Cuando Jorge Mario Bergoglio fue elegido máximo (e infalible) dirigente de la Iglesia católica allá por el mes de marzo de 2013, católicos y católicas de buena fe pensaron que la cúpula de la Iglesia se iba a modernizar, se iba a hacer más transparente, desde la Santa Sede, hasta la última diócesis en el lugar más lejano y recóndito del mundo, así como las congregaciones, órdenes religiosas, asociaciones y entidades dependientes de la gobernanza papal.
También pensaban que sometería a “revisión” el histórico “entrismo” de la Iglesia católica en la política, con el fin de poder facilitar la “separación de la religión del Estado” (que en su día el hijo de Dios, para los cristianos, proclamó, según el Nuevo Testamento) y que una gran parte de la ciudadanía desea, entre ellos muchas y muchos católicos;
-Que aceptaría la eliminación progresiva de los enormes privilegios tributarios, económicos, políticos, jurídicos y en materia de enseñanza, servicios sociales y sanidad que a la Iglesia le reportan los Concordatos acordados con muchos Estados del planeta;
–Que renunciarían a ejercer de potente lobby (doctrinal y mercantil) en diversidad de organismos internacionales en los que está presente;
-Que (en el caso de España) devolverían (a la ciudadanía o/y al Estado o quienes correspondiera…) los bienes in-matriculados, desde 1948 hasta 2016;
-Que ayudaría a destapar y llevar a los tribunales ordinarios los miles de casos de abusos sexuales de sacerdotes hacia menores existentes en el mundo;
-Que no atacaría el derecho a la salud sexual y reproductiva de las mujeres;
-Que las mujeres católicas podrán tener, poco a poco, las mismas posibilidades de ejercer ministerios y jerarquías que los hombres, dentro de la Iglesia;
-Que se avanzaría en el reconocimiento de un modelo de sacerdocio abierto para poder formar su propia familia;
-Que no atacaría la políticas de igualdad de género…
En suma que trataría de situar a la Iglesia en un modelo de sociedad laica y de igualdad ante la leyes y, por supuesto, que no se opondría a la construcción de Estados laicos, con el fin de avanzar en democracia y convivencia, a nivel universal.
También, desde dentro de la Iglesia, se pensaba que elección del Papa argentino iba a contribuir, con mayor eficacia (real), a la consolidación del ecumenismo religioso y, sobre todo, a tratar de suturar las enormes “vías de agua” que diversidad de grupos evangelistas y reformistas religiosos están causando a la Iglesia católica, sobre todo en América Latina.
También personas no adscritas a la Iglesia católica, sobre todo del ámbito de la política pensaban que este Papa iba a caminar por senderos más democráticos y transparentes… Sin embargo un primer ejemplo muy ilustrativo de su mandato lo tuvimos en su visita al Parlamento Europeo en noviembre de 2014. Allí Bergoglio no sólo no dijo nada diferente (en materia doctrinal) de lo que hubieran manifestado cualquiera de sus antecesores, aunque hizo algunos guiños a la ecología, criticó a los políticos y al gran capital, eso si… en un enorme alarde de hipocresía, ya que Iglesia atesora una de las mayores fortunas patrimoniales y mercantiles del planeta. Pero no faltó un grave insultó a las mujeres que abortan… curiosamente, en medio del aplauso de una gran parte de diputadas y diputados.
La reciente visita del Papa a Chile y Perú ha sido catastrófica y no sólo por la “cuestión” relacionada con el obispo Barros, encubridor de casos de abusos sexuales de sacerdotes a menores, hecho al que Bergoglio quitó importancia, por mucho que tuviera unas palabras de hipócrita perdón, ya que -a continuación- (a preguntas de periodistas) se exculpó con la excusa de que las víctimas no habrían aportado –en su opinión- más pruebas. Nada más y nada menos.
El Gobierno peruano prohibió manifestaciones contra el Papa… (?) -inaudito, pero esclarecedor… siendo el viaje a estos dos países, además de “contestados” por una parte considerable de la ciudadanía de los más pobres –pastoralmente hablando- de los realizados hasta ahora, ya que no consiguió los objetivos previstos. Sólo que -una vez más- las autoridades políticas se “volcaron” en recibimientos y parabienes, en muchos casos, contra postulados constitucionales de laicidad.
En cuanto a las múltiples cuestiones que había pendientes hace cuatro años en el seno de la Iglesia católica, tan sólo en lo que afecta a la banca Vaticana se han “tapado” algunos escándalos, pero sólo tapados, ya que no han aflorado –transparentemente- las supuestas corruptelas, contubernios y amaños.
NO ha conseguido (que era uno de los objetivos de su mandato) “armar” pastoralmente a las diócesis de América Latina, que cada vez pierden más fieles de forma muy alarmante.
Tampoco consigue revertir el hecho de que haya un sacerdocio enormemente envejecido en todo el mundo (en Europa está bajo mínimos). Pero, también, el ecumenismo no progresa como esperaban.
Frente a lo que suponían algunos, su ataque a los proyectos laicistas es una constante, (como ejemplo más visible está el de su amigo -el cardenal Sturla- que exige a los católicos uruguayos “-que no se queden en el balde laicista” … atacando, con ello, constantemente el Estado laico en Uruguay).
Además lucha, denodadamente, contra lo que la Curia romana y los obispos denominan “ideología de género”, es decir contra la igualdad de hombres y mujeres y, además, contra la Comunidad LGTBi en todo el mundo, por mucho que en ocasiones tenga palabras evangélicas, nada más y nada menos que de “perdón”. En la ONU llegó a manifestar que –“la unión de personas del mismo sexo era un estilo anómalo de vida y un pecado”.
En esta situación, las mujeres católicas, que no esperen apertura, ni tampoco aspirar al sacerdocio, en el mandato de Bergoglio.
Por mucho que vocifere y hagan una muy campaña de marketing muy bien acomodada a la Era Digital, se podría considerar (en la práctica) el Sumo Pontífice anti-derechos individuales, muy posiblemente estando a la altura de León XIII y Pío XII, cada uno de ellos en su época.
Francisco Delgado (ex-presidente de Europa Laica)
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