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España se seculariza

La Iglesia pierde peso en la sociedad – Las bodas civiles se duplican en 10 años y llegan al 44% – Aumentan los hijos nacidos fuera del matrimonio y disminuye el porcentaje de bautizados.

Cada vez hay menos entradas emotivas en el altar con novia de blanco, un menor porcentaje de nacidos que se bautizan, menos primeras comuniones y confirmaciones, y más hijos nacidos fuera del matrimonio. Y están empezando a celebrarse ritos civiles alternativos a los católicos: acogimientos en los ayuntamientos para los recién nacidos, fiestas de paso a la adolescencia o ceremonias de todo tipo para despedir a los fallecidos. España se seculariza.

Los españoles, que aunque no pisaran jamás una iglesia y no cumplieran la doctrina católica, no dejaban de celebrar bodas, bautizos, comuniones y funerales, están perdiendo interés por los sacramentos. Incluso su componente cultural se está evaporando. Mientras los obispos llenan los periódicos, convocan manifestaciones, salen a la calle para defender su modelo de familia y siguen reivindicando los tradicionales privilegios de los que siempre ha gozado la Iglesia católica en España, las cifras marcan otra tendencia: el poder real de su doctrina entre los ciudadanos está disminuyendo a ritmo vertiginoso. Las razones no son fáciles de desentrañar, pero pueden estar relacionadas con varios factores: las alternativas civiles a los ritos católicos se han hecho más atractivas, el divorcio ha supuesto un descreimiento hacia "el matrimonio para toda la vida" y los jóvenes no han crecido ya en una España católica que imbuía a toda la población de una cultura religiosa que lo impregnaba todo.

De las 211.818 bodas celebradas en 2006 en España, el 44,2% fueron civiles, según datos del Instituto Nacional de Estadística -en 2000 el porcentaje era del 24%-. Y en cuatro comunidades autónomas -Cataluña, Baleares, Canarias y Madrid-, junto con las ciudades de Ceuta y Melilla, el porcentaje supera el 50%. En el caso de Cataluña, asciende al 62,5%. Y, curiosamente, el País Vasco, y Navarra, de gran tradición católica, son dos de los lugares en los que más han descendido porcentualmente las bodas canónicas.

Si a estos enlaces sumamos el número de parejas de hecho, registradas o no, queda claro que las uniones que escapan del control de la Iglesia católica son ya mayoría en la sociedad. Además, los españoles cada vez se casan menos. La tasa de nupcialidad (número de matrimonios por mil habitantes) pasó del 5,72 en 1980 al 4,70 en 2006. Y va aumentando el número de hijos nacidos fuera del matrimonio. En 2005 fueron el 26% del total: 123.938 niños. El porcentaje sube cada año.

Estas cifras nada tienen que ver con los datos de la España franquista y católica de los años setenta, que sólo reconocía los matrimonios eclesiásticos. El civil se consideraba subsidiario y para celebrarlo había que demostrar que los contrayentes no eran católicos. Los bautizados debían pasar por una declaración de apostasía de la fe -complicada y mal vista- para que les dejaran celebrar su enlace en el juzgado.

Desde 1981, cada uno, bautizado o no, tiene plena libertad para elegir cómo desea casarse. Pero durante algún tiempo, los novios han seguido prefiriendo las iglesias. Claro que la alternativa era una cola en un juzgado -situado a veces en un espantoso y desnudo edificio gris-, una rápida lectura de artículos del Código Civil, unas firmas, y listo.

La situación ha cambiado. Los ritos civiles empiezan a tener su propio glamour. Los novios pueden casarse en decimonónicas salas de ayuntamiento, en un yate, una masía o un pazo, dentro de una corona de flores construida en una playa o en jardines llenos de gardenias a los que acude un juez, concejal o incluso el alcalde para celebrar el matrimonio. No hay discurso del párroco, pero lo puede hacer cualquier otro. Los amigos o familiares leen poemas o hablan a la concurrencia sobre los futuros cónyuges y una orquesta de cámara hace las veces del órgano de la iglesia. Los fastos ya no son exclusivos de lo religioso y la liturgia católica puede ser sustituida por la que decida cada cual. La incontestable estadística sobre divorcios hace que ya apenas se crea en el matrimonio para toda la vida. Además, a los divorciados y parejas homosexuales no les queda más opción que el matrimonio civil.

Bautizos, primeras comuniones y confirmaciones van en retroceso. Y si se compara el número de menores de un año bautizados con el total de nacidos, se observa que el porcentaje de bebés que ingresan en la Iglesia católica pasó del 65% en 2001 al 57% en 2005, ocho puntos en cinco años.

Las ceremonias civiles están sustituyendo a otros ritos católicos como bautizos, primeras comuniones y funerales. Los españoles quieren festejar los momentos importantes de la vida, pero no necesariamente Dios mediante. Muchos ayuntamientos, como el de Rivas-Vaciamadrid (Madrid) o Igualada (Barcelona), llevan a cabo "acogimientos civiles", ceremonias en las que se da la bienvenida al mundo y a la comunidad al recién nacido. La primera persona que lo solicitó fue Carmela Planell, en Barcelona, donde residía, pero después se trasladó a Igualada y siguió allí con su petición. "Quería celebrar que mi hijo Marcel había nacido, pero no quería bautizarlo", dice. "Y pensaba que, como ciudadana de una sociedad democrática, tenía que exigir un marco para hacerlo".

El Ayuntamiento de Igualada aprobó en pleno la solicitud. No hubo ningún voto en contra, ni siquiera del Partido Popular. Después, el texto pasó al Parlamento catalán, que lo aprobó como reglamento. El procedimiento tardó unos años, así que el 7 de noviembre de 2004, cuando finalmente se celebró el acogimiento, Marcel tenía ya cinco años. "Fue una ceremonia muy bonita", recuerda su madre. "El alcalde leyó artículos de la Convención de Derechos del Niño y de la Constitución, los padrinos asumieron el compromiso de velar por su educación y cuidarlo si algo me pasaba, y él lo vivió como una experiencia para entrar a formar parte de la comunidad en la que vive".

El pueblo aceptó la nueva ceremonia, pero no así la Conferencia Episcopal, que lo vivió como un ataque a sus ritos. "El párroco de Igualada me dijo que respetaba mi decisión y que él quería que los que bautizaban a sus hijos fueran fieles de verdad, pero el presidente de los obispos dijo muchas burradas en la prensa", dice Carmela Planell. "Yo no quise entrar en polémicas. Mi decisión no iba contra nadie y ellos deben respetar a los no católicos".

En Rivas (Madrid), gobernado por Izquierda Unida, donde desde el año pasado han celebrado unos 32 acogimientos, insisten en que la ceremonia no es algo contra la Iglesia católica. "Lo que nosotros hacemos es dar la bienvenida a la ciudad a los niños", señala el concejal de Infancia y Juventud, Pedro del Cura. "Los padres se comprometen a cuidarlo y educarlo y nosotros, a facilitar los recursos y medios necesarios". Cada vez tienen más peticiones.

También hay "comuniones civiles". Para que el niño no católico no se sienta discriminado respecto a sus compañeros, y como celebración de paso a la adolescencia. Y proliferan los servicios alternativos al funeral: cenizas esparcidas en el mar desde una barca, rituales de despedida con música y discursos… Los agnósticos y ateos quieren despedir a sus muertos, y hacerlo a su manera.

La práctica religiosa está disminuyendo. En 1998, el 83,5% de los españoles se definía como católico. En 2007, la cifra ha bajado hasta el 77% (según un barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de abril). A pesar del descenso, todavía podría pensarse que España es católica. Sin embargo, más de la mitad de los supuestamente religiosos casi nunca asiste a misa (el 56,2%) y sólo el 17% va a la iglesia casi todos los domingos y festivos, como mandan los cánones, o varias veces a la semana. Se ha pasado de un 79% de católicos practicantes en 1974 a un 24% en 2005.

Según una encuesta del CIS de 2002, el 68% de los ciudadanos "nunca" sigue lo que dice la Iglesia en materia política, el 65% prescinde absolutamente de su doctrina sobre sexualidad y el 61%, de los mandatos sobre relaciones matrimoniales y de pareja. Un 46% define el bautizar a los niños como una costumbre y no como un deber. Y a un 55,6% sus creencias religiosas le preocupan poco o nada cuando tiene que tomar decisiones de mucha importancia.

Alfonso Pérez-Agote, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, señala que estamos ante la tercera oleada de secularización de España. La primera tuvo lugar durante el siglo XIX y hasta la Guerra Civil. La segunda, entre los años sesenta y finales de los ochenta. "En ese momento se produjo un desinteresamiento paulatino por la religión y el magisterio de la Iglesia" explica el catedrático. "España dejó de ser un país de religión católica para pasar a ser de cultura católica. Pero todavía había en esos años un interés por los sacramentos y rituales, que conservan su fuerza social".

La tercera oleada estaría desarrollándose en estos momentos. "Los jóvenes nacidos y socializados dentro de esa segunda oleada ya no sienten la religión católica ni como parte de su cultura", opina Pérez-Agote. "Muchos se sienten incómodos con haber sido bautizados y quieren apostatar. Y los rituales eclesiásticos como bodas y bautizos están perdiendo su valor social. Antes, el matrimonio era una legitimación de las relaciones sexuales. Durante los años ochenta empezó a dejar de serlo. La gente no necesitaba una boda para tener relaciones, así que empezaron a casarse cuando tenían hijos. Pero esto también está cambiando y crece el porcentaje de hijos nacidos fuera del matrimonio".

Los jóvenes de 15 a 24 años que se autodefinen como agnósticos, ateos o indiferentes son el 46%, según un informe de la Fundación Santamaría de 2006. Sólo el 10% se considera católico practicante, y el 39%, católico no practicante. Las tres regiones donde más se aprecia el fenómeno son Cataluña, Madrid y País Vasco. La religión y la cultura católica pierden fuerza a marchas forzadas en las nuevas generaciones.

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