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Entrevista con Leonardo Boff, teólogo de la liberación

Leonardo Boff (Concordia, Brasil, 1938), eminente teólogo de la liberación condenado por Ratzinger al silencio obsequioso por díscolo, dejó el sacerdocio y se ha convertido en un "agitador cultural". El exfranciscano comparte vida con una educadora popular, defiende a la Tierra como a una madre anciana y colabora con diversas entidades, entre ellas la Fundación Alfonso Comín.

 

¿Se ha convertido en ecologista por vía sentimental?

(Sonríe) Mi transfondo intelectual es la espiritualidad franciscana. No entiendo la ecología como la gestión de recursos escasos, sino como una forma diferente de relacionarse con la Tierra. Una relación amorosa. Y eso es lo más cercano a la visión bíblica, que entiende al ser humano como el cuidador de la herencia que ha recibido, y no como el dominador. Hoy la misma lógica que explota a la persona, explota a la naturaleza de forma ilimitada.

Así, ¿su compañera no ha tenido nada que ver en su transformación?

Marcia, que es educadora popular, ha trabajado durante 20 años con las personas que viven de la basura. Ella me ha ayudado a entender el mundo de las no personas, a considerarlas nuestros maestros. A veces pienso que las favelas son oasis de valores que hemos perdido. Solidaridad, hospitalidad, generosidad…

Pero, ¿a quiénes interesan hoy esos maestros?

En el fondo, están solos y abandonados. La Iglesia católica debería tener un oído muy atento a los pobres, porque Dios escuchó el grito de los oprimidos de Egipto, y el de los exiliados de Babilonia. Si una Iglesia no sabe escuchar los gritos de los pobres, traiciona la herencia de Jesús. Pero los pobres son tantos que ya son muy visibles. Dos tercios de la humanidad tienen hambre y sed.

Y a los teólogos de la liberación, ¿se los engulló la tierra?

No. Estamos todos vivos, lo que significa que la teología de la liberación no ha muerto. Hay una red en todos los continentes. Pero ha nacido otra vía de esperanza… En Latinoamérica hay gobiernos de centroizquierda que se basan en los movimientos populares de los Sin Tierra, de los indígenas, de los negros, de las mujeres. Y de ahí han surgido presidentes como Evo Morales, Lula, Correa. Hay una movilidad de los pobres. Ya no están pasivos.

Usted apoyó a Lula y nada es como se esperaba…

Los Sin Tierra que respaldaron a Lula también le presionan porque no empuja la reforma agraria. Lo apoyan con autonomía, ¿comprende? Y Lula, a cambio, no criminaliza la ocupación de tierras. Ahí es donde se nota la dialéctica de apoyo y autonomía. Eso es nuevo. Es la base posible para relanzar el proyecto socialista. Con una raíz popular y un trasfondo religioso.

¿Religioso dice?

No hay ocupación de tierras en que no haya una gran celebración con la cruz. Desde la periferia del mundo se puede relanzar el sueño socialista. Además, seremos socialistas no por ideología, sino por matemática. Los recursos son tan escasos que, o los dividimos, o no sobreviviremos.

Ese proyecto no interesará a Occidente, me temo.

Occidente tiene una Iglesia envejecida y crepuscular, con una crisis espiritual de grandes proporciones. Es una Iglesia carnal, que se maneja bien con los poderes dominantes.

Eso siempre fue así.

Sí, pero siempre hubo profetas. Un Juan XXIII, un Pablo VI… Ahora lo importante es reforzar la institución… Para Benedicto XVI, la comunidad cristiana es Cristo y los 12 apóstoles. Es la lógica del pequeño grupo, con el poder sagrado de conducir a la multitud y no dejarse contaminar por ella. ¡Eso no representa el mensaje cristiano! La teología del Papa lo sitúa contra la modernidad. Decir que fuera de la Iglesia no hay salvación es una versión medieval.

Reduce posibilidades, sí.

Limitarse a decir que el mundo es relativista, materialista y ateo es blasfemar contra el Espíritu Santo. Porque el Espíritu Santo está en todas las personas. Él eso no lo entiende. Él pretende la dictadura de Cristo en la Iglesia.

No le aprecia usted… Ratzinger le condenó al silencio.

Le conozco y me da pena por lo que sufre. Es extremadamente tímido y tiene que hacer gestos populistas, como abrazar a ancianos y a niños. No está hecho para eso.

¿Siente algo de rencor?

No. Ellos condenan a Jon Sobrino, a mí y a otros por la lógica del sistema romano. Es un patriarcado totalitario espiritual. No les importan las personas, solo los libros. Pero la globalización hará posible un cristianismo universal, no romanizado.

Una curiosidad. ¿Le apena haber dejado el hábito franciscano?

No, porque cambié de trinchera pero no de batalla. Si acaso, me disgusta no celebrar los domingos la misa en latín y con mucho incienso. Ahora me conformo con cantar salmos en el coche, mientras conduzco.

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