Ureña Pastor autorizó el pago de una indemnización de 105.000 euros a un diácono. Fue Francisco quien le urgió a renunciar, tras descubrir un sospechoso manejo de dinero
El papa Francisco urgió a renunciar al arzobispo de Zaragoza, Manuel Ureña Pastor, que va a cumplir 70 años, tras descubrir un sospechoso manejo de dinero para indemnizar a un diácono despedido por motivos que siguen siendo secretos. La investigación de la Santa Sede estuvo relacionada con “escándalos sexuales”, según afirma el semanario católico Vida Nueva.
El arzobispo autorizó el pago de una indemnización de 105.000 euros (60.000 netos) a un diácono al que había decidido no ordenar sacerdote. El joven desempeñaba su labor en Épila (Zaragoza) y recibió ese dinero por transferencia bancaria en concepto de nómina de noviembre y como indemnización por ver cerrada su carrera eclesiástica y tener que cursar otros estudios. Así se lo explicó ayer el arzobispo a su Colegio de Consultores, según el Heraldo de Aragón.
Ureña, en apenas 20 años, fue obispo, sucesivamente, de Ibiza, Menorca, Alcalá de Henares (Madrid) y Cartagena (Murcia), y arzobispo de Zaragoza desde el 2 de abril de 2005. Su nombramiento, a instancias del cardenal Antonio María Rouco Varela, fue entonces una gran sorpresa. Se dijo oficialmente que lo había decidido aquella mañana Juan Pablo II, quien murió nueve horas más tarde.
Hace apenas una semana, el Boletín Diocesano de Zaragoza publicó una carta en la que el arzobispo Ureña explicaba su renuncia por motivos de salud: “Para obedecer a Dios y no exasperar ni forzar a la naturaleza. Demos gracias al Santo Padre Francisco por haber descargado a este hijo y hermano suyo de los graves trabajos del ministerio pastoral”.
Concluía afirmando que seguirá trabajando en favor del Evangelio de otro modo, en silencio y pidiendo perdón a Dios por las ofensas que le han infligido y le infligen sus pecados.
Se pensó entonces que el arzobispo decía la verdad. Efectivamente, había soportado operaciones de corazón y de próstata. Nadie dijo que hubiera otros motivos en la renuncia, nada habitual. El episcopado suele aguantar enfermo en el cargo más allá de la edad canónica de jubilación, a los 75 años.
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