Le dijeron, nada más penetrar en el palacio presidencial de Teherán: si no se pone usted el hiyab (el velo), no hay entrevista. Y Ana Pastor se puso el velo. Pero ese obligado pañuelo -que curiosamente se fue deslizando hacia sus hombros mientras discurría la entrevista- no tapó, no ensombreció en ningún momento el valor de la entrevistadora frente al presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, Ocurrió ayer por la mañana en Los desayunos de TVE-1. Conectaron con el palacio presidencial de Teherán. Allí se encontraba Ana Pastor frente a un presidente que en lugar de responder a sus preguntas, contestaba repreguntando a su vez. Por ejemplo, cuando le pidió que valorase la situación de Libia y de Gadafi, el presidente respondió: «¿Pero esto es fruto de quién? ¿De dónde cree que vienen las armas? ¿Las bases militares de esa zona de qué países son? ¡De Estados Unidos y de Europa!». En otra pregunta, concretamente sobre el paradero de dos disidentes (Karrubi y Musavi) que se oponen al régimen de Ahmadineyad, y que no se sabe si están encarcelados, secuestrados o muertos, el entrevistado respondió: «¿Quién es usted para preguntar sobre eso? ¿Es acaso su abogada defensora?». Otro momento: cuando Ana Pastor le preguntó cómo es posible que en Irán se sigan lapidando mujeres y ejecutando a los homosexuales. Respuesta: «¿De dónde se saca usted la facultad, el permiso, para meterse en nuestros asuntos? ¿Cree que el pueblo iraní se lo permite? ¿Acaso Europa puede intervenir en temas de nuestro país?». ¡Ah! Llegados a este punto, Ana Pastor, con exquisita educación, pero con contundencia, le tuvo que advertir: «Señor presidente, en España los periodistas no respondemos preguntas, las hacemos», puntualización extraordinaria, justa y valerosa, y más teniendo en cuenta que la periodista estaba en el país y feudo de su entrevistado, y no en su plató madrileño de TVE. Resumiendo: nos ha proporcionado Ana Pastor un retrato muy nítido, muy claro, de cómo funcionan ciertos presidentes. No están acostumbrados a ser observados desde fuera. Ni lo quieren, ni lo permiten. Y cuando ocurre, se ponen nerviosos. Que el ojo de una cámara de TV les observe, y que el periodista haga su trabajo preguntando, les incomoda. Es la tendencia natural de todo régimen basado en la opacidad. O sea, esta es nuestra finca y nadie en el mundo puede meterse en ella. Excelente y luminoso trabajo el de Ana Pastor.
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