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«Hay un 70% de católicos que no cumple las normas de moral sexual»

La jerarquía de la Iglesia «trata de dar respuesta a problemas de hoy con un modelo cultural del siglo XV», afirma

Hablar y escribir sobre sexo ha convertido a Benjamín Forcano en un teólogo incómodo. Su libro 'Nueva ética sexual' (1981), en el que hablaba, entre otras cosas, del placer, del celibato y del aborto, le costó un proceso en la Santa Sede que duró diez años y acabó con su expulsión de los claretianos. En la actualidad pertenece a la diócesis del obispo Pedro Casaldáliga en Sao Felix do Araguaia (Brasil). El lunes presentó en Granada el libro 'Iglesia católica y homosexualidad', escrito por el mexicano Raúl Lugo y publicado por la editorial que él dirige, Nueva Utopía. Ayer pronunció en el Colegio Mayor Cardenal Cisneros su conferencia 'Hacia una nueva visión cristiana de la sexualidad'.

-¿Cuál es esa nueva visión cristiana de la sexualidad?

-El 'hacia' es muy significativo, porque estamos en un camino. Los católicos adquieren su sentido de la sexualidad en la comunidad cristiana, pero esa visión no se termina en una época determinada, sino que es progresiva. Sin renegar de la visión del pasado, estoy convencido de que esa visión tiene que ser revisada, perfeccionada. En estos últimos tiempos la ciencia -la antropología, la psicología, la filosofía, la teología…- nos ha ofrecido horizontes nuevos acerca de la sexualidad.

-La moral sexual es uno de los aspectos más rechazados de la Iglesia, incluso por personas que se autodenominan católicas pero no cumplen esas normas…

-Ése es el problema. Hace ya cuarenta años que el Concilio Vaticano II decretó la renovación de la Iglesia, y esa renovación también tenía que llegar al campo de la moral sexual. Había esperanza porque la gente tenía la percepción de que las normas de la moral sexual eran excesivamente rígidas, desfasadas y no acordes con el tiempo actual. No por permisividad, ni por una acomodación fácil, sino por coherencia. Ahí están los datos: por una parte va la normativa oficial, lo que se manda, y por otra parte lo que se hace en la vida. Hay quien habla ya de un 70% de gente que no cumple la normativa sexual. Pero en gran parte esa esperanza no se cumplió y la gente ha quedado decepcionada. Con ese conflicto va aumentando el número de los que se alejan, va aumentando la falta de credibilidad en la Iglesia, sobre todo por parte del mundo de la cultura y de la ciencia. Y ése es el problema. O revisamos esas normas y vemos si hay puntos que requieren un 'aggiornamento', una puesta al día… El Concilio dice claramente que no puede haber contradicción entre la fe y la ciencia y hace una reconciliación con la modernidad.

-Sin embargo, el Concilio tiene ya más de cuarenta años y la Iglesia continuamente se opone a todo lo científico, desde la investigación con células madre hasta la recomendación del uso del preservativo para prevenir el sida…

-Hay que matizar que no se puede identificar la Iglesia con la jerarquía. La revolución del Vaticano II es que la Iglesia no es la jerarquía sino el pueblo de Dios. La jerarquía por sí misma no tiene sentido de ser: sale de la comunidad al servicio de la comunidad, no anula el protagonismo del pueblo. Hay buena parte de la jerarquía que está en consonancia con el mundo actual. Hay obispos magníficos que son profetas, teólogos y defensores de la dignidad humana. Por ejemplo, en Brasil, al contrario de lo que pasa en España -donde la institución eclesial está en los últimos lugares en credibilidad a juicio de los ciudadanos- la Iglesia tiene gran credibilidad, porque ha habido una simbiosis entre jerarquía, pueblo y teólogos. Dentro de la Iglesia hay innumerables cristianos de a pie que son científicos, teólogos… que tienen otra manera de entender las cosas, aunque no aparezcan tan notoriamente en los medios de comunicación.

-¿Cuál cree que sería la solución para ese alejamiento entre la jerarquía y los católicos de a pie?

-El hecho de que haya dos bandos, un conflicto de mentalidades, no se debe a que unos sean más fieles a la Iglesia, más virtuosos y más obedientes, y otros más relajados, más indisciplinados… No es eso. Todos buscamos el bien de la Iglesia. Cuando los obispos dicen que cambiar sería traicionar el Evangelio o traicionar a la tradición no es correcto. No se trata de traicionar, sino de enriquecer. El Evangelio tiene unos principios generales que son válidos para siempre, pero luego hay cantidad de cuestiones particulares sobre las que el Evangelio no dice nada y en cada tiempo, en cada momento cultural, tenemos que dar una respuesta. Los santos padres en los siglos IV, V y VI dieron una respuesta de acuerdo con los conocimientos y la cultura de entonces, una respuesta que hoy no puede valer del todo. Hay diversos modelos culturales a través de los cuales se va trasmitiendo la doctrina cristiana, pero esos modelos evolucionan. El problema es que queremos resolver los problemas de hoy con un modelo cultural del siglo V, o del XIII, o del XV…. Nos hemos quedado con el Concilio de Trento, en vez de quedarnos con el Vaticano II.

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