Era la primavera de 1974, siendo colaborador de un programa de radio que se emitía en las mañanas de los domingos, denominado “Catalunya bajo el Sol” ofrecido por una emisora ubicada en las Ramblas de Barcelona, nos encargaron hacer un pequeño sondeo grabado en la calle, sobre la cuestión de la eutanasia. Entrevistamos a unos/as cien viandantes en las Ramblas y plaza de Catalunya… y la inmensa mayoría reaccionaron muy positivamente, es decir estaban de acuerdo en que era un tema que había que abordar. Hay que tener en cuenta el contexto y la época…
En aquel momento no me podía imaginar que iba a conocer a Luis, es decir a la persona que junto, a otras muchas, han defendido de forma radical la sanidad pública y el derecho a la libertad de conciencia en algo tan trascendente como es el final de la vida.
Conocí la Asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD), a través del doctor Fernando Marín, muchos años después (en 2007), en la anterior sede de Tirso de Molina de Madrid. Por entonces la presidencia la ostentaba Salvador Paniker, que lo fue desde su fundación en 1989, hasta 2008. Meses después (en 2009) sería elegido Luis.
Unos años antes, unos políticos indeseables y corruptos le habían puesto a él y al doctor Miguel Angel López (entre otros), una demanda… dudando de su honestidad profesional, hecho que era falso y por ello en enero de 2008, los tribunales cerraron el caso ratificando el sobreseimiento que en 2007 habían determinado, eliminando la fundamentación jurídica que se refería a una supuesta mala praxis de los querellados. Fue denominado, como “caso Leganés”. Esos corruptos son una parte de los que están a favor de la privatización de la Sanidad y que tanto daño hacen a la política y a la Salud Pública.
En las innumerables conversaciones que hemos mantenido -desde hace una década, casi coincidiendo su presidencia en DMD y con la mía en Europa Laica (en mi caso, hasta octubre de 2017)- hemos estado muy de acuerdo en los diagnósticos y en las soluciones, achacando a la vía política más conservadora y pueril (incluso de ámbitos de la izquierda), ser prisionera de ancestrales prejuicios religiosos e insolidarios y por ello no avanzar apenas en algo que más del 80% de la ciudadanía está muy de acuerdo, es decir procurar una muerte digna, es decir plena libertad de conciencia al final de la vida. Eliminando, para ello, las trabas jurídicas, sociales y sanitarias que lo impiden, plenamente.
Es cierto que (gracias a una intensa lucha de mucha gente) algunos tibios avances se han conseguido, relacionados con el testamento vital, el derecho del paciente, los paliativos… y, sobre todo, en cuanto a reavivar un debate en la sociedad, importantísimo, para avanzar y presionar. Pero aún quedan cosas muy importantes que solucionar, relacionado con el código penal y con la estructura y organización sanitaria. También con la investigación, la cultura, la solidaridad…
Luis sostenía que -por desgracia- morir mejor o peor, dependía de los servicios sanitarios que te “tocaran en suerte o desgracia”, yo -además- le reforzaba la tesis con la opinión de que morir o mejor dependía -también- de la clase social a la que se pertenecía.
Apasionado de una causa extremadamente justa: El derecho a la dignidad al final de la vida. Es decir, el derecho a la libertad de conciencia, desde el nacimiento, hasta la muerte, como lo fue de otras muchas causas, como el derecho a la interrupción del embarazo dentro de la sanidad pública o posicionarse en contra de la objeción de conciencia… hizo que los sectores más reaccionarios y ultra-católicos le tuvieran en el “punto de mira”
Una persona de bien, un amigo, un luchador incansable, también socio de Europa Laica, durante esta década que hemos entablado una corta (en el tiempo) amistad, hemos compartido proyectos comunes. Su legado como el de Salvador Pániker y el de otras muchas personas está ahí. Hay que seguir en la lucha, por su memoria.
Coincidimos en variadas mesas redondas, charlas, reuniones o simples conversaciones delante de un café, una caña o una comida… y siempre era un placer conversar con él, generalmente de política, pero también de cosas cotidianas.
Incluso hace años planeamos la posibilidad de compartir sede: DMD y Europa Laica, luego el proyecto no pudo ser, por diversas circunstancias.
La última vez que conversamos fue el jueves 15 de marzo pasado en Albacete, con motivo de las primeras jornadas sobre el “proceso de la muerte y el buen morir” organizadas por la Unidad de Reanimación del Servicio de Anestesia del Complejo Hospitalario Universitario de Albacete, en donde impartió una conferencia sobre “La muerte voluntaria, eutanasia y suicidio asistido”, siendo seguido, con enorme atención, por los casi 300 asistentes.
Tuve el placer de llevarle a él y a una persona que le acompañaba a la estación, a coger un tren a mediodía para volver a Madrid, pues tenía un acto por la tarde. En aquella ocasión y en el trayectos de unos 15 minutos, le sugerí que debíamos “pasar el testigo” a lo más jóvenes, él me dijo que como yo, estaba previsto que dejaría la presidencia en unos meses.
Me acuerdo del momento justo de bajar del coche…. y al instante encender un cigarrillo, como casi siempre hacía… todavía le recuerdo caminado despacio hacia el recinto.. y ahora siento no haberme quedado con ellos unos minutos más. Pero esa imagen la recordaré siempre. Hasta siempre, amigo.
Francisco Delgado. Ex-presidente de Europa Laica y socio de DMD