Edna O’Brien inauguró su carrera de escritora con una novela magnífica, que escandalizó al clero y a la sociedad irlandesa, ‘Las chicas de campo’ (1960)
Las cosas en 2017 en España no son tan distintas, en el fondo, a las que narra Edna O’Brien sobre la Irlanda de los años cincuenta
Una de las novedades literarias más interesantes de este mes de diciembre es, por fin, la edición traducida al español de la novela ‘A pagan place’ (Un lugar pagano), de la escritora irlandesa Edna O’Brien, publicada originalmente en 1970. Ya ha llovido. Se trata de una de las grandes novelas de esta escritora, quien a través de su propia visión del mundo y a través de su propia biografía hace un estudio descriptivo de la naturaleza del ser humano y de las grandezas y las miserias que le rodean, conjugando en su obra la nostalgia del pasado con la denuncia y la rebeldía.
Edna O’Brien inauguró su carrera de escritora con una novela magnífica, que escandalizó al clero y a la sociedad irlandesa, ‘Las chicas de campo’ (1960). Traducida al español por primera vez en 2012, narra, en realidad, la historia de la Irlanda de esa época, un país muy atrasado, represor y represivo, un país sometido a la intransigencia católica y estructurado en torno a su implacable y dura moral. El libro fue un escándalo en su país, donde fue perseguida y criticada; incluso el párroco de su pueblo quemó tres ejemplares de la novela en la plaza pública.
Un lugar pagano, como buena parte de la obra de la autora, se estructura alrededor de un eje conductor que vertebra el contenido de su prosa: su infancia en Irlanda, la belleza de sus paisajes y la negrura de una sociedad marcada a fuego por el integrismo católico. Utiliza O’Brien la literatura para drenar las experiencias oscuras y opresoras vividas en su infancia y juventud a causa del ambiente profundamente represivo, intolerante y fundamentalista de la Irlanda rural de los años 40 y 50. Hija de dos prototipos de personajes de la sociedad ultracatólica irlandesa, un padre alcohólico que vertía sus frustraciones y sus represiones en la bebida, y de una madre integrista religiosa que educó a sus hijos en el miedo y la represión, … escapar de su país fue su única salida, como la de tantos irlandeses oprimidos por un provincianismo y oscurantismo insoportables; así como denunciar la “terrible opresión” de la Iglesia contra las personas en general, y contra las mujeres en particular.
En realidad, es fácil identificarse con el universo narrativo de esta autora siendo español. Aunque por motivos históricos diferentes, tanto en Irlanda como en España la religión católica ha impregnado de su moral cínica, mediocre, tiránica y represora todos los ámbitos de la vida durante muchos siglos y ha gestado sociedades cerradas, duras, atrasadas, intolerantes y oscuras, que la autora irlandesa retrata, desde la rememoranza y la autobiografía, a la perfección. Sus novelas son retratos ricos, profundos y detallados de personajes aplastados y sometidos por el peso de la religión y del retraso social y cultural, arrastrado desde siglos, que ese peso conlleva. Es ese peso que ha llevado a tantos irlandeses, como a tantos españoles, a escapar de su país. Lo hizo O,Brien, como lo hizo James Joyce, como lo hicieron Max Aub o Juan Ramón Jiménez en España, haciendo de su literatura un lugar también de razón, de mirada profunda, de crítica y de denuncia.
Y leo en estos últimos días que Granada Laica denuncia los cursos confesionales que se están impartiendo en la Universidad de Granada para formar futuros profesores de Religión; como si Religión fuera una asignatura y no una ideología inaceptable en un sistema educativo científico, racional y alejado de la superstición del que en España, en pleno siglo XXI, carecemos. Y leo también que el arzobispo de Valencia, uno de los máximos representantes del clero en España, ha manifestado que los principales riesgos para la Constitución Española, respecto de “la dignidad inviolable de todo ser humano” son el matrimonio gay, el aborto y la fecundación in vitro. Y me pregunto qué sabrán estos señores sobre respeto a la dignidad inviolable de todo ser humano, si miramos en profundidad cómo ha tratado la Iglesia a lo largo de la historia, y cómo aún sigue tratando, a los seres humanos.
Y leo también sobre el caso del expolio de Sijena, sobre la venta millonaria por parte de la Iglesia de decenas de obras de arte del Monasterio de Valldoreix que no podían venderse. Una venta millonaria, por parte de una priora que no tenía potestad ni título para hacerlo, que vulnera la legislación y que es ilegítima. Pero es que ya sabemos que don dinero es don dinero, y que algunos no descuidan los asuntos terrenos por más que dicen sólo interesarse por los asuntos del cielo.
Y concluyo que, a la vista de lo que nos rodea, las cosas en 2017 en España no son tan distintas, en el fondo, a las que narra Edna O’Brien sobre la Irlanda de los años cincuenta. Y se me ocurre pensar que aún nos queda mucho camino que recorrer, mucha luz que conquistar y mucha oscuridad que superar si queremos avanzar hacia una sociedad culta, evolucionada, laica y feliz.
Coral Bravo
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