de creer del ser humano y las necesidades que acaba haciendo en nombre de esa necesidad. Y Rodríguez no tiene ningún problema con lo que se cree o se deja de creer. Si se quiere creer en los agujeros negros como posibilidad de Más Allá o en una sábana santa que data del siglo XIII, si se opta por Richard Dawkins o por el papa Francisco, o si se piensa que se está casada con Cristo o poseída por Satán, todo bien; mientras ese convencimiento no se vuelva materia oscura para segundos y terceros. El problema no es que se tome el nombre de Dios en vano. El problema son esos tipos vanos que acaban convencidos de que su nombre es Dios.
TRES Lo y los que –de regreso en casa y frente al noticiero– hacen muecas a Rodríguez y se burlan de él con sus lenguas largas y vómitos y levitaciones varias. La pestilencia del Partido Popular de Valencia donde van cayendo todos los supuestos angélicos, grabados en conversaciones telefónicas aullantes, contando dinero. Y, sí, aleluya: una de las tramoyas más redituables fue el dinero público de la colectas impositivas repartido por aquella visita de Benedicto XVI a Valencia. Y el preferido entre todos esos estigmatizados es el arrepentido Marcos Venavent. Alguna vez, según sus palabras, fue “yonqui del dinero que se llevó de todo” y dueño de una peluquería –aunque ustedes no lo crean– llamada Qué Hay De Lo Mío. Ahora, regresado desde el filo de la navaja, con look de hippie mediterráneo à la San Francisco de Asís que ha visto la luz en viajes epifánicos por la India y Nepal y el Amazonas (y Amsterdam) y rezando porque “me dejen en paz con mis pajaritos y mis cosas”. En cualquier caso, Benavent cantó como un pajarito; y todos los buitres se han quedado sin alpiste y con serias posibilidades de jaula; y Rodríguez no olvidará nunca esa video-estampita de Francisco Camps en el banquillo de los acusados, siendo absuelto, y mirando a las alturas para guiñar un ojo y susurrar un “Gracias, Dios”, como si el Supremo Creador fuese un coleguita/cómplice en sus diabluras. Interrogado al respecto, Mariano Rajoy, según su costumbre, ha afirmado no estar muy al tanto de nada y pone cara de éxtasis de a quien se le ha concedido el milagro de –siempre activo en la inactividad– lo mejor de ambos mundos: un limbo de más o menos un mes donde, a la espera de que fracasen las negociaciones de su rival del PSOE, donde sigue siendo presidente, pero “en funciones” e incapacitado constitucionalmente para gobernar y legislar y esperando que todos se maten entre ellos y quedar solito con su alma en pie, amén.
Rajoy es, ahora, algo así como un rey. O como un Papa.
CUATRO Entre tanto, Pedro “PSOE” Sánchez –quien pide chance de formar lo deforme– continúa luchando como un cruzado/tachado y lanzado hacia delante porque, si se detiene, descubrirá que no tiene suelo bajo los pies de su salto de fe. Contra el Ciudadano Rivera que lo acusa de dejarse tentar por el demonio antisistemático de Podemos (para él la izquierda rupturista y caótica y como escapada de Mad Max). Contra Pablo Iglesias y su auto-revolución asamblearia que lo considera tentado por la derecha (se supo, inesperadamente, que Iglesias marca el casillero de la Iglesia en su declaración de la renta para Hacienda, donando parte de sus impuestos, tal vez porque piensa que comparten apellido). Contra su correligionaria Susana Díaz, con ese aire de injustificada superioridad de Madre Superiora y sonrisa de tiburón carcharodon carcharias, repitiendo una y otra vez que “Yo estoy para ayudar” (y a Rodríguez nadie le da más miedo que quienes todo el tiempo ofrecen su ayuda). Todos se hacen la cruz y se arrojan dogmas y mandamientos y votos y vetos y posibles pero irreconciliables santísimas trinidades de gobierno.
Mientras tanto, en la Tierra Prometida de Catalunya, el Hijo Carles Puigdemont concede entrevistas sentado a la derecha de su vigilante Padre Artur Mas. Ambos le recuerdan a la CUP de izquierdas las culpas confesadas y penitencias asumidas y, sobre ellos, flota el Espíritu Santo de Jordi Pujol. Y todos tan tranquilos de saber que no es que Dios proveerá. No: Dios proveyó y provee.
CINCO Sí, en todas partes, señales del Apocalipsis para unos y de un nuevo Génesis para otros. La revelación de que ya el mayor número de accidentes de tráfico no tiene que ver con alcohol o drogas o falta de respeto a las señales sino con las distracciones provocadas por el mefistofélico teléfono móvil. Esos titiriteros con obritas pro ETA. Esa plaga de mosquitos con nombre de jugador de fútbol multimillonario a ser fichado por Real Madrid y Barça para que se produzca el milagro de la multiplicación de la venta de camisetas. Ese diputado del PP que tuitea foto de gente meando “en la catedral de Menorca”, los acusa de ser de “la barbarie de Podemos”, y al rato pide disculpas porque esa era la catedral de Buenos Aires y esos eran porteños. El estreno de un “docureality”, Quiero ser monja, donde se pone a prueba la vocación de novicias más o menos rebeldes y la noticia de que la policía tuvo que entrar a un convento de clausura de las Mercedarias en Santiago de Compostela a rescatar a unas religiosas que ya no querían serlo. Ese sacerdote ibérico que lamenta el fin del rito del exorcismo y ese olor a azufre en ese colegio religioso al que no quería seguir yendo ese niño suicida. Y ese site –www.buscoalgomas.com– que se presenta con voz y sonrisa de chica en jeans y un “Es posible, aunque no lo sepas, que tengas vocación religiosa. No te vayas, no salgas corriendo. No escurras el bulto, no tengas miedo… ¿Por qué no vienes conmigo y conoces un poco este mundillo…?” y cuyos responsables explicaron a El País que “La web es como una inmobiliaria o una agencia de contactos”. Y concluye la noticia: “La web ofrece fotos que muestran, por ejemplo, a tres jóvenes monjas subidas a un árbol.” Y Rodríguez lee eso y quisiera decirles que tengan cuidado, que en algunos árboles hay serpientes.
SEIS Rodríguez lee que esas escaleras de Georgetown, Washington D.C., por las que cae volando y rodando el padre Karras en El exorcista ya tienen placa conmemorativa desde el último Halloween. Mientras, en Barcelona, ya iban tres meses sin lluvia. Récord absoluto sin precipitaciones mientras los acontecimientos se precipitan. El fin de semana, por fin, llovió un poco, un poquito. Rodríguez reza porque esto no sea el preámbulo al ahogo de cuarenta días y noches de diluvio.