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El Papa suma errores y disculpas a judíos y musulmanes para desconcierto de los católicos

La rehabilitación de un obispo filonazi amenaza con perseguir todo el pontificado a Ratzinger

No hace falta ser un lince para percatarse de que cualquier referencia a la inutilidad del condón hipoteca- rá la visita de un Pontífice de la Iglesia católica a África, máxime cuando se trata de un primer viaje a la zona del planeta más devastada por la epidemia del sida y ese anuncio se formula horas antes de tomar tierra en el continente negro. Tampoco parece que haya que acoger a los hijos pródigos del integrismo que reniega del concilio Vaticano II sin reparar en gastos, a expensas de causar un daño mayor del que se quiere reparar. Pero Benedicto XVI tiene a gala haber hecho trizas el dogma de la infalibilidad papal en el tiempo récord de cuatro años de mandato, que se cumplen mañana.
El último año de su reinado, inaugurado el 19 de abril del 2005, ha vuelto a ser rico en tropiezos, por los que ha tenido que acabar disculpándose. El ejercicio comenzó con mal pie. En abril del 2008, durante su viaje a Brasil, el país que cuenta con la mayor reserva de católicos del mundo, el Papa alemán afirmó con aplomo que "el anuncio de Jesús y de su evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas, ni una imposición de una cultura extraña". Sus palabras sugerían que la colonización fue un regalo por el que los indígenas se desvivían.
Tras un incendio monumental, al que se apuntó con entusiasmo el presidente venezolano, Hugo Chávez, a Joseph Ratzinger no le quedó mas remedio que echar mano de la manguera para sofocar el fuego. De vuelta a la plaza de San Pedro del Vaticano, el Pontífice recordó que hubo "crímenes injustificables" que acompañaron a la evangelización del continente americano. Diez días antes, no obstante, había dado a entender todo lo contrario.

EXIGENCIA DE RECTIFICACIÓN
El cuarto año de Benedicto XVI al frente de la jerarquía que trata de gobernar a más de 1.100 millones de católicos se ha saldado con otro fiasco ante otro destino prometedor. África es, junto a Asia, donde el catolicismo crece a mayor ritmo y donde menos sentido tiene poner en cuestión la fiabilidad del preservativo, con independencia de que el discurso de la Iglesia romana lo demonice. La condena ha procurado un altavoz a las voces que le hacen responsable de miles de muertes a manos del virus y una publicación científica de prestigio como The Lancet se ha lanzado a exigirle que rectifique. Triste balance para un viaje tan prometedor.
Para la publicación británica no basta que L'Osservatore Romano, el periódico que actúa como portavoz oficioso del Vaticano, se haya referido a toda prisa a la eficacia del condón como piedra angular en la lucha contra el sida, eso sí en compañía de la abstinencia y la fidelidad. Y que asegure que el quinto Pontífice encargado que propalar el legado aperturista del concilio Vaticano II quiso decir que con la distribución de preservativos, por sí sola, no se podía luchar contra la pandemia.
La controversia brotó cuando todavía no se habían apagado los rescoldos de otro siniestro devastador, del que aún no se pueden evaluar sus efectos sobre el futuro de la Iglesia católica. Y, como entonces, una vez más la chispa que prendió el fuego partió del inquilino del palacio apostólico del Vaticano.
A comienzos del 2009 Ratzinger decidió corregir a su antecesor y levantar la excomunión a los cuatro obispos ordenados por el arzobispo Marcel Lefebvre en 1988, un integrista cuyos postulados medievales le situaron poco a poco fuera de la Iglesia oficial tras la celebración del concilio Vaticano II, del que abominaba. Los esfuerzos realizados por Benedicto XVI para elevar el rango de las misas en latín en las que el oficiante se sitúa de espaldas a los feligreses, liberalizando su celebración, habían allanado el camino. Aun así, a los lefebvrianos todavía les separaba un mundo de la Iglesia que gobierna el Papa alemán, al menos sobre el papel. Pero Benedicto XVI creyó que había llegado el momento de apiadarse de ellos y permitir que regresaran a la casa del padre.
El Pontífice volvió a errar el cálculo y topó con una roca. Al parecer no había sido informado de que uno de los cuatro prelados rehabilitados, el británico Richard Williamson, andaba pregonando desde hace años que el Holocausto no existió, como las cámaras de gas. Tampoco nadie le había hablado jamás de que en la Fraternidad San Pío X fundada por Lefebvre, en la que se encuadran los indultados, se inocula el odio a los judíos y los musulmanes, un comportamiento que se sitúan en las antípodas del diálogo interreligioso en el que dice estar sumamente interesado Ratzinger.

EXPLICACIONES
La debacle adquirió proporciones gigantescas. El Papa que de joven se vio forzado a vestir la casaca de las juventudes hitlerianas, que vio cómo los nazis aniquilaban a un primo con síndrome de Down en aras de la mejora de la raza, proporcionaba ahora cobertura a un negacionista. La presidenta de su país, Angela Merkel, se encaró con él. Las autoridades religiosas judías le exigieron explicaciones. Después vinieron los teólogos católicos y los obispos franceses y alemanes. Y una vez más tuvo que darlas. Este es el Papa que yerra.

El discurso de Ratisbona abrió la colección de errores graves

Al poco de llegar a la cima de la Iglesia, en el 2006, Ratzinger quiso condenar el fundamentalismo religioso en la universidad alemana de Ratisbona echando mano de una cita de un emperador bizantino que subrayaba el caracter violento del islam. Si aquello estuvo a punto de arruinar su viaje a Turquía, la defensa de la necesidad de beatificar a Pío XII ha hecho peligrar en el 2008 su próximo viaje a Israel.

El encarnizamiento con la familia de Eulana Englaro

Benedicto XVI se mostró inflexible con la petición del padre de la joven Eulana Englaro, en coma y atada durante 17 años a una máquina que la mantenía viva, de que se le suspendiera la alimentación artificial que eternizaba su calvario y el de su familia. Incluso logró movilizar a Silvio Berlusconi en su ayuda para que detuviera la sentencia de un tribunal que, en última instancia, permitió que se le dejase morir el pasado 28 de enero, azuzando la división en la sociedad italiana.
Ratzinger ha actuado como ya hizo con Piergiorgio Welby, un enfermo desahuciado que logró meses antes que les desconectaran del respirador que le daba vida: haciendo oídos sordos a las peticiones de misericordia. El mismo día que Welby era despedido por los suyos, frente a la parroquia donde le negaron los funerales, el Pontífice realizado un alegato a favor de la vida hasta "su ocaso natural".
Su particular visión de la defensa de la vida le ha conducido igualmente a librar una batalla sin cuartel contra el aborto que ha alimentado actitudes como la del obispo de Recife (Brasil), José Cardoso Sobrinho, quien en su afán de superar al Papa excomulgó de forma inmediata no solo a los médicos que practicaron un aborto a una niña de 9 años que había sido violada por su padrastro, sino también a la madre que le protegía.

La renovada condena de la homosexualidad

El último en afearle su estrechez de miras a la hora de condenar las relaciones homosexuales ha sido el exprimer ministro británico Tony Blair, un protestante que dos años atrás se convirtió al catolicismo al dejar el cargo. Blair ha declarado recientemente que el Papa mantiene sobre esta cuestión una actitud "cerrada" y menos tolerante que la de la mayoría de los católicos.
Meses atrás, Ratzinger se empleó de nuevo a fondo contra el colectivo gay comparando el daño que causan las actitudes condescendientes con las relaciones homosexuales con la destrucción de la selva virgen producida por el cambio climático. Después vendría la negativa a suscribir una declaración de la ONU en favor de los derechos de los homosexuales, auspiciada por Francia y suscrita por 66 países, que reclamaba la abolición de la pena de muerte que aún pesa sobre los integrantes del colectivo en diferentes países del mundo, bajo el pretexto de que lo que se buscaba era allanar el camino hacia los matrimonios gais.
Las opiniones del Pontífice sobre la homosexualidad, que en su etapa de cardenal calificó incluso de "mal moral intrínseco", son "innecesariamente ofensivas", ha declarado el ministro holandés de Relaciones Exteriores, Maxime Verhagen, de filiación democristiana, que se ha quejado de ello al nuncio del Vaticano en su país.

El bautizo de un acérrimo enemigo del islam

Magdi Allam, un periodista de origen egipcio que ejerce como subdirector de una de las cabeceras italianas más destacadas, el Corriere della Sera, consiguió hace un año que el Papa le bautizase personalmente, en una fecha señalada como la del Sábado Santo, en la basílica de san Pedro del Vaticano. La instantánea recorrió el mundo. Lo más sorprendente del caso es que siendo Allam un enemigo declarado del mundo musulmán, como nunca ha ocultado en sus escritos, Ratzinger no tuviera reparos en presidir dicha ceremonia.
Al día siguiente de que se oficializase su conversión, el periodista publicó un artículo en que afirmaba que "la raíz del mal está instalada en un islam que es fisiológicamente violento e históricamente conflictivo", una expresión que recuerda la de Manuel II Paleólogo que el Pontífice rehabilitó en la Universidad de Ratisbona y que escandalizó a los seguidores del islam.
L'Osservatore Romano tuvo que salir una vez más en defensa de su patrón y proclamar que en el gesto del Papa de apadrinar el bautizo de Allam no había que ver "ninguna intención hostil hacia la gran religión islámica". Como el temporal no amainaba, el portavoz del Vaticano, el jesuita Federico Lombardi, hubo de añadirse a la tarea subrayando que las ideas del converso no eran las del Pontífice.

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