“¡Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!”.
Papa Francisco I
Ante la ola de opiniones favorables que el otrora cardenal Bergoglio ha desatado a raíz de sus declaraciones sobre diversos temas, entre ellos el manejo de la iglesia, el laicismo, las mujeres, la juventud, los ateos y los LGBT; se hace necesario un análisis más allá de lo que las apariencias nos muestran.
Primer papa americano, primer jesuita, primer latino… Francisco es primero en tantas cosas que hasta el uso de su nombre es una primicia. Su elección a causa de la renuncia de Benedicto XVI estuvo envuelta en una tremenda expectativa. Su sencillez, opiniones, frases y declaraciones son revolucionarias. Impropias para una institución anquilosada en siglos pasados.
Pero, ¿responden esas declaraciones al más sincero sentir del papa Francisco?, ¿realmente significan un paso de avance que el líder romano hable de la forma en que lo hace?, ¿es honesto el papa Francisco I?
Marketing Político
El papado de Joseph Ratzinger fue un papado breve, convulso y escandaloso. La imagen de la iglesia se vio mermada por las innumerables denuncias de curas pederastas, mafias bancarias, pornografía infantil, los vatileaks y un larguísimo etcétera, culminando con la renuncia de Benedicto XVI a inicios del 2013 debido a una alegada falta de fortalezas por su avanzada edad.
La elección de Jorge Mario Bergoglio para la sede petrina, constituyó desde un principio una jugada de marketing político importante. Es imposible saber lo que durante el cónclave para su elección se pudo haber tratado, pero lo que sí podemos apreciar y desde ahí especular es el cambio de apariencia y la línea separatoria entre los estilos de un Benedicto saliente y un Francisco entrante.
- “La vanidad el alardeo, son una actitud de espiritualidad mundana, que es el peor pecado de la Iglesia”.
- “Los obispos y sacerdotes deben ser pastores y no lobos rapaces”.
- “No reduzcamos el compromiso de las mujeres en la Iglesia, sino que promovamos su participación activa en la comunidad eclesial”.
- “La convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la laicidad del Estado, que, sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia del factor religioso en la sociedad”.
Estas declaraciones, junto con la que encabeza el presente escrito, aparentan ser una apertura sin igual desde el seno de la iglesia católica, pero distan de ser sinceras realmente.
Básicamente, el papa está dando opiniones personales carentes de significado real para el manejo de la iglesia. Bergoglio da estos discursos populistas y cumple con su cometido: Modificar la popularidad de una iglesia en baja por tantos escándalos de toda índole, pero sin cambiar la postura de la iglesia en la práctica.
Desde el año de 1870, como resultado del Primer Concilio Vaticano, la iglesia católica tiene como uno de sus dogmas principales la llamada “infalibilidad papal“, que consiste en que el papa está preservado de cometer un error cuando él promulga, a la Iglesia, una enseñanza dogmática en temas de fe y moral bajo el rango de “solemne definición pontificia” o declaración ex cathedra. Así entonces, ninguna discusión se permite dentro de la Iglesia católica y se debe acatar y obedecer incondicionalmente.
Si el papa quisiera modificar la postura real de la iglesia católica con respecto a todos esos temas, sus declaraciones fueran dadas ex cathedra. Así le aportaría peso a sus palabras, que a simple vista parecieran bien intencionadas y sinceras, pero que esconden una estrategia mercadológica de altísimo nivel fraguada al interior del Vaticano.
El joven papado de Francisco I cumple con este objetivo desde su inicio: Un papa que rechaza la pompa, es sencillo, latinoamericano, que besa bebés, va a las favelas y usa poca protección en su automóvil. Se le nota el trabajo de buen marketing y nos lo estamos tragando.
Bergoglio no es honesto. Lo que hace es jugar con la opinión pública y conseguir subir un poco la mermada popularidad de la más vieja sanguijuela de la humanidad. Aquella a la que Vallejo llamó: “La puta de Babilonia“.
Para muestra ejemplificadora, un titular reciente y su respectivo enlace: “Hoy, Papa Francisco pide tolerancia para los gays; ayer, Bergoglio los llamó “discípulos del diablo”.
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