Plantar cara al yihadismo pasa más por trabajar en la prevención que por la modificación de un sistema legal capaz de aguantar el envite.
Hace cinco años, Aysha Nall, ahora de 23, se encontró sola en la calle sin ninguna puerta a la que llamar. Criada en Barcelona de padres marroquíes, se sentía, sin embargo, extranjera fuera de las cuatro callejas donde había transcurrido su vida hasta entonces. "Mi padre comenzó a radicalizarse durante mi adolescencia, cuando perdió su trabajo. La calle se convirtió en un terreno vedado para mi madre y para mí. Yo, que había vivido dentro de un Islam sin extremismos y prácticamente con la cotidianidad de una niña española, no pude soportar el nuevo aislamiento y me fui de casa".
Hoy, el entorno de la familia de Aysha, que ha tenido que mudarse a la periferia de Barcelona por los efectos de la crisis económica, sigue bajo la fascinación de una ideología extremista avivada por el apogeo mediático del Estado Islámico (EI), un grupo terrorista que persigue el asentamiento de un califato entre Siria e Irak. En la actualidad, Aysha combina su trabajo de monitora con sus labores desinteresadas como mediadora social en los barrios más desfavorecidos de Barcelona. Una tarea de por sí ardua que exige, en el caso de una mujer, romper tabúes profundamente enraizados a la hora de relacionarse con las comunidades, dar consejos, alertar del peligro de radicalización.
Su caso ejemplifica a la perfección la irrupción de toda una avanzadilla de mujeres que, desde los terrenos de la investigación, el derecho, la defensa y la seguridad, luchan a diario en nuestro país contra el fanatismo. Españolas que combaten el avance de una ideología extrema que tiene en las féminas uno de sus blancos predilectos. Su expansión alimenta en suelo iraquí no solo la limpieza étnica, sino la violación en masa y la trata.
Otra de ellas es Carola García-Calvo, una de las pioneras en la investigación del terrorismo yihadista en España y colaboradora del Real Instituto Elcano. Su análisis del perfil del terrorista islamista aquí ilustra un fenómeno en eclosión. "El conflicto en Siria y la campaña del Estado Islámico han supuesto una nueva oleada de movilización, ya que aportan una expectativa de éxito, de fascinación. Además, las redes sociales han ampliado la audiencia a la que llega el mensaje yihadista propiciando el reclutamiento de nuevos miembros para la causa. Viajar a Siria es fácil con un pasaporte europeo, ya que basta con volar a Estambul para después trasladarse a alguna provincia fronteriza, como la de Hatay, donde un facilitador se encarga de llevar al aspirante a terrorista hasta tierra siria", explica García-Calvo.
Un viaje hacia la yihad prácticamente con vuelos 'low cost', describe la experta, que se nutre cada vez más "de jóvenes pertenecientes a una segunda generación de inmigrantes desencantada y con pocas expectativas laborales y sociales". "En España, como en Europa, el perfil está cambiando. Se trata de una persona nacida en nuestro país con dificultades para encontrar su identidad", comenta García-Calvo. "En el caso de las mujeres es un fenómeno incipiente aunque muy minoritario. Sabemos que seis han salido de aquí hacia zonas de control yihadista, donde sus funciones nunca están en la primera línea sino como esposas de combatientes o en las labores domésticas". El número total de españoles que luchan en las filas del Estado Islámico sobrepasa la cincuentena y va en aumento, según datos policiales".
Un crecimiento que también combate una infiltrada en un territorio tradicional y predominantemente masculino: el análisis de inteligencia. Eva Moya es coordinadora de la unidad de inteligencia de S21sec, experta en social media, y ha asesorado a agentes de policía para lograr una mayor efectividad en la lucha contra el terrorismo también en las redes. "Estamos ante unos grupos que demuestran gran maestría en el uso de internet", explica. "Lo utilizan para difundir sus ideas, pero también para seleccionar, filtrar y observar a quienes quieren captar. Extraen información de Linkedin, la gran red social del mundo laboral, por ejemplo, para conocer mejor a sus objetivos. Y, como hemos podido comprobar en el vídeo de la decapitación del periodista estadounidense James Foley, dominan las técnicas de viralización, son capaces de crear sus propios símbolos y cumplen la máxima del 'márketing' en internet de sorprender en menos de tres minutos", resume.
Un recorrido por Facebook confirma las palabras de la analista. Una legión de perfiles que exhiben orgullosamente los símbolos del Estado Islámico postean vídeos y entradas de aparente mensaje idealista y romántico. La violencia, cuando aparece, lo hace siempre teatralizada o estilizada, como si se tratase de un videojuego. "Han logrado normalizar su presencia en internet. Transmiten mensajes de seguridad combinados con una narrativa casi fílmica, heroica. Después observan la reacción de la persona que quieren captar y deciden si pasar o no a las siguientes fases", expone Moya. Una estrategia que funciona, a tenor del testimonio de una madre del barrio de El Príncipe, en Ceuta, una zona de mayoría musulmana donde el desempleo supera el 60%. "Siempre hemos sido practicantes moderados. Por eso, cuando vimos que nuestro hijo pasaba horas y horas viendo vídeos religiosos en internet, nos sentimos muy desorientados. Cambió su forma de comportarse y vestirse, y renunció a sus amigos de siempre".
La abogada María Ponte es otra de estas mujeres que componen la vanguardia española contra esta lacra. Lleva años luchando para acabar con los peligrosos procesos de adoctrinamiento y radicalización, cuyos efectos en el mundo real conoce a fondo. Ha formado parte del equipo de la Asociación 11M Afectados del Terrorismo, ha ejercido la acusación particular en el proceso por los atentados de Madrid de 2004 y ha representado a víctimas como acusación particular y popular en distintos sumarios de terrorismo yihadista. "Lo que me marcó para siempre fue el dolor de los afectados por el 11M y sus familias. Además, me impresionó el arduo y silencioso trabajo de miles de horas de Policía y Guardia Civil, jueces y fiscales, sin descanso para combatir el fanatismo desde la legalidad. Los vídeos de entrenamiento de combatientes en las bases terroristas, chavales jóvenes completamente sumergidos en la violencia, eran estremecedores. Contra ese fanatismo, ese adoctrinamiento en la cultura del terror, la solución militar es una estrategia que solo funciona a muy corto plazo".
ara Ponte, plantar cara al yihadismo pasa más por trabajar en la prevención que por la modificación de un sistema legal capaz de aguantar el envite. "La legislación que tenemos es la adecuada para enfrentarse al terrorismo yihadista. La reforma del Código Penal de 2010, aunque tardía, ha ampliado la represión del adoctrinamiento, e incluso la difusión de mensajes destinados a perpetrar atentados, y da respuesta, hoy por hoy, a los problemas que tenemos. Legislar es una tarea que requiere cierto sosiego, y equilibrio entre seguridad y garantías constitucionales. No es recomendable en absoluto hacerlo por impulsos, a golpe de noticias".
Dosis de prudencia pero también de realismo, al reconocer que combatir el terrorismo yihadista plantea grandes retos, como el de los retornados, personas procedentes de países cercanos que pretenden regresar tras participar en combates y procesos de radicalización en el extranjero.
El Gobierno marroquí, por ejemplo, ha compartido con España su inquietud por los 2.000 combatientes yihadistas marroquíes en Siria que se espera intenten volver próximamente. "La respuesta a esta amenaza y la que implica la radicalización dentro del país no puede ser únicamente policial. La experiencia nos dice que hay que actuar haciendo hincapié en primer lugar en la prevención", explica Carola García-Calvo. En esta labor, fundamentalmente, pero no solo, seguirán trabajando las protagonistas de este reportaje, mujeres sin miedo en lucha contra el sinsentido.
Una madre francesa contra los radicales
Dominique Bons no se ha concedido siquiera el tiempo de superar el duelo por la muerte de su hijo. Nicolas, de 30 años, murió el pasado diciembre en un atentado suicida cerca de la ciudad siria de Homs. Su madre recibió la noticia a través de un mensaje enviado a su móvil. "No me paré siquiera a pensar. Supe que tenía que hacer algo para ayudar a todas esas familias que ven, como me pasó a mí, que sus hijos se distancian, se marchan a un país extranjero, cómo los van perdiendo. Ahora, cuando los periodistas me acosan, me siento desbordada y con la herida abierta", explica. La tarea que se ha echado sobre los hombros es dirigir una asociación, 'Syrien ne bouge, agissons', ideada para unir y coordinar a padres desorientados ante la deriva radical de sus hijos. También exigir al Gobierno francés que tome medidas frente a un problema que hace tiempo ha reventado los estereotipos. "Mi familia ha sido siempre atea. Nunca inculcamos a nuestros hijos ideas religiosas y muchos menos radicales. Jamás imaginamos que uno de ellos acabaría muriendo en un combate fanático a miles de kilómetros de su hogar".
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