Imagina que no existieran los talibanes que dinamitaran las estatuas budistas, ni la decapitación pública de blasfemos, ni latigazos en la piel femenina por mostrar unos centímetros de ésta. Imagina que no existieron persecuciones de judíos—ningún judío que perseguir, de hecho, pues, sin tabúes religiosos contra el matrimonio interreligioso, la Diáspora se habría asimilado hace mucho tiempo en Europa.
Hitler proclamó “sus sentimientos como cristiano” para justificar su antisemitismo, y escribió en Mein Kampt: “Creo que estoy actuando de acuerdo con la voluntad del Creador Todopoderoso. Defendiéndome contra los judíos, estoy luchando por la obra de nuestro Señor”. Sin embargo, la mayoría de estas atrocidades no tienen directamente motivos religiosos. Los pistoleros del IRA no mataban protestantes (o viceversa) por desacuerdos acerca de la transustantación u otras florituras teológicas. El motivo era más probablemente la venganza tribal. Uno de “ellos” mató a uno de “los nuestros”. “Ellos” echaron a “nuestros” bisabuelos de sus tierras ancestrales. Las disputas son económicas y políticas, no religiosas, y las “vendettas” se extienden “hasta la tercera y cuarta generación de aquellos que me odian”.
La religión “propia” de un niño
La cita del Éxodo me recuerda, a propósito, que los humanistas prefieren la versión de Gandhi: "Ojo por ojo nos dejará a todos ciegos”.
Pero si las guerras tribales no son sobre argumentos religiosos, el mismo hecho de que haya tribus separadas si es, con frecuencia, por motivos religiosos. Algunas tribus pueden dividirse a lo largo de líneas raciales o lingüísticas, pero en Irlanda del Norte ¿qué otra cosa hay salvo la religión? Igual se aplica a Indo-Paquistán, Serbo-Croacia, y a las distintas regiones de Indonesia y África. La religión es hoy la etiqueta más divisiva de identidad y hostilidad grupal.
Si un ingeniero social quisiera idear un sistema para perpetuar nuestras enemistades más enconadas, no podría encontrar fórmula mejor que la educación sectaria. La principal justificación de las escuelas confesionales es el que los niños de 'nuestra' tribu deben ser educados "en su propia" religión. Puesto que, a la vez, los niños de las otras tribus están siendo educados en la religión rival con, por supuesto, la versión rival de una historia vengativa, el pronóstico es muy predecible.
¿Pero qué puede significar hablar "LA" religión de un niño? Imagine un mundo en el cual sea normal hablar de un niño keynesiano, de un niño hayekiano, o de un niño marxista. O imagine una propuesta de financiación pública de escuelas primarias separadas para niños "de derechas" y niños "de izquierdas". Todo el mundo está de acuerdo en que los niños pequeños son demasiado jóvenes para saber si son keynesianos o monetarista, conservadores o socialistas, demasiado jóvenes para llevar la pesada carga de las etiquetas paternas. ¿Por qué, entonces, a casi nadie en nuestra sociedad le importa eximir a la religión, y colocan la etiqueta de católico o protestante, musulmán o judío, a un niño pequeñísimo? ¿No es una forma de abuso mental infantil?
La creencia en el Dios propio
Una vez expuse este argumento en un debate radiofónico con una portavoz de la Iglesia Católica. He olvidado su nombre, pero recuerdo que hablaba como si estuviera en un “consultorio sentimental”, y que era un baluarte de las tertulias religiosas radiofónicas. Cuando dije que un niño de primaria era demasiado joven para saber si era un niño católico, ella se erizó: "¡Venga y hable con algunos de los niños en nuestra escuela católica! Puedo asegurarle que saben muy bien que son niños católicos". La creo. La presunción jesuítica —"déme el niño con menos de siete años, y le daré el hombre"— no es menos siniestro por ser tan familiar que hasta es un cliché.
¿Pero qué ocurre si la religión es verdadera? El adoctrinamiento sectario no sería seguramente un abuso infantil si se salva el alma inmortal del niño. A pesar de la soberbia presuntuosidad que implica esta creencia, puedo casi compadecerme, si alguien cree sinceramente que su religión es la verdad absoluta.
Déjeme, pués, que sea ambicioso —si no presuntuoso—, e intente cuestionar su creencia.
¿Por qué cree en su Dios? ¿Porque le habla dentro de su cabeza? ¡Qué lástima!, los asesinatos del conocido destripador de Yorkshire le fueron ordenados por la voz de Jesús dentro de su cabeza. El cerebro humano es un alucinador consumado, y las alucinaciones son una base poco fiable para las creencias sobre el mundo real.
O quizás cree en Dios porque la vida sería intolerable sin él. Eso es un argumento incluso más débil. Muchas cosas son intolerables, lo cual no las hace falsas. Puede ser intolerable que alguien esté muriendo de hambre, pero no puede comerse una piedra creyendo —no importa cómo de apasionada y sinceramente— que está hecha de queso.
La razón más común para creer en Dios es el argumento de Improbabilidad. Los ojos y los esqueletos, los corazones y las células nerviosas son demasiado improbables para haber aparecido por azar. Las máquinas artificiales son improbables también, y son diseñadas por ingenieros para un cumplir un propósito. Cualquier tonto puede ver claramente que los ojos y los riñones, las alas y los corpúsculos sanguíneos también deben haber sido diseñados para un propósito, por un "ingeniero jefe". Bien, quizá cualquier tonto puede verlo, pero dejemos de hacer el tonto y maduremos. Hace ya 146 años que Charles Darwin nos dio una idea que es posiblemente la más inteligente que pueda haber surgido de una mente humana. Darwin mostró un bello proceso mediante el cual las fuerzas naturales, gradualmente y sin propósito deliberado, forjan una elegante ilusión de diseño, hasta niveles casi ilimitados de complejidad.
He escrito libros sobre el tema y obviamente no puedo repetir todos los argumentos en un corto artículo. Déjenme dar apenas dos claves para comprender el proceso.
Primero, el error más común sobre la selección natural es que es una teoría del azar. Si fuera así, es evidente que no podría explicar la ilusión de diseño que se encuentra en la naturaleza. Pero la selección natural, entendida correctamente, es la antítesis del azar. En segundo lugar, se dice a menudo que la selección natural hace a Dios innecesario, pero deja su existencia como una creencia plausible. Pienso que podemos hacer algo mejor que eso. Cuando se piensa más profundamente, el argumento de Improbabilidad, que se ofrece habitualmente a favor de la existencia de Dios, resulta ser el argumento más poderoso contra él.
Ciencia y razón
La belleza de la evolución darwiniana es que explica lo muy improbable, mediante cambios graduales. Empieza con la simplicidad primitiva (relativamente fácil entender) y la trabaja, mediante pasos plausiblemente pequeños, hasta alcanzar entidades complejas cuya génesis, por cualquier proceso no gradual, sería demasiado improbable para la dedicarle un minuto. El diseño es una alternativa real, pero solamente si el diseñador principal es él mismo el producto de un proceso gradual como la evolución por selección natural, en este planeta o en otra parte. Pueden existir formas de vida extraterrestres tan avanzadas que las adoraríamos como dioses. Pero en última instancia deben ser explicadas también mediante un de escalamiento gradual. Los dioses que existen a priori son eliminados por el argumento de Improbabilidad, con más rotundidad que la aparición espontánea de ojos o articulaciones óseas.
La religión puede no ser el origen de todos los males, pero es un serio candidato. Incluso así podría estar justificada, si al menos sus afirmaciones fueran verdaderas. Pero son minadas por la ciencia y la razón. Imagine un mundo donde a nadie se le intimidara por usar la razón, dondequiera que le conduzca.
"Puedes decir que soy un soñador. Pero no soy el único."