Gobierno e Iglesia esgrimen defensas distintas del uso de la prenda y el PP y grupos laicos la rechazan
«Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto». «Todos tienen derecho a la educación». «En las escuelas de titularidad pública la enseñanza es laica». «Los poderes públicos tienen que garantizar el cumplimiento del principio de igualdad entre mujeres y hombres».
Todas las frases precedentes forman parte de la Constitución y el Estatut de Catalunya. La prohibición a Najwa Malha de acudir a calse con hiyab en un instituto de Pozuelo (Madrid) enfrenta varios principios democráticos. Por un lado, el principio de libertad religiosa y el derecho a la educación, esgrimidos (entre otros, por el Gobierno) para defender la escolarización de las jóvenes con o sin hiyab; por otro, la laicidad y la igualdad entre hombre y mujer, invocados para cuestionar el uso de este símbolo islámico en los centros educativos públicos. Mientras Najwa debe decidir el martes si va a clase sin hiyab o cambia de centro, el debate tiene vida propia.
UN DEBATE PENDIENTE / En lo único que coinciden partidarios y detractores del pañuelo es en que esta prenda es solo la punta del iceberg de un debate de fondo todavía no concluido, como prueba el hecho de que sigue pendiente la nueva ley de libertad religiosa. «La cuestión clave en este país es garantizar la libertad de conciencia», indica Victorino Mayoral, presidente de la Fundación CIVES, que promueve el laicismo. Mayoral opina que para tener autoridad moral para cuestionar el uso del pañuelo islámico se debería antes poner en cuestión el Concordato, los acuerdos del Estado con la jerarquía de la Iglesia católica. Mayoral opina que en la escuela no debería permitirse simbología religiosa de ningún tipo «incluido el pañuelo, si lo entendemos como un símbolo religioso».
Esta tesis contrasta con la defensa que ha hecho la Iglesia católica sobre el uso de símbolos religiosos en la escuela pero enlaza con la opinión del PP. Los populares han aprovechado la polémica para desempolvar su propuesta electoral favorable a la prohibición del velo. Su líder, Mariano Rajoy, en una entrevista con EL PERIÓDICO hace dos años, ya dejó claro su criterio. Dijo que la decisión del Govern de permitir a una joven de Girona llevar velo pese al criterio del centro escolar «no quebrantó la ley, pero sí las costumbres y las normas del centro». Y añadió: «Eso es lo que pretendemos evitar».
IMPOSICIÓN Y TRADICIÓN / Aparece aquí la referencia a las costumbres, invocada también por el líder de CiU, Artur Mas, para mostrar su oposición al velo en los centros educativos. Mas habló de costumbres y de cultura autóctonas.
El diputado del PP Rafael Hernando añade un nuevo ingrediente, el de la igualdad entre hombres y mujeres, al apreciar que la joven que llevaba el hiyab en el instituto de Pozuelo lo hacía por imposición paterna. «El velo es un símbolo de degradación para la mujer», sostiene el parlamentario popular.
EL CAMINO PROPIO / «Puede haber alguna mujer que lleve el hiyab presionada por el marido o la madre, pero la gran mayoría lo hacen por tradición y convencidas. En cualquier caso, son ellas las que deben hacer su camino a su ritmo», afirma Mercè Amor, responsable del Espai Dona, que forma a 144 mujeres inmigrantes en la entidad Ibn Batuta.
Educadores como Cristina Roca, directora de las Escoles Pies de Terrassa, comparten la idea de que la mejor manera de conseguir que a la larga las estudiantes puedan decidir quitarse el velo es, precisamente, «un proceso interno de respeto bidireccional en el que la escuela puede jugar un papel pedagógico clave para favorecer que estas chicas, como el resto de alumnos, se desarrollen como individuos con criterio propio». Y frente al principio de igualdad invocado por los contrarios al hiyab, Roca replica: «Se nos está intentando imponer la dicotomía igualdad o nada, y frente a ello debemos respetar la diferencia. Las chicas autóctonas también son esclavas de la moda occidental».
ISLAMOFOBIA / Una de las mayores expertas en el islam, la directora general de la casa Árabe, Gema Martín Muñoz, advierte que la única consecuencia de la vía prohibicionista es «crear conflictos innecesarios que, de hecho, dan pábulo a los discursos islamófobos». Martín Muñoz no comparte tampoco las tesis del «laicismo radical» porque a su juicio «no hay el consenso suficiente en nuestro país, pero lo que no se puede es plantearlo en reacción contra el Islam porque eso es discrminación».
Una discriminación a la que el portavoz del Consell Islàmic de Catalunya, Mohamed Halhoul, añade «inquietud y malestar». «No es un amuleto, no es un piercing; el hiyab forma parte de la creencia de la mujer», sostiene, y a la pregunta de si existen casos de sumisión en el uso del pañuelo, responde: «Es una decisión propia de las mujeres, ellas tendrían que decírtelo». Pero el Consell
va más allá y pide una regulación, evidentemente, en sentido contrario a la del PP, que garantice la libertad religiosa pero vaya más allá y ponga sobre la mesa cuestiones como «la comida halal en las escuelas, los matrimonios islámicos y el establecimiento de pactos del Estado con todas las religiones».
MODELO POR DEFINIR / Cuestiones todas ellas que remiten a lo que Jordi Pàmies, profesor de Pedagogía sistemática y social de la UAB y miembro del grupo Emigra, describe como el reto de «asumir la diferencia y preguntarnos qué entendemos por integración». Pàmies distingue entre los símbolos religiosos por parte de las instituciones y los que exhiben las personas a título individual. La definición del modelo de convivencia debe partir, a su juicio, de algo tan básico como escuchar a los actores implicados, empezando por las mujeres que llevan hiyab, «porque se habla de ellas con ideas previas y, a menudo, conceptos erróneos».
Con todos estos ingredientes sobre la mesa y en plena precampaña electoral en Catalunya, el Gobierno tiene en la reforma de la ley de libertad religiosa una patata caliente. Basta recordar el caldo mediático que generó el apoyo del PSOE a una propuesta de ERC en el Congreso pidiendo que se eliminen los símbolos religiosos en las escuelas. «El debate del velo no tiene ningún sentido hasta que el Estado no sea realmente aconfesional y la católica deje de ser religión de Estado», sostiene el diputado republicano Joan Tardà.
Y la pregunta aún por responder sigue siendo cómo este principio de laicidad se equilibra con otros que tanto esfuerzo han necesitado como la libertad religiosa.