El amplio uso del catalán que hará Ratzinger en la Sagrada Família inaugurará una nueva etapa La Iglesia catalana trata de marcar ahora un perfil propio que le permita recuperar su identidad
Los tiempos en la relación entre el Vaticano y Catalunya están cambiando. A finales de los años 90, el nuncio húngaro de la Santa Sede en España, Lajos Kada, comparaba la situación de los castellanohablantes en Catalunya con la de la marginada minoría húngara en Transilvania. Kada no acertaba a entender por qué en las iglesias había que emplear el catalán. Hubo un tiempo en que su sucesor, Manuel Monteiro de Castro, en un ataque de sinceridad, admitió que era partidario de que la misa de las 12 de los domingos se celebrase en castellano. El catalán había que dejarlo para la intimidad, para las celebraciones eucarísticas semivacías de las ocho de la noche.
Pero el actual nuncio, Renzo Fratini, ha dejado de hablar de la lengua. Ahora es el Papa quien tercia en la cuestión. El próximo domingo, en la Sagrada Família, en un gesto sin precedentes hacia Catalunya, Benedicto XVI tiene previsto emplear la lengua catalana en distintos pasajes de su intervención, según ha confirmado el Vaticano.
Ratzinger no solo hará un uso amplio del idioma autóctono en el interior de la nueva basílica, en presencia de los Reyes; el presidente del Congreso de los Diputados, José Bono; el presidente de la Generalitat, José Montilla, y el alcalde de la ciudad, Jordi Hereu, sino también en otros momentos de la visita, como en el hospital del Nen Déu. «En Barcelona se oirá mucho catalán», anunció el viernes el portavoz de la Santa de la Santa Sede, Federico Lombardi, a los periodistas.
PALABRAS DE CORTESÍA / Si nos remontamos a la anterior visita de un pontífice a Catalunya, la de Juan Pablo II en 1982, la única registrada hasta ahora, las comparaciones resultan odiosas. El Papa polaco se valió entonces de unas pocas palabras de cortesía en catalán. Tampoco hubo gesto alguno hacia la identidad nacional catalana, lo que provocó el enojo del entonces president, el nacionalista Jordi Pujol. No hacía falta mucha intuición para presagiar lo que vendría después: años de travesía en el desierto para todo aquello que oliera a Catalunya.
Durante la segunda parte del mandato de Juan Pablo II al frente de la Iglesia católica se percibieron con mayor nitidez las consecuencias de aquella política. Los nombramientos episcopales de las diócesis catalanas se perfilaban en Madrid, en la sede de la Conferencia Episcopal Española y el despacho del nuncio. Los matices nacionalistas se convirtieron en un obstáculo insalvable para cualquier aspirante a obispo en Catalunya. El mapa episcopal catalán sufrió un vuelco. La tradicional sensibilidad catalanista de la mayor parte de la jerarquía católica en Catalunya pasó a mejor vida. Ahora los obispos españolistas rivalizan en número con los catalanistas. El reconocimiento jurídico de la Región Eclesiástica Tarraconense, un sucedáneo de la Conferencia Episcopal Catalana que los prelados catalanes idearon para no irritar a Roma, quedó varado en dique seco. Hoy sigue en vía muerta.
El ascenso de Tarcisio Bertone a la Secretaría de Estado del Vaticano, en el 2006, y la investidura de Lluís Martínez Sistach como cardenal, en el 2007, después de que este asumiera la dirección del Arzobispado de Barcelona en sustitución de Ricard Maria Carles, comenzaron a modificar el curso de la situación. Esta alianza cuenta, además, con poderosos apoyos, como el del nuevo cardenal Gianfranco Ravasi, un purpurado amigo de Catalunya al que, según los expertos, le aguarda un brillante provenir.
NUEVA ETAPA / En abril, cuando Bertone presidió en Barcelona la beatificación de Josep Tous, ya se percibió el inicio de una nueva etapa. No solo Bertone hizo un uso notorio del catalán con respecto a lo que tenía por norma la Santa Sede, sino que Benedicto XVI se sirvió de la lengua catalana ante los que celebraban el ascenso del capuchino a los altares.
La Iglesia catalana busca ahora marcar un perfil propio a partir de la nueva situación. En junio del 2004, la manifestación de un millar de católicos que tuvo lugar ante la catedral de Barcelona contra la división de la diócesis impuesta por Roma finalizó con el canto del Virolai. El domingo, la letra de mossèn Cinto Verdaguer sonará en los oídos de Benedicto XVI, en la Sagrada Família.
Archivos de imagen relacionados