Fueron necesarios nueve años para que el Occidente cristiano produjera un clérigo tan radicalmente, fundamentalmente, belicoso como algunos producidos por el mundo musulmán. Lo sorprendente, diría, no es que lo haya hecho, y demostrado más allá de toda duda razonable que cualquier religión puede generar monstruos, sino que no lo haya hecho antes.
El pastor Terry Jones de la iglesia Dove World Outreach Center en Florida, el clérigo protestante que piensa que es una excelente idea marcar este noveno aniversario del 11-S quemando copias del Corán, podrá enorgullecerse de una congregación de no más de 50, pero existe algo por lo que estaría dispuesta a apostar. No es su belicosidad potencialmente letal lo que ha impedido que atraiga una congregación suficientemente grande como para llenar una de esas megaiglesias de 50.000 asientos. Debe de haber otras razones, más ordinarias para que hasta ahora lo haya rodeado la oscuridad.
¿Cómo puedo estar tan segura? Hasta hace pocos años, mientras investigaba un libro sobre la peligrosa compenetración de la teología del Apocalipsis con el apoyo para políticos israelíes derechistas de la línea dura y el expansionismo israelí en Cisjordania después del 11-S, encontré una serie de clones del pastor Jones: egocéntricos machos dominantes que utilizaban sus púlpitos para difundir un cóctel deliciosamente embriagador de exégesis bíblica sin imaginación orientada a predecir el futuro, predicciones políticas derechistas, difusión del miedo de una irresponsabilidad chocante, humor de bar sin tapujos, y espeluznantes amenazas contra el mundo musulmán
Por ejemplo, el poderosamente rotundo y famoso pastor amigo de Israel John Hagee de la megaiglesia “Cornerstone” en San Antonio, quien estimuló a su audiencia una noche en octubre de 2006 con una interpelación pública al presidente de Irán: “Escuche, señor presidente de Irán. ¡No amenace a EE.UU.! ¡No le tenemos miedo!” antes de provocar una tormenta de aplausos y silbidos con: “¡Por si lo recuerda, el faraón amenazó a Israel y terminó sirviendo de alimento a los peces en el Mar Rojo!” Unos pocos días antes había asegurado al programa Fresh Air de National Public Radio que “los que viven según el Corán tienen un mandato religioso de matar a cristianos y judíos”, y agregó “Lo enseña de modo muy claro”. No le pasó nada por semejante declaración, pero su poderoso apoyo a la candidatura presidencial del senador John McCain en 2008 perjudicó fuertemente al senador; resultó que Hagee se lanzó con todo contra católicos y musulmanes.
Un año antes yo había visitado una megaiglesia en St. Paul, Minnesota, para un evento conocido como una “conferencia profética”. Su orador estrella era Hal Lindsay, un capitán de remolcador camorrista y pistolero en el río Mississippi hasta que descubrió a Dios, asistió a cursos de teología y luego, en 1970, escribió un éxito de ventas llamado The Late Great Planet Earth (La Agonía del Planeta Tierra). Con la apariencia y el comportamiento de una estrella pop envejecida, Lindsay se encaramó sobre la banqueta alta con un micrófono en una mano y su Biblia en la otra para decir a una audiencia de unos 4.000 lo que podían esperar y debieran buscar a la luz de las profecías del Antiguo Testamento. Advirtió contra aterradores desastres: el Huracán Katrina había sido malo pero “¿qué sucederá cuando alguien decida introducir una ojiva nuclear a uno de nuestros puertos?”
Lindsay hizo que su audiencia-congregación se riera a gritos cuando describió al Islam como “totalmente violento” y a la miserablemente superpoblada y aislada Franja de Gaza como un “entorno rico en objetivos” para el ejército israelí. Luego, invitó a abrir sus Biblias en Isaías, capítulo 17: “Oráculo sobre Damasco, ¡Miren! Damasco ya no será una ciudad, se ha convertido en un montón de ruinas…” Siguió diciendo que “Damasco será destruida…”, y agregó que Siria era “un alborotador, una central terrorista”, y que “Quisiera que EE.UU. aniquilara Siria”.
La primavera siguiente me uní a un gran grupo de estadounidenses en un peregrinaje a Tierra Santa, dirigido por un cierto Chuck Missler, un ingeniero aeroespacial en retiro que dirigía un ministerio en Internet, en lugar de su propia iglesia. Según Chuck, el Islam era una “religión satánica” y podía discernir la forma de un diablo en uno de los paneles de mármol con vetas grises al exterior de la Cúpula de la Roca de los musulmanes. En la última mañana de la gira, Missler y yo disputamos enérgicamente durante el desayuno: yo había comenzado a cuestionar sus puntos de vista así que comenzó a golpear su Biblia sobre la mesa, y me dijo que si yo no creía cada una de sus palabras no tenía nada más que decirme.
Estos tres hombres habían creado lucrativas empresas de negocios religiosos. Innegablemente carismáticos, divertidos, fogosos y dinámicos, todos estaban dotados de una ilimitada creencia en sí mismos. El pastor Terry Jones corresponde admirablemente al mismo patrón; seguramente la diferencia se mide sólo en grados. Después del horror del 11-S, y muchos consideran la reacción mal concebida de Occidente como otra catástrofe, esos hombres de Dios han complicado deliberadamente el problema. Al propagar el miedo, odio y desconfianza cristiano-occidentales hacia el mundo musulmán, abundan en palabras irrisoriamente aterradoras, pero el pastor Terry Jones ha ido más lejos y ha tratado de ponerlas en práctica.
Y no hay nada nuevo respecto al patrón. La historia de EE.UU. en el Siglo XIX está plagada de relatos de hombres como éstos que fundaron sectas disidentes que se definieron a través de lecturas ridículamente literales de algo en la Biblia y luego condujeron a sus seguidores a aventuras absurdas o peligrosas.
Por ejemplo, los 156 seguidores del pastor George J Adams, miembros de la Iglesia del Mesías en Maine, fueron persuadidos para que se embarcaran con todas sus “casas, implementos agrícolas, y también nuestros implementos mecánicos y muebles” hacia Tierra Santa en 1866. Alcohólico y fantasioso, el pastor Adams defraudó a todos. Un año después de su llegada a Tierra Santa, la colonia de “regeneradores” estaba sumida en disputas, muchos habían muerto, y se halló al propio Adams acostado en medio de una calle en Jaffa, “en el estado más degradante de ebriedad”.
John Nelson Darby, fundador de la secta Plymouth Brethren, era un ejemplo del mismo tipo, nacido en Irlanda. Pero en viajes a EE.UU. y Canadá en los años 60 y 70 del Siglo XIX, hasta él se quejó de que la escena eclesiástica norteamericana se parecía a un jardín “cubierto de malezas, y algunas plantas sueltas”. Le dolía encontrar tanto “libertinaje en la práctica y la doctrina”. Las enseñanzas de Darby, incluyendo una interpretación demasiado literal de una línea de la Biblia conocida ahora popularmente como “El rapto”, han encontrado una audiencia mucho más amplia en EE.UU. que en Gran Bretaña.
La causa de la abundancia y de la proliferación de iglesias y sectas en EE.UU. en la actualidad tiene sus raíces en el hecho de que se trata de una sociedad que fue fundada por miembros de sectas europeas, calificadas de heréticas por las iglesias establecidas de sus países, por gente obligada a huir para practicar su fe en libertad –comenzando por nuestros propios puritanos-. Libres de las restricciones de alguna de las instituciones fiscalizadoras de iglesias establecidas, como las de Roma y Canterbury, las iglesias estadounidenses han tenido libertad para crecer fuertes y mundanas, y tan definidas por la personalidad y los talentos de sus predicadores como cualquier mezquita musulmana en la lucha por sobrevivir contra una competencia feroz. El pastor estadounidense tiene un valioso estatus caritativo exento de impuestos que le ayuda, pero tiene la tarea de reunir y galvanizar una congregación mayor que la de sus rivales; a menudo tiene que ver con mejores equipos de sonido, asientos y guarderías, más chistes, más excitación, más emociones y más diversión.
Se me ocurre que a Terry la hoguera de los Coranes le debe de haber parecido algo de lo más divertido.
Los libros de Victoria Clark incluyen: Allies for Armageddon: The Rise of Christian Zionism [1]', publicado por Yale.
© 2010 Independent/UK
Fuente: http://www.commondreams.org/view/2010/09/11-1
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens