En Paraguay, cada año, centenares de niñas de entre 10 y 14 años, embarazadas, como consecuencia de violaciones dan a luz, ya que la mayoría de jueces y médicos, no les permiten la interrupción de la gestación.
La criminalización política y jurídica de la libertad de las mujeres y consentir un doble maltrato (violación e impedir que se interrumpa el embarazo) por parte del Estado hacia las niñas, es el origen del grave problema
La noticia se ha producido: La niña de 11 años violada presuntamente por su padrastro cuando tenía 10 años, ha dado a luz en un Hospital de la Cruz Roja de Asunción el pasado 14 de agosto. Según el parte médico, la niña y el bebé se encuentran en “buen estado de salud” (física), después de que se le practicara una cesárea. Ninguna referencia a su salud social, afectiva, psíquica y mental.
Con ello han quedado “muy satisfechos” los colectivos integristas “pro-vida”, el Papa Francisco, jueces, médicos, el Gobierno y la mayoría parlamentaria paraguaya.
En Paraguay, cada año, centenares de niñas de entre 10 y 14 años, embarazadas, como consecuencia de violaciones dan a luz, ya que la mayoría de jueces y médicos, (amparados en un código penal patriarcal y absurdo) no les permiten la interrupción de la gestación. Por ello centenares de estas niñas, fruto de violaciones abortan clandestinamente, muchas mueren en el intento.
La responsabilidad de este terrorismo integrista y católico de Estado la tienen las mayorías parlamentarias que se han sucedido en Paraguay, anteriores gobiernos -entre los cuales el obispo católico Fernando Lugo (…el de los hijos naturales) no quiso modificar la Ley y, por supuesto, la actual mayoría colorada, ya que al frente del Gobierno está un empresario que se declara “muy católico” (acusado de corrupción en diversas ocasiones): Horacio Cartes.
La criminalización política y jurídica de la libertad de las mujeres y consentir un doble maltrato (violación e impedir que se interrumpa el embarazo) por parte del Estado hacia las niñas, es el origen del grave problema.
El impedir (cuando era todavía posible y necesario) por parte de autoridades judiciales y de médicos la interrupción del embarazo de la niña generó un gran debate internacional. Asociaciones como Amnistía I. -con una campaña “NiñaEnpeligro”-, multitud colectivos feministas y laicistas, incluso colectivos de base cristianos, la ONU, etc. recomendaron y exigieron que se le practicara el aborto, ya que la madre y el sentido común lo demandaba por salud física y mental de la niña.
El juzgado de infancia correspondiente se defendía contra esas exigencias y presiones: “Nuestra Constitución protege la vida desde la concepción”, también los médicos que la atendían.
El Gobierno con el presidente Horacio a la cabeza hizo “mutis por el foro”, también el jefe de la Iglesia católica, Francisco que visitó Paraguay en julio: “hecho normal”, ya que meses antes en el Parlamento europeo había calificado de “asesinas” a las mujeres que abortan.
El Papa Francisco en su visita a Paraguay hizo un llamamiento contra la corrupción y el narcotráfico, contra las víctimas de violencia, a favor de la mujer y madre paraguaya… y se mostró satisfecho de los avances que en ese país se habían experimentado con el actual presidente. ¿A qué violencia se refería? No sería a la que se practica contra las niñas violadas, de cuyo acto salvaje quedan embarazadas y no se les permite su interrupción. ¡Palabras hipócritas!
A estas alusiones papales el presidente católico Horacio contestó: “…la bendición de sus visita cubre mi nación con un manto de fe y de esperanza, gracias por su peregrinar pastoral… es grande la emoción que sentimos, cuando Su Santidad menciona con tanta valoración, a la mujer paraguaya, que en las horas más difíciles, oscuras y dolorosas de nuestra historia, supo afirmarse en la dignidad de mujer y madre; preservar y fortalecer la familia; revivir los hogares, salvar la fe, la cultura y el idioma de nuestro pueblo. Gracias Santo Padre”. ¡Qué indignidad política!… ya que mientras esos fastos y boato católico se sucedía…
… una niña violada, de recién cumplidos 11 años (y otras muchas en Paraguay y en otras partes del mundo con dictaduras, medias democracias y, sobre todo, religión de Estado) observaba su futuro (sin apenas entender nada) aterradas por la violación sufrida y sus nefastas consecuencias. Esa es la humanidad de la que nos habla el Papa Francisco y, en este caso, el Presidente Horacio.