Francisco apuesta por alejar al clero español del dogmatismo y la obsesión por la moral familiar y sexual para adoptar un discurso más social y un papel más activo
Se le ve triste, cariacontecido. Quienes conocen al cardenal de Madrid, Antonio María Rouco Varela, cuentan que todavía no se ha recuperado del impacto que supuso ver, hace casi un año, cómo el jesuita Jorge Bergoglio era elegido Papa. Su candidato era Angelo Scola, el patriarca de Venecia, cercano –como él- al grupo ultraconservador Comunión y Liberación, y que le iba a permitir continuar moviendo los hilos de la Iglesia española hasta pasados los 80 años, tal y como le había prometido Benedicto XVI antes de dimitir.
El cardenal Rouco sabe que su tiempo ya ha terminado, que la Iglesia española está a punto de abandonar el crudo invierno y aliarse con la primavera que viene de Roma. Con un año de retraso, eso es cierto. Desde este lunes y hasta el 7 de marzo Francisco dará buena cuenta de ello durante la celebración de la Ad Limina, la visita de los obispos españoles a Roma. Un encuentro en el que, lejos de entregar informes rutinarios, recibirán la hoja de ruta con la que el Papa quiere cambiar la faz de la Iglesia española.
Tres días después, el 11-12 de marzo, los obispos habrán de elegir al sustituto del vicepapa español, que tendrá que afanarse en cambiar el rostro de una institución marcada por la lucha por el poder, la relación con una opción política muy determinada y una cierta obsesión por la moral sexual y familiar.
Un año después de la llegada al solio pontificio de Francisco, España sigue siendo esa pequeña aldea gala, donde apenas han llegado brotes de la tan ansiada primavera. Ya es hora de que llegue. Es lo que Francisco está diciendo a los obispos desde ayer.
Luchar contra los fieles a Rouco
No habrá lectura de cartilla. Hasta en eso ha cambiado este Pontificado. Bergoglio no quiere –no necesita– abroncar a los obispos. Sabe desde hace tiempo que las cosas no funcionan, que echar la culpa al Gobierno de turno, a la secularización, al laicismo, al Concilio… no sirve de nada. Que hay que ponerse manos a la obra. Y que la Iglesia española necesita, al fin, obispos con "con olor a oveja".
Francisco sabe que España cuenta con un Episcopado demasiado fiel a Rouco Varela, y un cuerpo sacerdotal –y de seminaristas– formado desde hace casi dos décadas en una teología de la resistencia. Esto es lo que más preocupa al Papa: que el relevo es más de dogmáticos que de pastores. Así, una de las cosas que primero cambiará será la formación en los seminarios. Teología, sí. Pero sobre todo pastoral. Una pastoral que apueste por hacer "regresar al rebaño" a miles de creyentes cansados de una institución lastrada por el excesivo dogmatismo y la mirada hosca.
La comunión será otro de los ejes del discurso de Francisco a los obispos españoles. Una Iglesia del "nosotros" en el que las comisiones episcopales sean autónomas, frente al nepotismo y presidencialismo del anterior portavoz, Juan Antonio Martínez Camino, que generó algunos clichés y mucho miedo. Un miedo que aún no ha sido superado, pese al nuevo talante mostrado por José María Gil Tamayo.
La familia y la defensa de la vida continuarán siendo prioritarias para el Episcopado español. Pero como ya se está viendo, con varios cambios de actitud. El primero, el de dar primacía a la defensa de "todas las vidas". Defensa pública, pues, de los no nacidos, pero también de los ya nacidos: de los pobres, los inmigrantes, los enfermos, los discapacitados, los ancianos. En una pastoral propositiva y abierta al debate y a "publicitar" el compromiso de la Iglesia española –a través de Cáritas, de las congregaciones religiosas (protagonistas en esta nueva etapa) y de distintas formas de asociacionismo, católico o con la base del Evangelio.
La educación, y el ecumenismo, dos de los 'debe' principales de la anterior etapa, también serán ámbitos en los que el Papa hará hincapié. Una Iglesia que se compromete, que escucha y que está dispuesta a dialogar. También con los poderes públicos, con los que en la actualidad están rotos todos los puentes. Mariano Rajoy ya ha anunciado a Roma que recibirá de inmediato al nuevo presidente del Episcopado. Rouco se irá sin encontrarse con el presidente del Gobierno.
Los hombres de Francisco
Aunque el Papa no lo dirá explícitamente, todo parece indicar que el presidente del Episcopado no será el futuro arzobispo de Madrid. Entre otras cosas porque el candidato, hoy por hoy, no es obispo residencial. Y tampoco estará (salvo invitación expresa de Francisco, algo que marcaría definitivamente el proceso de relevo) en la reunión del próximo 3 de marzo.
Respecto a Rouco Varela, Francisco está siendo especialmente cuidadoso, pese a los desplantes del todavía arzobispo de Madrid. El último de ellos, la semana pasada, cuando el cardenal de Madrid no quiso participar en una importante reunión de cardenales.
¿Quiénes son los hombres de Francisco en España? Muchos, y muy buenos. No todos obispos, ni mucho menos. El más evidente, el actual portavoz, José María Gil Tamayo, a quien le une una cercanía expresa. En los próximos años Francisco quiere cambiar la cara del Episcopado español. Ya tiene medio centenar de nombres sobre la mesa: casi todos ellos formadores y pastoralistas, incluyendo algún misionero que podría retornar en breve a nuestro país.
Entre los que ya forman parte del Episcopado, ¿quién puede ser el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal? El más sensato sería Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid y que se encontrará con el Papa esta misma semana. Blázquez ya fue presidente del Episcopado, y los obispos le deben una, porque es el único presidente que no fue renovado para otro mandato, por imposición de Rouco.
En la recámara, otros prelados, llamados a grandes destinos en el futuro. Juan del Río, actual arzobispo castrense, y Carlos Osoro, arzobispo de Valencia, cuyos nombres también suenan para la terna a suceder a Rouco en Madrid, donde sigue mandando –ahora desde un prudente silencio– el cardenal Cañizares, el único alto cargo que no ha sido explícitamente renovado. Otro que podría ser llamado en breve a España es el franciscano Santiago Agrelo, especialmente crítico con la postura del Gobierno frente a la inmigración y las concertinas, junto a otras sorpresas que ya pastorean diócesis en África, Asia o Iberoamérica.
Francisco quiere una Iglesia española que no se olvide de su tarea de pastorear. De ir delante, detrás y con el rebaño. Un rebaño que en los últimos tiempos se ha demostrado muy callado en sus bases, y demasiado obediente y reaccionario a través de algunos movimientos: Kikos, Comunión y Liberación, Opus Dei, Legionarios de Cristo… Estos deberán seguir trabajando en su línea, pero afrontando la nueva realidad: que ya no pueden ser los únicos que se arroguen la palabra Iglesia en España.
En suma: más obispos pastores, una pastoral más propositiva, una defensa de todos los sufrimientos y saber estar abiertos al diálogo y la participación pública. Estas serán las bases de la hoja de ruta de un Papa que sabe que España, pese a todo, sigue siendo un país clave para entender a la Iglesia y sus relaciones en el mundo. El primer Papa que habla español no quiere que la gran nación hispana deje de hablar 'en católico'. En universal.
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