¿Puede presentar la Iglesia católica como modelo de vida ejemplar a un Papa que aprobó la idea de felicitar a un obispo por haber encubierto a un pederasta y no haberlo puesto en manos de la justicia? ¿O que avaló ante los jóvenes a un «delincuente carente de escrúpulos», como el Vaticano acaba de calificar al fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel? El escándalo de la pederastia se ha cruzado en el camino de la santidad de Juan Pablo II en el último tramo del trayecto y amenaza con dejar su causa de beatificación, no digamos ya la de canonización, en la cuneta de las prioridades de su sucesor, Benedicto XVI.
Las revelaciones sobre obispos que no solo encubrieron abusos sexuales durante el mandato del Karol Wojtyla, sino que también los protagonizaron, junto con la cascada de descubrimientos sobre las fechorías de Maciel, incluidos los sobornos a la cúpula vaticana, han acabado por diluir las prisas por elevar a Juan Pablo II a los altares, opinan distintos vaticanistas.
DEFENDERSE ATACANDO / La puntilla la ha proporcionado uno de los prohombres de la curia del candidato a la santidad: el cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos. Este purpurado, que pasa por ser el supremo hacedor del amago de vuelta al redil de los lefebvrianos, a los que se halla próximo, no tuvo reparo hace unos días en defenderse poniendo en evidencia al anterior Pontífice. Por si la sospecha de que Wojtyla se había mostrado poco enérgico ante la lacra de los abusos y la actitud cómplice de algunos obispos y cardenales no estuviera ya lo suficientemente extendida, Castrillón aportó una nueva prueba de cargo. Juan Pablo II bendijo, según él, la idea de enviar una misiva a un obispo francés en la que el cardenal colombiano se mostraba orgulloso de que el prelado no hubiera delatado ante la policía a un fraile pederasta al que la justicia condenó a 18 años de prisión.
El Vaticano, por boca de su portavoz, Federico Lombardi, se apresuró a desautorizar a Castrillón, pero el mal ya estaba hecho. También al proceso de santificación de Wojtyla. La idea que llegó a acariciarse al inicio del proceso de fusionar la beatificación con la canonización en un acto único, al calor del entusiasmo que suscitó la consigna de santo subito (¡santo, ya!), impulsada por uno de los movimientos afines a Wojtyla, se abandonó hace ya algún tiempo. No así la creencia de que la beatificación, avalada por un milagro, estaba cerca.
APUESTAS / En diciembre, la prensa polaca y la italiana apostaban por el 2 de abril, quinto aniversario de su fallecimiento, como la fecha en que el camino a la santidad quedaría expedito. Nada de eso ha sucedido. Ahora hay quien pronostica que será en octubre, coincidiendo con el 32° aniversario de su elección como jefe supremo de la Iglesia, pero con escasa convicción.
Las novedades surgidas en las últimas semanas apuntan a que la beatificación se ha aplazado sine die. Por un lado, la comisión médica no habría aprobado el milagro elegido por el postulador de la causa, la curación de un monja francesa aquejada del mal de Parkinson. Por otro, el cardenal Angelo Sodano, exsecretario de Estado del Vaticano, recomienda, en una carta, esperar. No se entendería, dice, que Juan Pablo II pasara por delante de Pablo VI y Pío XII. La misiva es del 2008, pero ha salido ahora a la luz. Nada es casual en la Santa Sede.