Enric Soler (1964) es psicólogo, exalumno de los jesuitas de Casp de Barcelona y víctima de abusos sexuales por parte del sacerdote Francesc Peris, profesor de Religión en esta escuela desde la década de los setenta hasta 2005, cuando fue apartado de la docencia. Entre 1983 y 1984, Peris fue trasladado al Colegio Juan XXIII de Bolivia, pero nunca dejó de cometer agresiones sexuales a niños, según las investigaciones del diario El País.
Soler fue el primer «superviviente» que alzó la voz en 2023, y rápidamente lo siguieron otros exalumnos. Frente al goteo de denuncias, 3Cat, El Periódico y la productora Ottokar propusieron hacer un documental sobre la cuestión, La Fugida, que finalmente se estrenó este mayo en los cines de Barcelona.
Cuando aparecieron las primeras denuncias, los jesuitas encargaron una investigación al bufete de abogados Roca Junyent para cifrar el número de víctimas y determinar los agravios de la institución. Este julio se ha presentado el informe resultante, que ha fijado en 145 el número de casos desde 1948. La Compañía de Jesús ha admitido las denuncias y ha pedido «perdón», pero Soler asegura que el informe se ha hecho para «blanquear» y que este septiembre «habrá un tsunami de víctimas y denuncias», algunas «estratosféricamente dramáticas».
Algunos exalumnos se reunieron en la puerta de la sede de los jesuitas donde se hizo la rueda de prensa para presentar el informe y argumentaron que era una acción «de cara a la galería». ¿Está de acuerdo?
El bufete de abogados que ha presentado el informe es el mismo que nos hizo creer que una persona tan instruida como la infanta Cristina no sabía lo que firmaba. Eso ya genera dudas. Además, hay cuestiones de sentido común. Es como si el Real Madrid quisiera jugar un partido con un árbitro en nómina en una de las empresas de Florentino Pérez. Es tomarnos por idiotas y revictimizarnos. «Este septiembre habrá un auténtico tsunami de víctimas identificadas»
Los jesuitas siempre han ido a remolque de lo que nosotros hemos sacado a la luz. A partir del momento en que yo denuncio los hechos, que soy el primero en aparecer a cara descubierta en los medios de comunicación, empiezan a salir más supervivientes que se atreven a hablar. Este septiembre habrá un auténtico tsunami de víctimas identificadas y de denuncias interpuestas. Hay casos estratosféricamente dramáticos.
Las investigaciones del bufete Roca Junyent comenzaron hace un año. ¿Cree que es casualidad que lo presenten ahora?
Este informe está hecho para blanquear, para hacer ver que están trabajando el asunto ahora que hay evidencias. Al principio parecía que yo era un caso aislado, pero a partir de la denuncia, 3Cat hace un documental, La Fugida, que demuestra que hay una sistemática organizada que dura décadas, más de 50 años. Nosotros seguiremos sacando casos a la luz con toda la crudeza que sea necesaria para que los jesuitas los reconozcan poco a poco y se den cuenta de que la credibilidad de la Iglesia está hecha polvo.
El único cemento que puede reparar las grietas de la Iglesia somos los supervivientes. No se puede hacer un informe para ver cómo reparar a las víctimas y que solo participen ellos. No tenemos ninguna garantía de que en los jesuitas en este momento no se esté operando de la misma forma. No se puede preguntar al violador o a quien lo ha encubierto de qué manera se debe reparar a la víctima.
¿Cuál ha sido la evolución de la respuesta de los jesuitas, desde que apareció el primer caso hasta ahora?
En el primer comunicado que hicieron, cuando aún éramos solo dos víctimas, se limitaron a decir que no lo habían hecho lo suficientemente bien y que pedían perdón. No fue una rueda de prensa, no admitieron preguntas de los periodistas. Justamente ese día apareció otro caso y en las noticias quedaron retratados. Han salido muchos más que no saben y no quieren contabilizar. Se amparan en la prescripción del delito.
Solo seis de los 145 casos revelados en el informe todavía no han prescrito.
Efectivamente, hay seis casos que no han prescrito y que seguirán su curso. Pero ya se sabía que existían y han tardado todo un año para decir que serán ellos mismos los que lo notificarán a la Fiscalía. Lo deberían haber hecho en 30 segundos.
Según admitió el delegado y portavoz de la Compañía de Jesús en Catalunya, Pau Vidal, en ese momento predominaba la «cultura del silencio». ¿Cuál era el protocolo que seguía la institución con los religiosos o profesores que cometían estos delitos?
Gracias al trabajo de investigación de los periodistas que trabajaron en el documental, se ha descubierto que la dinámica era tener aquí el Disney World de los pederastas, pero cuando ya no lo podían ocultar más, cuando el asunto olía demasiado mal o había alguna denuncia, trasladaban al agresor a las colonias, a Bolivia.
Tenemos documentos de sacerdotes de Bolivia hablando de sacerdotes que venían desde Catalunya que dicen: «No sé dónde meterlos porque aquí hay niños hasta en la sopa». Esto demuestra que lo sabían y que lo encubrían. Hay una red criminal organizada.
¿Todavía perpetúa esta red?
Estoy convencidísimo, no tengo ninguna duda. Cuando denuncio y soy consciente de las miserias y de la parte más sucia del ser humano que se esconde bajo la alfombra, es cuando muchas personas hablan después de muchos años de silencio porque tenían miedo de no ser creídas. No explicaré detalles, pero nunca hubiera sospechado que alguien podría soportar ciertas cosas.
Además del miedo a no ser creído, ¿qué más provoca que las víctimas no denuncien? ¿El cerebro bloquea este recuerdo?
No es casualidad que yo sea psicólogo. Mi vida ha sido muy difícil. El superviviente de la Abadía de Montserrat, Miguel Ángel Hurtado, es psiquiatra especializado en infancia. Lleva años luchando por la imprescriptibilidad de estos delitos. Cuando una persona sufre una agresión sexual y no tiene herramientas suficientes para afrontarlo, cuando no puede ponerle palabras porque tiene seis años y no entiende qué es la sexualidad y no sabe poner límites, activa el mecanismo de defensa del cerebro. Su personalidad se divide en dos partes: por un lado, la parte emocional, que queda completamente oculta, y, por otro, la parte que te hace continuar con la vida cotidiana.
Yo, hasta que no recordé todo, presumía de haber ido a una escuela muy progresista. En época de dictadura, los curas nos hacían bañarnos en la piscina de los campamentos de verano desnudos. Ellos también se desnudaban.
Usted desbloqueó su parte emocional a raíz de una noticia en la televisión.
Hubo un grupo de docentes y exalumnos con hijos en la escuela que pidieron de una manera muy ingenua que los Jesuitas firmaran un papel para garantizar la seguridad de sus hijos. Yo ni siquiera sabía de la existencia de esa carta, pero vi la noticia casualmente. Había rumores de que dentro de esos muros pasaban cosas de ese estilo desde hacía mucho tiempo. «En este país se ha ejercido mucha violencia física, psicológica y sexual sobre criaturas pequeñas»
En el momento en que apareció en televisión el hombre que me violó sistemáticamente y durante muchos años, convulsioné y recordé todo lo que mi mente había ocultado. Así, cuando yo explico lo que me ha pasado, otras personas hacen clic. Es un fenómeno similar al de las fichas de dominó. Ahora hay muchas voces que están apareciendo, no solo de la institución católica, sino también de la institución familiar. En este país se ha ejercido mucha violencia física, psicológica y sexual sobre criaturas pequeñas durante muchas décadas.
¿Es importante generar una red de apoyo entre las víctimas?
La red se crea poco a poco de una manera muy orgánica. Somos personas que estamos unidas por una misma tragedia, que hemos pasado por lo mismo y entre nosotros hay un vínculo que es imposible de establecer con otras personas que no han pasado por eso.
Por eso resulta altamente revictimizador que gente que nunca ha vivido ningún abuso y que no sabe lo que se llega a sufrir, se permita ser quien quiera organizar de qué manera se nos debe restaurar. Ayudar a alguien implica primero preguntarle de qué manera quiere ser ayudado.
¿Es posible reparar todo lo que ha pasado? ¿Con un perdón es suficiente?
La cuestión es que ese perdón verbal ha ido acompañado de una conducta de no acoger a las víctimas que se han presentado en la puerta de la calle y que están pidiendo escuchar qué han hecho durante un año de investigación. Y lo mismo pasa con la clase política.
En el documental, Francesc Jufresa, abogado que defendió a Alessandra [exalumna de los Jesuitas de Sarrià – Sant Ignasi y víctima que denunció al sacerdote Lluís Tó por abuso sexual], reconoce haber recibido presiones para no seguir con el caso, que finalmente ganaron.
Hace muy poco, fuimos al Parlamento a pedir que reconsideraran la decisión de entregar la medalla de oro a la Abadía de Montserrat, que es el epicentro de la pederastia en Catalunya. Mientras hacíamos la rueda de prensa, los medios digitales ya estaban publicando la negativa a nuestra petición. Los políticos dicen que les sabe mal, que «pobrecitos» de nosotros. Tienen una actitud muy paternalista, pero la verdad es que ni siquiera se leyeron el documento de cuatro páginas que entregamos. Esto es muy doloroso. Y luego se preguntan por qué cada vez las iglesias y las urnas están más vacías. Los supervivientes de la pederastia católica hemos logrado que en 30 segundos PSC, ERC y Junts lleguen a un acuerdo. Hace siete u ocho años que no se veía algo así, nadie nos puede quitar este mérito.
Las víctimas también reclaman un plan catalán integral de reparación. ¿Cómo debería ser este plan?
En primer lugar, liderado por los supervivientes. Si no, es imposible. No puedes ayudar a otra persona si antes no le preguntas cómo puedes hacerlo. Esto lo sabe cualquier educador, psicólogo o pedagogo. Cada uno vive sus circunstancias, porque hay muchos tipos de abusos y de personalidades diferentes.
Se han dicho auténticas tonterías, que si el Gobierno central quiere hacer un fondo para reparar a las víctimas de los delitos prescritos. Esto implica que todos los españoles tienen que pagar las orgías de la Iglesia. Y cuando digo todos, me refiero también a las víctimas. Yo tendría que autoindemnizarme con mis impuestos. Los políticos están muy perdidos y la Iglesia está completamente aturdida. Los únicos que tenemos las cosas claras y que hemos tenido muchos años de psicoterapia para hacernos fuertes somos nosotros. Incluso fundaciones que se dedican a atender a víctimas de pederastia infantil participan en el blanqueo de los jesuitas, junto con Roca Junyent, sentándose en la misma mesa. Lo que no podemos hacer es pensar que las víctimas somos personas tan destrozadas que no tenemos criterio ni alma. No vale revictimizarnos cada vez que abren la boca.
¿Cuál es la perspectiva en los próximos meses? ¿Cree que nos encaminamos hacia un cambio real, en el sentido de prevención y de actuación en todos estos casos que se han destapado?
La sociedad sigue escondiendo la cabeza bajo el ala. Resulta algo tan doloroso para todos que lo que hacen es mirar hacia otro lado.
¿Cree que la sociedad no quiere hablar de esto?
«La cultura del silencio no es una cultura, es un encubrimiento»
A una madre de un niño de seis años no le puedes decir que en estos momentos pueden estar abusando de su hijo en unos campamentos de verano. Tiene que ser extraordinariamente doloroso. La cultura del silencio no es una cultura, es un encubrimiento. Si no miramos este cáncer social, no le podremos aplicar los tratamientos que sean necesarios. Nos toca mirar de frente las miserias que esta, entre comillas, democracia, esconde bajo la alfombra.
No creo que haya un cambio inmediato ni una reacción política. Los políticos se sienten muy cómodos mascando el mismo chicle durante años y haciendo leyes a medida de sus intereses, a espaldas de la realidad. El partido que ganó las elecciones aquí en Catalunya y que gobierna en España nos ha dicho cosas muy bonitas: «Trabajemos por lo que nos une». Pues lo que les ha unido es menospreciar a dos representantes de las víctimas de la pederastia católica de este país.
Después de llamar a varias puertas, ¿ustedes no han recibido ningún tipo de ayuda?
No nos ha ayudado ni nos ha llamado nadie. Los hemos ido a buscar nosotros. Hemos fracasado estrepitosamente con todas las entidades y formaciones que hay, excepto con la Sindicatura de Greuges de Barcelona, que tiene una comisión específica de reparación para las víctimas de pederastia que ya han prescrito.
Hay un estudio reciente que se ha hecho en Inglaterra que indica que el 70% de los usuarios de salud mental de allí han sufrido abusos sexuales infantiles. No se trata de un problema ético o jurídico, es un problema de salud pública.