–Es la primera vez que vengo a la casa Árabe. Es un edificio muy moderno. Me lo esperaba más étnico.
–¿Y qué esperaba? ¿Camellos y desierto? Fuera tópicos, mujer. Esta modernidad es el mundo árabe.
–Lo siento, pero vamos a seguir con los estereotipos. Desmónteme tres del islam: antifeminista, ultraderechista y fanático.
–Eso es el prototipo del prejuicio. No es que no existan esas características en el extenso mundo islámico, igual que existen en las otras religiones. El problema es que, en el caso del islam, eso lo monopoliza. Hay otros elementos más liberales, abiertos y modernos, pero están ocultos y anulados. La información se centra en los elementos negativos.
–Otro tópico: el velo es un símbolo machista.
–El velo no representa la sumisión de la mujer al hombre, sino que tiene interpretaciones complejas. Muchas jóvenes se lo ponen voluntariamente, como una afirmación de su identidad. No le demos tanta importancia al pañuelo, sino a lo que piensan esas mujeres. Hay mujeres modernas con pañuelo y sin él.
–Ya, pero son ellas las que lo llevan. ¿Por qué no se lo ponen ellos?
–¡Pero si ellas lo quieren llevar! ¿Quién es usted para decirles nada?
–Vayamos más allá del pañuelo. Los españoles nos asustamos cuando vemos a los musulmanes golpearse el cuerpo, pero asumimos como normal a los penitentes en Semana Santa. ¿Acaso no es lo mismo?
–Ese es el problema del etnocentrismo cultural. La celebración de la Ashura es similar a muchos ritos de nuestra Semana Santa. Ambas reproducen un homenaje a la muerte y el martirio. Pero, claro, lo nuestro son tradiciones y lo de ellos es una barbaridad.
–¿No sería mejor un mundo en que la religión fuera una cosa particular de cada uno?
–Sí, estoy de acuerdo.
–¿Es una utopía?
–No, lo que ocurre es que para llegar a este punto se tienen que dar circunstancias concretas. La democratización el mundo árabe es necesaria, pero los factores islámicos tienen que participar. Una vez haya ocurrido esa liberación, el proceso a largo plazo evolucionaría hacia un proyecto y un modelo cada vez más secularizador. Pero si nos empeñamos en imponerles desde arriba y desde fuera ese laicismo y esa secularización, lo único que generamos son reacciones identitarias muy fuertes, que incluso pueden generar un imaginario negativo del laicismo.
–Una de las imágenes que más le ha impacto en su vida profesional ha sido la de los refugiados palestinos. ¿Qué vio?
–Efectivamente, hay que ir a esos campos en los países árabes para ver hasta dónde puede aguantar la degradación personal del ser humano. No estoy hablando ya de política. Yo recorrí los campos en el Líbano y fue una experiencia muy dura. Salí con el sentimiento de que aquello iba a explotar. Esos refugiados son los grandes olvidados. En la información, domina la política, la violencia y lo militar. Pero se oculta el sufrimiento humano. Esa frustración, ese odio y esa humillación acabarán explotando. Eso no es vivir. Es sobrevivir. Y la pena es que son pueblos enormemente pacíficos.
–Occidente lo está haciendo mal en su propio terreno. No hemos sabido integrar a los inmigrantes. Ni siquiera a los que pertenecen a la segunda generación.
–Si eso ocurre es porque esos jóvenes nacidos en países europeos, que son europeos, han padecido discriminación y exclusión laboral, social y educativa. Es un problema nuestro. Lo que se ha demostrado es que el peso de llamarse Mohamed impone una discriminación. Impone el gueto. Y, en esto, la religión no tiene nada absolutamente que ver. Son problemas sociales y económicos. Si tú generas guetos, pueden explotar. En los guetos se genera odio y repliegue identitario.
–Todavía estamos en vacaciones. ¿Qué destino le recomendaría al señor George W. Bush para que disfrutara de las suyas?
–Que se pasee por África, por Asia y que hable con la gente, que es la mejor manera para conocer sitios nuevos. Y le diría que saliera con el espí- ritu abierto a la búsqueda del exterior. Si viajas con acomodación ocular, si vayas donde vayas vas a buscar lo que a priori llevas en la cabeza, entonces no descubres nada nuevo. Hay que viajar con el espíritu de conocer.
–¿Y qué libro se debería leer el presidente de Estados Unidos durante sus vacaciones?
–Mi libro sobre Irak. ¡Seguro que le encanta!