Con el paso de los años, cada vez son más las personas que rechazan rotundamente las creencias tradicionales. Un estudio se atrevió a indagar sobre los humanistas, libres pensadores y ateos.
Para nadie es un secreto que la religión, a lo largo de los años, ha estado ligada al hombre y a los organismos de poder, sin embargo, con el pasar de los años, las masas han dejado a un lado este hábito. Existen países que alguna vez fueron dominados por la iglesia, sus creencias y rituales, pero en pleno siglo veintiuno la gente ha encontrado otras fuentes de consuelo, espiritualidad y moralidad.
En Estados Unidos, la población que se autodenomina atea, agnóstica o que simplemente no cree en algo en particular, aumentó del 17 % en 2009 al 26 % el año pasado tras una serie de encuestas realizadas. Mientras que en Gran Bretaña más de la mitad de la población declaró no tener una fe en particular en 2018, datos que aumentaron del 43 % al 52 % en apenas una década.
Ateo, agnóstico, humanista, librepensador, escéptico y secular, son solo algunas de las etiquetas utilizadas para referirse a todas aquellas personas que no se identifican con ninguna religión tradicional. Según Understanding Unbelief, un importante programa de investigación que busca avanzar en la comprensión científica del ateísmo y otras formas de “incredulidad” en el mundo, “la incredulidad en Dios no implica necesariamente la incredulidad en otros fenómenos naturales”. Este proyecto de investigación académica tiene como sede la Universidad de Canterbury en Kent, Inglaterra.
¿Quiénes son los incrédulos y qué principios guían sus vidas?
“Creencia es una palabra que usamos todo el tiempo, a menudo sin poder explicar con precisión lo que significa”, dice. “En la práctica, la mayoría de la gente tiene al menos algunas creencias contradictorias sobre el mundo”, afirma Aubrey Wade, un fotógrafo británico que se reunió con más de 30 personas para tratar de resolver sus dudas. Wade, se describe como un “agnóstico ateo”, asegura haberse sorprendido de la cantidad de formar para darle sentido a las grandes preguntas de la vida con o sin un concepto de Dios. “Para algunas personas, la incredulidad y la religiosidad no van juntas en absoluto, mientras que para otras son cómodas compañeras de cama”, afirma el fotógrafo, pues dio como ejemplo a Japón en donde la distinción en ese país ni siquiera es relevante para la gente”.
“La pandemia nos ha dado todas las razones para reflexionar sobre lo que da sentido a nuestras vidas”, agrega. “He aprendido que los individuos ateos y las culturas de incredulidad son tan diversos como los religiosos. Lo que los une es el impulso de buscar significado y propósito en la vida “.
“La ciencia es un hecho, pero nuestra fe es la verdad”, dijo Lola Tinubu, una mujer atea y humanista radicada en Londres, sobre las palabras que la motivaron a buscar su camino espiritual.
“Me tomó casi tres décadas dejar la iglesia. Cuando me volví no religioso, lo primero que hice fue buscar a otras personas negras que hubieran tenido esa experiencia. La gente te ve como un traidor. Dicen: “El ateísmo no es africano: es una ideología europea”. Mucha gente siente que no puede decírselo a sus amigos. No pueden decírselo a nadie. Por eso formamos nuestra organización.”, afirma la mujer.
Desde entonces, la mujer y su grupo, entienden el mundo a través de la investigación y la ciencia, pues según ella, la ciencia puede ayudar a tomar decisiones morales pues ha demostrado que todos los seres humanos pertenecen a la misma especie, por lo que se deben respetar uno a otros.
“No creo en lo sobrenatural. Todo está dentro de la naturaleza. El humanismo también incluye una especie de filosofía y orientación moral. Si no hay un significado último de la vida, eso no significa que nuestra existencia deba carecer de significado; podemos determinar por nosotros mismos lo que es significativo”
Esta es solo una de muchas de posturas que han surgido a través de los años, gracias a la búsqueda de respuestas de las cuestiones morales y divinas que cuestionan al hombre.
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