La catedrática barcelonesa imparte una conferencia en la Universidad de Valladolid sobre el papel de la religión en la actualidad
El modo en los profesores de Filosofía y Letras acogieron a Victoria Camps (Barcelona, 1941) antes de su conferencia en el abarrotado salón Lope de Rueda evidenciaba que se trata de una figura académica de primer orden. Ha escrito más de veinte libros, pero ayer el centro de la charla era su diálogo con la también filósofa Amelia Valcárcel, publicada con el título ‘Hablemos de Dios’, «sobre el sentido de la religión en nuestra época, teniendo en cuenta que ha habido un proceso de secularización desde hace bastante tiempo, pero que parece que no tiene fin», explica.
–En el libro nos planteamos dónde estamos hoy, si podría volver la religión y, en el caso de que lo hiciera, si podría ser positivo. Qué diferencia hay entre una ética religiosa y una ética laica, porque es verdad que los problemas más conflictivos en España y en Europa son sobre algunos temas para los que la religión católica tiene una postura muy clara, muy dogmática, y no hay diálogo posible entre la ética religiosa y la ética laica. El aborto, por ejemplo.
–Sobre el aborto, parece que se pasa de un extremo, que una adolescente pueda abortar sin comunicárselo siquiera a los padres, al opuesto, que no se apruebe ni en caso de malformaciones del feto.
–Es un ejemplo de la dificultad que es dialogar, o discutir, y llegar a un consenso sobre algunos temas para los que la religión más ortodoxa tiene una postura muy clara, aunque hay creyentes que no piensan así. Pero la Conferencia Episcopal tiene una postura muy clara y considera que el aborto es malo siempre, y hay que prohibirlo. Y un Gobierno más cercano a ella no tiene en cuenta que seguramente hay una mayoría de ciudadanos creyentes o no creyentes que se sienten cómodos con la ley que tenemos. Que además es una ley homologable con la mayoría de países del entorno.
–Es un diálogo inviable, parece.
–Es un diálogo imposible. Cuando se enfrentan dos posturas dogmáticas, el diálogo es imposible porque nadie quiere dialogar. Las posturas son intocables, y dialogar es ceder, y por tanto llegar a un consenso que no satisface del todo a nadie. Y eso no ocurre con el aborto, con la eutanasia…Hay asuntos en las que la religión aún se mantiene en posturas anacrónicas, muy retrógradas.
–También porque quizá hay mucha gente que comparte una postura y cuando llega la oportunidad de plantarse a favor de ella, la apoya. En Francia se ha visto con las manifestaciones masivas contra el matrimonio homosexual.
–Los matrimonios homosexuales son rechazados por un sector que grita mucho, y eso quiere decir que la sociedad no es laica todavía, esa secularización no se ha producido del todo. Luego hay un tema positivo. Muchos creyentes no tienen esas posturas tan radicales, y encuentran en la religión un sentido que a lo mejor puede aportar algo al mundo actual. Porque es evidente que el lugar que ocupaba la religión en otras épocas ha dejado un vacío que no ha sido sustituido por nada. Y Habermas, por ejemplo, se plantea cómo fomentar en la ciudadanía el sentimiento de solidaridad, que es un valor de raíces muy religiosas. No se puede obligar por ley a ser solidario. Y quizá ahí la religión tenga algo que enseñarnos.
–En estos tiempos, esos valores que podría promover la religión son necesarios, y quizá no exista otra manera de crearlos.
–Una ética laica también los genera, creo yo. Una ética centrada en un valor que hoy para los filósofos de la moral es central, como es el de la justicia, en que el mundo debe ser más equitativo, se basa también en una fe. No es la fe en Dios, sino la fe en la condición humana. Pensar que podemos ser capaces de ir hacia un mundo mejor y de transformar el mundo. La ética en ese sentido no es muy distinta de la religión porque hay una fe que la sustenta.
–A veces brotan esos valores, como la solidaridad, del mismo drama que se está viviendo.
–Estamos haciendo de la necesidad, virtudes. Las virtudes que hoy consideramos que deberían ser las que fueran preponderantes en la sociedad, en lugar de los valores económicos que hemos tenido hasta ahora. Esos valores económicos nos han llevado al desastre, no podemos ser tan individualistas, no podemos pensar solo en el poder adquisitivo, en la rentabilidad económica, en el éxito fácil y el éxito personal. Hay que pensar en otras cosas. Y ahí están los valores que predica la ética, respetarse más, ser más solidarios, razonables, valores que deberían ser prioritarios. Pero claro, ¿por qué pensamos eso ahora? Porque nos hemos dado cuenta de que esa forma de vida inspirada solo por la economía ha fracasado.
–Quizá cuando pase la crisis se acabe esa forma de pensar.
–Exacto. Lo positivo de las crisis es que nos hacen pensar. Pero claro, en cuanto se resuelven mínimamente bien es fácil volver a caer en lo mismo de antes.
–La gente se vuelve más solidaria porque ve los problemas en su entorno cercano, pero con el tiempo, si se agrava la crisis, ¿se puede acabar en el egoísmo exacerbado? ¿Un 'que no me toque a mí'?
–Sí, sí. Se corre ese riesgo, e incluso hoy, que somos muy críticos con la corrupción porque estamos en crisis, porque en otras épocas no lo hemos sido tanto, si nos dijeran: 'tenemos una fórmula para salir de la crisis, ¿aceptaríais salir de ella y mantener la corrupción que tenemos'? Pues no quiero pensar cuál sería la respuesta.
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