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Entrevista a Juan Carlos Claret, vocero de Laicos y Laicas de Osorno (Chile): “El primer paso para salir de esta crisis es verdad, justicia y reparación”

En entrevista exclusiva con Revista Iniciativa Laicista, Claret no se guarda palabras para expresar su desencanto con el actual clero de la Iglesia Católica. Y no solo con el clero, sino con la misma estructura institucional del Vaticano al sostener que “a través del derecho canónico se expresa una política sistemática de no proteger a las víctimas. Damos a conocer en las siguientes páginas las respuestas de este Vocero del movimiento que dio inicio a la mayor crisis que recuerde la historia eclesiástica chilena.

Por Osvaldo Zagal Jaime

Las acusaciones de abusos sexuales en contra de sacerdotes parecieran no tener fin, sobre todo en Chile, donde cada día aparecen más y más denuncias. Y de la más variada índole. Pero son las de pedofilia las que sin duda causan más dolor e impacto en la sociedad.

A nivel mundial, muchos casos fueron reconocidos por Benedicto XVI, quien condenó la pedofilia, reconociendo la actuación “insuficiente” del Vaticano y reconoció, además, que se trató de actos criminales que dañaron a las víctimas y a la imagen de la Iglesia en el mundo. Actos por los cuales los sacerdotes “deben responder ante Dios y los tribunales debidamente constituidos”, dijo el papa en ese entonces. No son pocos los que creen que este acto (que relució a raíz de los documentos secretos filtrados por el llamado “Vatileaks”) fue el inicio de la sabida rebelión de los Cardenales en contra de Benedicto XVI, a lo que el Papa respondió con su renuncia el 11 de febrero de 2013.

Es en este escenario que las denuncias contra sacerdotes pederastas chilenos comienzan a salir a la luz pública. Y fue este mismo escenario donde el papa Francisco realiza su visita a Chile, considerada por el diario Clarín de Argentina, como la “peor gira de sus cinco años de pontificado”. Rafael Gumucio logró plasmar con especial crudeza en el New York Times la tragedia que ha ido marcando todo el papado de Francisco, cual es “su incapacidad de conectar con el corazón de alguna de las dos iglesias que se dividen la herencia de san Pedro y san Pablo, la progresista y la conservadora”.

La presencia en las ceremonias papales del obispo de la diócesis de Osorno Juan Barros Madrid —señalado como testigo y encubridor de los abusos sexuales cometidos por el sacerdote Fernando Karadima—, fue la gota que rebasó el vaso: miembros de la “Agrupación de Laicos y Laicas de Osorno” protestaron con vehemencia contra la permanencia de Barros en su diócesis.

A partir de esta oposición de los Laicos y Laicas de Osorno, es que se empiezan a desencadenar una serie de hechos que instan al Papa a pedir perdón, intervenir a la Iglesia chilena con una severa reprimenda a los Obispos chilenos —solicitando la renuncia de varios de ellos—, e instando a revisar qué es lo que está ocurriendo en los seminarios chilenos, entre otros variados hechos que tiene sumida a la Iglesia Católica chilena en la mayor crisis de su historia.

Dada la importancia entonces de esta organización laica, es que Revista Iniciativa Laicista tomó contacto con el vocero de la Agrupación, Juan Carlos Claret, quien además es un activo miembro de la Diócesis de Osorno, para hacernos ver en profundidad su visión de la Iglesia chilena actual.

Egresado de Derecho de la Universidad de Chile y ayudante de cátedra de la misma universidad, Claret no duda en golpear le mesa cada vez que trata de defender con fuerza y convicción su parecer sobre la relación entre Iglesia y su organización.

¿Cómo están las relaciones entre su Agrupación y la Iglesia?

Los obispos que han salido –y que van a seguir saliendo—, no son obispos que se vayan porque se comieron un chocolate a escondidas. Son personas a las que se les imputa participación en diversos delitos. Y esa es una situación grave. Pero más grave aún es que se nos intente imponer el discurso de que para alcanzar la reconciliación y la paz es necesaria “la buena voluntad”. Y que si no se alcanzare la paz es porque existe un mal espíritu dentro de nosotros. Pero lo cierto es que lo que intentamos hacer los Laicos y Laicas de Osorno es lo mismo que la Iglesia nos enseñó, esto es que la paz es fruto de la justicia.

¿Y cómo se hace justicia en estos casos que tienen conmovida a la sociedad chilena?

Lo que le hemos dicho a las autoridades eclesiásticas chilenas, a Monseñor Charles Scicluna, y al mismo papa, es que aquí no basta con la renuncia de los obispos, sino que se debe tener acceso a los hechos que desencadenan sus salidas, saber la verdad, no para darnos el gusto de si teníamos o no razón, sino para avanzar otro paso, que es llevar estos antecedentes a la justicia, para que exista una efectiva reparación. Es decir, desde ahí hablemos de reconciliación, de perdón.

Pero a los sacerdotes que han sido y están siendo acusados normalmente los trasladan a otras diócesis y luego se pide perdón a las víctimas…

Lo que ocurre es que el objetivo de saber la verdad no se cumplió con la visita de Scicluna. A partir de ahí se nos pidió perdón, pero nunca se nos dijo por qué se nos pidió perdón. Simplemente lo vemos como seguir manipulando la información, que es precisamente lo que hemos venido denunciando, porque ya no nos pueden seguir tratando como niños. Ser adultos en la fe también significa que nos incluyan en la toma de decisiones. Hay mucha palabra, mucha distracción, y es por eso que nosotros vamos a seguir insistiendo no solamente apelando a la buena fe, sino que en acciones legales para tener acceso a dicha información.

¿Y una vez que obtengan esa información, cuál es el siguiente paso?

Después de este proceso de verdad, justicia y reparación, podremos sentarnos a discutir sobre cómo hacernos cargo de esta realidad. Pero lo cierto es que cuando se ha intentado hacer, se nos insta a que olvidemos que el escándalo es éste, de que hay obispos que si no fueran tales estarían en la cárcel. Es lo que nos impide cualquier trabajo. El primer paso para salir de esta crisis es verdad, justicia y reparación.

Hay muchas voces pidiendo el regreso del papa a Chile como signo de reparación…

Efectivamente hay muchos que desean que el papa vuelva nuevamente a Chile, pero nosotros creemos que el fracaso que significó la venida del papa a nuestro país le costó al Estado chileno 12 millones de dólares. Y a nosotros las formas no nos interesan. El papa es muy bueno para las formas, y lo que necesitamos son acciones concretas. Nos puede venir a pedir perdón pero hacer nada. De hecho el mismo perdón está ya bastante trastocado, trillado por así decirlo. Lo que necesitamos es la información que hoy día está en el Vaticano, y que se entregue a las autoridades competentes, tan sencillo como eso.

Parece sencillo, pero hay quienes sostienen que esto es sistémico…

Yo diría que toda esta crisis responde a una Iglesia de élite, en la que encontramos una pirámide con tres escalafones. El primero, es la responsabilidad de los abusadores, los cuales tienen y deben responder, por ejemplo, yendo a la cárcel y reparando a las víctimas. El segundo escalafón viene desde Roma en orden a cómo deben actuar los obispos, es decir, el encubrimiento y los malos tratos a las víctimas. Y el tercer escalafón, el más grave a nuestro juicio, es que los obispos tienen claro cómo proceder y cómo tratar la información. Y esta política viene desde Roma a través del derecho canónico.

¿Del derecho canónico?

Así es, un ejemplo lo constituye la carta que Errázuriz les envía a los obispos previo a la reunión de éstos con el papa en mayo de este año, donde él les señala que en sus decisiones respecto del caso Karadima influyó la buena fama de este sacerdote… Y aun cuando entendí que Errázuriz no capta nada de nada, hice el ejercicio y revisé el art. 1717 del Código de Derecho Canónico, cuyo apartado número 1 dice que la denuncia debe ser verosímil para luego dar curso a la investigación previa. Y en el número 2, dice que en ningún momento la investigación debe poner en jaque la buena fama del sacerdote. Entonces, ahí me cambió la perspectiva de la carta de Errázuriz, porque lo que él hace es un recordatorio de que la forma en que él procedió se ajusta a derecho canónico, sin contar que cada obispo juzga el grado de verosimilitud de cada denuncia, lo cual en sí mismo ya es una negligencia porque se deben acoger todas las denuncias.

¿El papa Francisco es parte de este engranaje?

Bueno, no hay que olvidar que fue el papa Juan Pablo II el que creó esta Iglesia de élite, por lo que del segundo escalafón —que es el de asumir las responsabilidades—, pasamos al tercer escalafón respecto de esta política que viene desde Roma, y que es la que representa el papa Francisco hoy día. Por eso esto se ha transformado en una pandemia a nivel mundial, ya que a través del derecho canónico se expresa esta política sistemática de no proteger a las víctimas y dedicarse sólo a dejar bien parada la Iglesia.

En los años 60, los detractores de la Iglesia Social representada por el Concilio Vaticano II eran conocidos como Hermenéuticos de la Continuidad. ¿Se repite la historia?

Hay que hacer una distinción entre lo que es la Iglesia Jerárquica y la Iglesia laical. Porque en la Iglesia jerárquica –donde incluso hay laicos más clericalistas que el mismo clero-, han hecho una muy mala tarea. En lugar de acompañar a los que sufren, prefieren quedarse en sus templos condenando la realidad. Aunque hay que reconocer que el trabajo de las pastorales ha sido muy bueno, el de acompañar al que sufre. Por ejemplo, en cuanto a las minorías sexuales, se ve el trabajo de la Pastoral de la Diversidad Sexual, en Santiago. Y es un trabajo que emociona. Pero también hay que reconocer que son pocos y encima lo pasan mal, ya que los obispos actuales los ven como enemigos internos de la Iglesia, por cuanto estiman que las pastorales están acompañando a personas que viven en pecado. Esa pugna es lo que tiene paralizada a la Iglesia. A título personal, creo que esa es la verdadera crisis que hoy enfrenta la Iglesia chilena en su conjunto, ya que el trabajo pastoral se ve disminuido a raíz de los escándalos y los delitos que comete la jerarquía de la Iglesia Católica.

¿Esa pugna que usted menciona está afectando la fe de los católicos? Las misas ya no se ven llenas como antes…

Los católicos creemos que no seremos juzgados por cuántas veces vayas a misa, sino en cómo te las juegas por las personas que hoy día son marginadas. En el 2015, cuando se nos impone al obispo Barros, nosotros tuvimos que preguntarnos qué haría Cristo en nuestro lugar, y entonces decidimos jugárnosla no por la institucionalidad eclesial, sino por las víctimas de abusos, por los que sufren, los pobres, porque pobre no es aquel de bajos ingresos, sino aquel que tiene poco acceso a las esferas de poder donde constantemente son excluidos. Y en eso vimos la realidad de las víctimas de abuso sexual que para muchos era impensada. Quizás sería bueno que otros grupos laicos católicos hicieran este mismo ejercicio y preguntarse cuáles son los grupos excluidos, pues ahí te encuentras con los indígenas, las mujeres pobres que recurren a clínicas clandestinas para poder abortar, las minorías sexuales, los cesantes, en fin… ahí es cuando te das cuenta que la crisis que sufre la Iglesia Católica no es una crisis de fe, sino una crisis de amor. Muchas de estas personas que pertenecen a los grupos excluidos, recurren a la Iglesia y se encuentran con que la institucionalidad los vuelve a juzgar, a decirles que ellos mismos son los culpables, cuando la labor de la Iglesia —al menos para nosotros— debiera ser distinta, debería ser la de acompañar.

La Iglesia apoya la objeción de conciencia de aquellos médicos que no quieren asistir un aborto, incluso por las tres causales… ¿Qué sucede con el apoyo espiritual a la mujer en ese caso?

La Iglesia tiene dos opciones: o le cargamos una cruz aún más pesada, o la acompañamos en este proceso para al menos aliviar su dolor. Ahí nuestra labor como cristianos no es decirle si está bien o está mal, sino acompañarlas en ese proceso de dolor. La tarea de la Iglesia es hacerse cargo de esta problemática que afecta a numerosas personas. De hecho, ahora que se fue Barros estamos analizando cómo hacernos cargo como católicos de, por ejemplo, la situación de los migrantes que están llegando a Osorno, y de las mujeres que han recurrido a abortos clandestinos, entre otras materias de este orden. Tenemos un trabajo muy arduo por delante y lo estamos recién comenzando.

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